El nuevo presidente de EE.UU. para 2020

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EL AUTOR es odontólogo y escritor. Reside en España.

<<“De lo que estoy absolutamente seguro es de que si comenzamos una discusión entre el pasado y el presente, perderemos el futuro”. Winston Churchill:  (Discurso ante la Cámara de los Comunes, el martes 18 de junio de 1940)

Rebuscando en la biblioteca que poco a poco he vuelto a rearmar con la selección de títulos que me gusta leer y releer porque disfruto me detuve a buscar dos sonadas frases de Churchill que aparecen entre las brumas de las redes a cada instante hoy día cada vez que uno se sumerge en las frases de políticos famosos que rezan lo siguiente:

“[(¿…?) Un político debe de ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, y la semana, el mes y el año próximos. Y también debe ser capaz de explicar por qué no acertó” “(¿…?)

Un político se convierte en estadista una vez que empieza a pensar en las subsecuentes generaciones y no en las próximas elecciones”].

Son esas dos frases muy bonitas y muy bien construidas pero ocurre que en el ideario, agenda y anuarios de Sir Winston Leonard Spencer Churchill, y así lo refieren infinidad de biografías sobre el destacado astro de la Segunda Guerra Mundial y Primer Ministro de Gran Bretaña. Pero bien, partamos, sin embargo del supuesto de que las frases, por ser tan hermosas le corresponden para llegar al análisis de lo que aquí hemos planteado como temática que hemos titulado: El nuevo presidente de los Estados Unidos.

A los datos anteriores hemos hecho referencia ya que hace un tiempo era un servidor de los que se aventuraban a vaticinar el triunfo de Hillary Clinton como la primera mujer en presidir los Estados Unidos de América. Aunque por razones que todos ya conocemos este fenómeno fue abortado, a pesar de contar con unos empujes parecidos a la novedad del presidente Obama como primer presidente afroamericano en USA, nosotros no hemos variado una sola coma de nuestro vaticinio. Y menos en la situación política actual. No solamente apostamos: estamos convencidos de que Clinton llegará a la presidencia de los Estados Unidos. Pero veamos el panorama.

El presidente Donald John Trump ha degastado el recurso del método, por usar un término del escritor cubano Alejo Carpentier, autor de El reino de este mundo. Es probable que queramos hacer una analogía entre la situación que se presentó  con el 45º vicepresidente Albert Arnold Gore Jr (Al Gore), que estuvo como vicepresidente durante el gobierno de Bill Clinton, período que abarcó de 1991 a 2003 frente a George W. Bush, batalla política que le fue arrebatada con o, bien, el caso histórico de John Forbes Kerry, por el Partido Demócrata, enfrentado también a Bush hijo cuando éste cumplía con su segundo mandato (cuya campaña adversa se protagonizó por radio y televisión con una dureza sin igual, basada también en el libro de registro de la Guerra de Vietnam, del que John O´ Neill y Jeromi Corsi se convirtieran en autores: Unfit for comand –Incapaz para el combate,-) que cuestionó las acciones del aspirante demócrata de las elecciones de 2003 frente a George Walter Bush, por el Partido Republicano.

Lo que vemos hoy y podemos visualizar es que todo el panorama vuelve a estar dado y en oportunidad más que sobrado para que Hillary, si sus fuerzas, por supuesto se lo permiten, vuelva al ruedo electoral. Las debilidades en la administración Trump son, más que evidentes, escuetas. Usted, querido lector, se preguntará a cerca del por qué de nuestras afirmaciones que, repetimos, no hemos variado en una sola coma, pues por lo que sus ojos a cada momento están viendo. Ayer estuvimos en la Guerra Fría y a pesar de la gran campaña del presidente George Herbert Walter Bush (George Bush padre), quien falleciera recientemente, el viernes 30 de noviembre de 2018, debido a las continuas agencias de guerra, y en medio de un telón de acero que cansaba a la humanidad hasta las orejas del mismo Keynes, Bush padre –aspirante, entonces, a una segunda nominación, no pudo ganar las elecciones a Bill Clinton.

Pero bien, veamos razones: El Telón de Acero, el presidente de los Estados Unidos ruega por un muro entre México y su país; no existe nada más devastador en el camino hacia unas elecciones que manifestar falta de humanidad, y esto ha sido un gran error de Trump: ver niños llorando, escenas terribles del país que ha encarnado siempre el llamado “Sueño Americano abanderado en la migración, eso llamará al votante, en general, a unos cuestionamientos extensos ya que el propio Trump y su familia son parte de esta historia migratoria; los continuos desencuentros con los periodistas y la comunidad internacional así como con los representantes de ciertos estamentos de Naciones Unidas sin importar lo anejo de la institución a la gran potencia mundial. Pero hay más: el se ha denominado a sí mismo como un político atípico y, mientras todo esto pasa, el Partido Demócrata recompone sus fuerzas, sus activistas políticos, su estrategia y, encima de todo, una fulminante encuesta acaba de arrojar que el 60% no desea un segundo mandato de Donalp Trump.

Sin pérdida de tiempo sabemos que Elizabeth [Harring] Warren ya ha salido al frente, lo mismo que Biden y la propia Michelle Obama, mientras la anterior aspirante observa sabedora de que, de tomar nueva la decisión, su lucha tendrá más que el paso abierto. No sé si todo esto les trae el recuerdo de las alecciones estadounidenses de 1992, donde la gran impopularidad siquiera la encarnaba el presidente Bush (padre) sino su vicepresidente Dan Quayle.

Lo cierto es que los aires nos llevan a pensar que los políticos o, mejor, los presidentes atípicos, lo mismo que sus compañeros de acciones políticas, detrás de las columnas palaciegas suelen dejar muchas cosas en el camino que pudieron haberse convertido en verdaderos logros si la dedicación esencial hubiera sido dedicarse, en todo su poder, al verdadero avance de una nación con tan vasta historia; es decir: ciertamente “Un político se convierte en estadista una vez que empieza a pensar en las subsecuentes generaciones y no en las próximas elecciones”, volviendo, en este caso, a aludir la aseverada frase adjudicada a Churchill, sin fuente evidenciable y, entonces, basar nuestro texto en un contra-canto a la verdadera frase de Churchill de junio de 1940 afirmando que, de lo que estamos, indudablemente seguros es que, sin obviar las discusiones sobre el pasado y el presente, estaríamos ganando la gran fortuna del futuro.

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