El mundo de hoy
La sombra de incertidumbre que genera la pugna entre las grandes potencias por la hegemonía mundial se expande hasta cubrir totalmente al planeta al punto que ningún mortal es inmune a la agonía o temor de que una guerra global estalle desde la península coreana, Medio Oriente, Golfo Pérsico, Franja de Gaza, frontera India-Pakistán, en Ucrania o Crimea.
Esa lucha entre Estados Unidos, Rusia, China, Unión Europea se inició en el ámbito económico, donde cada potencia procura consolidar o expandir dominios en la generación de bienes esenciales, tecnología y canales de comercialización, así como el la preservación del valor de sus respectivas monedas.
La decisión de Estados Unidos, de retirarse o no reconocer los postulados de la Cumbre Mundial de Paris, en la que el mundo civilizado se comprometió trabajar para disminuir el calentamiento global, ha sido un golpe muy duro a los propósitos de contribuir por la paz y la prosperidad de la humanidad.
Donald Trump ha desatado los demonios del nacionalismo irracional que a su vez genera en todo el mundo epidemias de racismos, xenofobia y extremismos religiosos, ideológicos o tribales, lo que se agrava porque armas de destrucción masivas están en manos o control de líderes o gobiernos desaprensivos.
El mundo de hoy es menos integracionistas o solidario, como lo demuestra la salida del Reino Unido de la Unión Europea, los afanes independentistas de Cataluña o las guerras en África, Medio Oriente y Asia entre tribus o etnias, que han generado enormes flujos migratorios hacia Europa.
Por un epidémico nacionalismo las potencias no reconocen autoridad jurídica, política o moral a instituciones de relevancia mundial como Naciones Unidas, Organización Mundial del Comercio, Corte Penal Internacional, Unesco, OPS, Banco Mundial, Unión de Naciones Africanas, ni mucho menos a los entes de integración regional.
En el ámbito económico, la guerra global estallo con la crisis financiera que se desato en 2008 con el estallido de la burbuja hipotecaria en Estados Unidos, que tuvo similares efectos que una bomba atómica, sobre las finanzas y la gobernanza de Rusia, China, UE, Brasil, India, América Latina y la propia Unión Americana.
Como resultado de esa conflagración económica, las potencias aplican políticas proteccionistas en los ámbitos monetarios, en el comercio internacional, trasiego de capitales, valor de la moneda y hegemonía sobre la tecnología, sin tomar en cuenta los daños colaterales sobre naciones pobres y emergentes, que sufren la secuela de marginalidad económica e inestabilidad política y social.
La humanidad amanece cada día con el temor de que sea el último de una civilización que en vano quiso cimentarse en la paz, cooperación, integración, justicia, equidad, respeto al derecho internacional y protección al medio ambiente.
El mundo está hoy en manos de líderes e intereses irracionales anidados en Washington, Pyongyang, Moscú, Nueva Delhi, Islamabad, Tel Aviv o cualquiera que pueda accionar un botón nuclear. La clase política dominicana no parece estar al tanto de eso.