El otro Vargas Llosa

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EL AUTOR es físico y filósofo. Reside en Santo Domingo.

POR MOISÉS ALVAREZ

Recientemente he tenido el gran placer de leer “El fuego de la imaginación”, versión Kindle, del Premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa. Este es el primer tomo de su obra periodística dedicado a cuestiones culturales, donde realiza comentarios sobre libros, escenarios, pantallas y museos.

La editorial Alfaguara se propone reunir en cinco volúmenes su obra periodística siendo está la Obra periodística I.

Este volumen, preparado por Carlos Granés, sigue una ordenación temática, no cronológica. Los apartados son: I. El arte de la ficción: debates y aproximaciones; II. Libros y escritores. Literatura latinoamericana, francesa, anglosajona, española y de otros países; III. Bibliotecas, librerías y universidades; IV. Escenarios; V. Pantallas; y VI. Arte y Arquitectura.

Ya en un artículo mío, en este mismo medio, titulado ´La “bipolaridad” política de Vargas Llosa´ destacaba la dualidad que él presenta dependiendo del tema que se trate. En este caso particular, para nuestra delicia, nos muestra su cara de intelectual de fuste.

Durante su amena lectura el lector avispado puede intuir el camino, lento pero seguro, que lo transformó de un hombre de izquierda a uno de derecha. Aunque recientemente en el artículo “El homo sovieticus” parece refrendar algunas de las conquistas del socialismo.

En este libro el autor nos da, entre otras, una clase magistral de cómo emprender una obra literaria (apartados I y II). El acápite correspondiente a la literatura latinoamericana resulta ser una excelente introducción a la misma para aquellos iniciándose en estos menesteres. Tener a Vargas Llosa como profesor de literatura debe ser una experiencia inolvidable. Todo parece indicar que dentro de poco lo tendremos en el mundo virtual. No olvidemos que Vargas Llosa tiene un doctorado en filosofía de la Complutense versando su tesis sobre la obra de García Márquez.

Mario Vargas Llosa.

En “Una insurrección permanente” nos dice al referirse al papel del escritor comprometido lo siguiente:

“Como ni el fuego ni el soborno erradicaron a la avispa sediciosa, las sociedades modernas la combaten con métodos más sutiles. No hablo del mundo subdesarrollado, donde el grueso de las presuntas víctimas está inmunizado contra el mal de la literatura porque no sabe leer. Allí, la literatura se tolera porque carece de lectores; allí basta con matar de hambre a los autores y conferirles un estatuto social humillante, intermedio entre el loco y el payaso.”

Debo confesar que al leer esto sentí un corrientazo en mi espina dorsal al sentirme aludido, pero como científico, en un país subdesarrollado.

Muchísimos son los nombres y obras que desfilan por sus páginas: nuestro inmenso Pedro Henríquez Ureña, a quien admira, Jorge Amado (Doña Flor e seus dois maridos, cuya versión en cine con la sensual Sonia Braga, nunca olvidaré), Pérez Galdós, García Márquez, Carlos Fuentes, Borges, José Donoso, Flaubert, Victor Hugo, Hemingway, Faulkner, J. M. Coetzee, Günter Grass, Juan Marsé, Juan Goytisolo, García Lorca, Azorín, Corín Tellado…, junto a directores de cine como Bergman, Godard, Buñuel, John Huston…y artistas como Picasso, Giacometti…, sin olvidar a los dramaturgos: Ionesco, Brecht, Molière… y piezas de teatro, junto a series televisivas.

En “Cambridge y la irrealidad” menciona lo siguiente de las universidades anglosajonas:

“¿Es posible que, en 1978, a estos jóvenes todavía se les tienda las camas y se les sirva la comida como en un hotel de lujo?”. Me recordó mi experiencia en el Trinity College de Dublín, 1980, en donde tenía un pequeño apartamento, dentro del campus universitario al igual que los profesores, compartido con un colega sudanés, y en donde nos tendían la cama, nos limpiaban los apartamentos, podíamos beber cerveza en los comedores universitarios y conseguir preservativos en la librería, ¡igualito que aquí!

En “Reflexiones sobre una moribunda”, lectura obligada para todos aquellos interesados en la educación superior en nuestro país, nos invita a reflexionar sobre las universidades estatales en el mundo en general y en Latinoamérica en particular. Y nos dice:

“No hay que olvidar que el desarrollo y la proliferación de universidades privadas es consecuencia directa de las deficiencias de la universidad estatal.”

“La política no entró a la universidad como quehacer intelectual sino como activismo partidario.”

“La radicalización de la universidad estatal ha alejado de ella a hombres valiosos, a los que desvió hacia la universidad privada o el extranjero. La contrapartida de esta hégira ha sido, a veces, que docentes mal preparados y aun incapaces los reemplazaran y que fueran ellos los que atizaran la radicalización para hacer méritos políticos, ya que no estaban en condición de hacer méritos intelectuales. Ha servido también para matar la vocación académica de muchos jóvenes. Es sintomático que, en el Perú, en los últimos años, la mayoría de los estudios históricos, sociológicos, económicos importantes sean de investigadores que trabajan en universidades privadas o en institutos independientes. La conclusión es instructiva: para seguir fieles a su vocación muchos de esos autores, que procedían de la universidad estatal, tuvieron que apartarse de ella.”

Triste reflexión.

Por último, vale la siguiente reflexión Vargasllosiana:

“Que éstos y otras eminencias fueran racistas no legitima el racismo, desde luego, y es más bien una prueba contundente de que el talento literario puede coexistir con la ceguera, la imbecilidad y los extravíos políticos, cívicos y morales, como lo afirmó, de manera impecable, Albert Camus. ¿Cómo se explicaría de otro modo que uno de los filósofos más eminentes de la era moderna, Heidegger, fuera nazi y nunca se arrepintiera de serlo pues murió con su carnet de militante nacionalsocialista vigente?”

A quien le quede el sombrero que se lo ponga.

jpm-am 

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