El Padrino venezolano: un siciliano político

La sabia naturaleza nos brinda muchos ejemplos,  que muchas veces nos ayudan a percibir el mundo que nos rodea y del cual formamos parte. Uno de ellos,  es  aquel que nos edifica en el  sentido de que no hay nada más peligroso que cuando una fiera o hasta un inofensivo animal se siente acorralado y percibe que no tiene escapatoria.  Eso es suficiente para convertirse rápidamente en un atacante  feroz, que intenta huir embistiendo contra el enemigo, aún al costo de su propia existencia.
 
    Algo similar pasa en las lides  políticas y, sobre todo, en aquellos  que detentan el poder y temen perderlo en base a sus malas ejecutorias. Y en ese tenor, no hay un ejemplo más vivo, reciente y cruelmente edificante,  que la triste realidad que se vive en la tierra de Simón Bolívar y la reciente  resolución No. 008610 firmada y defendida  por el ministro de Defensa de Venezuela, el general  Vladimir Padrino López,  la cual fue ya publicada en la Gaceta Oficial 40. 589 del 27 de enero 2015.
 
   La referida resolución establece que a partir de ahora, queda a discreción de los militares venezolanos (no la policía como se estila en todas partes), como  encargados de «garantizar el orden público»  y decidir cuando podrán usar armas de fuego letales ante protestas o manifestaciones públicas, algo a lo cual tiene derecho toda sociedad que viva en una nación civilizada y  mínimamente democrática. Es dable señalar que es la primera vez  que en Venezuela  se permite y se pone en funcionamiento taxativamente a los militares el uso de armas potencialmente letales.
 
    Es obvio que el mensaje  del gobierno es claro: si protesta te mato. No hay otra manera de interpretar los Art. 22 y 23 de la referida resolución, que deja a la «interpretación discrecional de las fuerzas armadas venezolanas»  el uso de armas mortales en contra de manifestaciones  y eso es algo a la luz del derecho totalmente inadmisible. Pero, debemos siempre recordar que estamos frente a un gobierno írrito y una dictadura criminal que se cubre con una máscara de sesgo democrática ante el concierto de las naciones.  Lo irónico de esto, es que  recientemente Venezuela forma parte de Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas . Más cinismo no puede haber.
 
   No cabe duda alguna, que esa fatal decisión del gobierno chavista tiene su génesis en la volátil y frágil situación política y social que vive la nación  ante las masivas colas de miles de personas buscando alimentos, la escasez de todo tipo de productos del diario vivir, la galopante inflación que se traga el pírrico salario del venezolano promedio, la falta de medicinas e insumos en los hospitales,  el desasosiego que vive la familia venezolana ante el espiral de la delincuencia y la criminalidad que obviamente  les hace recordar a todos y, en especial al gobierno, los sucesos acaecidos en el 1989 en contra del gobierno de  Carlos Andrés Pérez Rodríguez conocidos como «El Caracazo».
 
  Demás está decir, ante un gobierno criminal, sordo y ciego ante la realidad desesperante del pueblo venezolano, que esta resolución es algo violatoria e inconstitucional frente a la propia carta magna que tanto el difunto  «Comandante Eterno y Galáctico»  le encantaba mostrar cuando le convenia, pues  contraviene el Art. 68 de la misma, el cual prohíbe «el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de manifestaciones públicas».
 
   El gobierno chavista está como la fiera furiosa y acorralada a que me refería en el introito de este humilde artículo. Ello es,   debido a la  pérdida de la influencia que ejercía en gobiernos de latinoamérica; sin dinero para sostener el clientelismo costoso e improductivo de regalar plata  en vez de trabajo a los sectores más pobre de la nación; la baja cotización de los precios de los hidrocarburos y la compra decreciente por parte de EE.UU del petróleo venezolano, sumado a la inoperancia de un gobierno corrupto, formado por una camarilla de delincuentes millonarios y una fuerzas armadas corrompida por el narcotráfico y con una popularidad de acuerdo a las últimas encuestas con el favor de solo un 18% de la población, está dispuesto a embestir y matar a todo aquel que se le enfrente.
 
  Frente a esta ilegalidad y abuso de poder, podemos decir con toda franqueza que el «Toripollo» colombiano y el Gral. Vladimir Padrino López, el primero en su calidad de Comandante en Jefe que aceptó y promovió  la resolución y el segundo, quien la manda a ejecutar, han legalizado la pena de muerte en Venezuela con el mayor de los desparpajo y cinismo político en la historia contemporánea de esa nación sudamericana.
 
  Podemos  afirmar sin exagerar, que los venezolanos ya tienen su propio «Padrino» al estilo del personaje que interpretó el afamado actor Marlon Brando, en la famosa cinta norteamericana de los años 70 dirigida por el célebre director de cine Francis Ford Coppola. En este caso, representado por el Gral. Vladimir Padrino López, el cual ha defendido a capa y   espada la referida  resolución  que le da potestad a su ministerio de matar a todo venezolano que proteste en las calles.  En vez de proteger a sus conciudadanos se ha convertido en un «Padrino» político-militar  al mejor estilo siciliano.
 
  Lo triste e irónico de este proceder criminal del gobierno  chavista para amedrentar y tratar de callar a un pueblo,  es  jactarse  de llamarse «revolucionarios» y, sobre todo, «bolivarianos»,  cuando  justamente el prócer venezolano que en la historia es conocido merecidamente con el título de «El Libertador»,  Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco, quizás presagiando lo que le sucedería a su amada patria por la cual tanto luchó, dijo esta frase:
 
» Maldito el soldado que empuñe su arma contra su propio pueblo «
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