El oro maldito de San Juan
El Valle de San Juan es una llanura bendecida por tener importante ríos, cuyo caudal ha sido óptimamente aprovechado a través de un sistema de tecnología de riego que facilita la irrigación de más de cuatrocientas mil tareas de tierra con vocación agrícola.
Canadá es el país sede de las grandes compañías que dominan la explotación de oro en el mundo, dos de las cuales se quieren instalar en San Juan para explotar unas riquezas auríferas, que de hacerlo matarían los ecosistemas, -la flora, la fauna- y toda la vida humana del valle sureño en los próximos cincuenta años o menos.
Esas poderosas compañías son la Precipitate Gold Corp, que en el país ha adoptado el nombre de Corporación Minera San Juan, que está trabajando en el entorno del municipio de Juan de Herrera, y la Gold quet, que trabaja en la Cuenca Alta del Río San Juan, en Hondo Valle, en plena Cordillera Central y el Parque José del Carmen Ramírez.
Cristóbal Colon, el almirante de la mar oceánica, inauguró la corrupción en el continente regalando espejitos, y así impuso su modelo de extorción. La plantilla de ese paradigma corruptor no la han desechado los imperios del siglo XXI, por lo que ejecutivos de esas compañías han comprado el silencio de autoridades, “líderes” comunitarios e importantes medios de comunicación de la comunidad.
La Alcaldesa Hanói Sánchez Paniagua es la principal promotora de la explotación del indeseado oro de San Juan.
La sociedad debe saber que: el agua es nuestro oro porque es el factor que ha determinado que este valle sea uno de los más productivos de la isla de Santo Domingo.
El agua es nuestro oro porque para construir riquezas la hemos tenido de aliada, porque la naturaleza nos la provee con abundancia.
El agua es nuestro oro y contaminarla, más bien envenenarla con cianuro, explotando un oro indeseado, sería el peor desaguisado, un error imperdonable, un crimen de lesa humanidad.
El agua es nuestro oro porque en el valle de San Juan hay vida desde hacen 2,000 años, conforme lo atestigua la osamenta del Hombre de Seboruco, el más antiguo de las Antillas, restos que se atesoran y exhiben en la Biblioteca del Centro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
En cuatro milenios a las gentes de San Juan les ha faltado oro para subsistir. La pregunta obligada es: ¿Por qué querer explotar este mineral, si sabemos que solo traerá una tragedia ecológica, que se traducirá en muerte y desolación del Valle de San Juan?
A mi edad estoy pago, listo para morir si es necesario, en contra de la explotación de oro en el Valle de San Juan, por sus nefastas consecuencias.
Insisto, nuestra agua es nuestro oro, y punto.
jpm

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