El escándalo social como pulso de la democracia

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La autora es investigadora y analista de políticas públicas. Reside en Santo Domingo

POR EMELYN HERASME

Múltiples casos de variada naturaleza han suscitado indignación en la sociedad dominicana, al revelar la persistencia de problemáticas estructurales como la corrupción, la impunidad, la violencia de género y las desigualdades sociales, poniendo de manifiesto la fragilidad institucional del país y la ausencia de respuestas efectivas por parte del Estado.

La capacidad de escándalo social no se trata de un simple estallido emocional, más bien debe entenderse como una crítica viva que expone las fisuras entre el poder y el pueblo; una capacidad expresiva que, con singular intensidad, retrata a una ciudadanía que rechaza la resignación y transforma la indignación en un motor de exigencias.

Desde esta óptica, el escándalo social actúa como un termómetro de la democracia, midiendo tanto la tolerancia al descaro del gobierno como la fuerza colectiva para resistir. Así, se convierte en un espejo que obliga a las instituciones a enfrentar su propia imagen, a menudo distorsionada por la indiferencia o la complicidad.

A la luz de la sociología, este fenómeno, más allá de reflejar una reacción visceral, es un potencial transformador que invita a ser escrutado con optimismo fundamentado, sustentado en la agencia colectiva y enraizado en la memoria histórica dominicana. Nos desafía a preguntarnos hasta dónde estamos dispuestos a cuestionar las estructuras que perpetúan la injusticia.

Max Weber hace una reflexión sobre los cimientos del poder legítimo, nos legó una herramienta para comprender este dinamismo: la autoridad se sostiene mientras el pueblo la percibe como justa (Weber, 1922).

En las sociedades democráticas, cuando los gobiernos incumplen promesas o gestionan con negligencia crisis como la corrupción endémica o la precariedad de servicios básicos, detona una crisis de legitimidad.

Émile Durkheim analiza la conciencia colectiva y argumenta que las sociedades cohesionadas responden con indignación a las transgresiones al orden moral (Durkheim, 1893).

En la República Dominicana, esta cohesión se forja a partir de una historia de lucha —desde la resistencia a Trujillo hasta las protestas actuales—, en la que el escándalo social se transforma en un lenguaje común que une generaciones y da voz a los silenciados.

La ciudadanía dominicana, desde el núcleo estructural de su desigualdad, halla en estas movilizaciones un espacio para redefinir su relación con el poder y encara la narrativa de pasividad que a menudo se le atribuye.

Hannah Arendt (1958) nos recuerda que el poder se cimienta en la acción colectiva, y en Dominicana este poder se renueva cada vez que el pueblo toma las calles o plataformas digitales para señalar la irresponsabilidad.

Numerosas autoras, desde diversas latitudes de América Latina, convergen en retratar el poder colectivo como una réplica a la irresponsabilidad o el abuso de los gobiernos; a través de enfoques plurales —que abarcan desde lo revolucionario hasta lo simbólico—, ilustran cómo este poder se manifiesta tanto en actos visibles de protestas como  en una fuerza subterránea que transforma desde su interior.

En esta ocasión, recomendamos la lectura “Oprimidos pero no vencidos”: Luchas del campesinado aymara y qhichwa de Bolivia, 1900-1980 (1986) de Silvia Rivera Cusicanqui, socióloga y activista boliviana de origen aymara, cuya obra ilumina las luchas colectivas y las epistemologías indígenas desde una perspectiva descolonizadora profundamente transformadora. Su análisis nos invita a mirar más allá de la protesta y explorar las raíces de la resistencia.

En fin, preservar la capacidad de escándalo social es una exigencia deontológica y política que nos convoca a no claudicar ni normalizar la irresponsabilidad de los gobiernos. Mantener viva esta chispa de indignación colectiva honra nuestra memoria de lucha y nos empuja a construir, paso a paso, un futuro donde el poder no sea un privilegio de pocos, sino una conquista de todos.

Que cada grito ante la injusticia sea un recordatorio de nuestra fuerza latente, un llamado a transformar la apatía en acción y a forjar, desde la raíz, una democracia digna de ser vivida.

emelynherasme@gmail.com

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