El Estado y las inversiones en infraestructuras

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Para el gran pensador inglés, Thomas Hobbes, el origen del Estado está en el pacto que realizan las personas entre ellas mismas. En una visión acabada y moderna de un Estado de este tiempo se podría describir a este aparato jurídico, político y económico, como el encargado de organizar a toda la sociedad en los aspectos más neurálgicos de ésta. El Estado se eleva a la estratosfera, y ya por encima de la ciudadanía, este instrumento de desarrollo tiene como tarea ser un valladar de las estridencias hieráticas de la ciudadanía y sujeto de desarrollo y progreso en libertad. Nunca está en las atribuciones estatales avasallar, ni aniquilar las iniciativas ni los esfuerzos individuales, El Estado en su fase madura es un ente de tolerancia y de democracia, siempre buscando el bien común y negando en todo momento injusticias e irritantes privilegios. La historia del capitalismo desarrollo es la historia de estados organizados. Pero a pesar de los fabulosos resultados del capitalismo de primer mundo, fruto de un Estado que actuó en dirección al desarrollo económico y social, algunos economistas buscan afanosamente la eliminación de este instrumento de contención de pasiones desbordadas. Quieren negarle el papel estelar que desempeña el Estado en el desarrollo del capitalismo a escala mundial. No está demás el pensamiento que con un acierto de francotirador que da en la diana, el clásico economista inglés, John Maynard Keynes se refirió a ese capitalismo sin organización cuando dijo que, “El nihilismo de los mercados de capital sin regular convierte el bienestar en un simple efecto secundario de la actividad de un casino” La crisis que comenzó en el año 2008 demostró la imperiosa necesidad de contar con estados capaces de impedir el crack en que caería la humanidad si no hubiera supervisión y fiscalización del capitalismo. Las últimas recomendaciones del Fondo Monetario Internacional a las economías mundiales, principalmente a las del primer mundo, son contestes al rol que debe jugar el Estado. El organismo mundial sugirió el aumento en las inversiones de infraestructuras como forma de impulsar el crecimiento tanto a corto como a largo plazo, y de esa manera encarar los riesgos de una permanente demanda débil. ¿Y quién es el ente capaz de hacer esas grandes inversiones que aconseja el FMI para evitar la profundización de la crisis que se inició en el 2008? Oh, El Estado; ese mismo aparato satanizado por una caterva de economistas, que hicieron de sus absurdas teorías económicas, el andamiaje certero que llevó a una de las crisis más severa que ha padecido el mundo. Claro está, el FMI señala que se utilice financiación privada para evitar tensiones fiscales que llevan al dinero inorgánico, método utilizado por estados irresponsables. Muy diferente a lo que plantearon muchos economistas que vieron sus tesis rodar por el suelo, y que a raíz de la crisis del 2008, hicieron mutis por las secuelas negativas que esta tuvo en todo el globo terráqueo. Los ideólogos de la Tercera Vía son más realistas que muchos de los radicales economistas anti estatal, cuando dicen, “Todo el mercado que sea posible, pero todo el Estado que sea necesario”. Estos por lo menos no objetan el Estado en sus planteamientos teóricos. Las recomendaciones del FMI demuestran que el Estado tiene siempre su trabajo en ser un órgano de dinamismo, regulación, fiscalizador, respetuoso de libertades y sujeto profundizador de democracia, como además motivador y constructor de riquezas en las sociedades capitalistas.

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