OPINION: El enfado de Trump por los refugiados australianos

Como todo lo que se dice sobre el presidente de Estados Unidos viene con un gran contenido de especulación y sensacionalismo, recibí algo escéptico los detalles de la “pela de lengua” que -al decir de la media- éste le dio al Primer Ministro australiano. Yo no alcanzo a imaginar siquiera, cómo se puede filtrar al público una conversa de este nivel, pero, ya se da por un hecho.

 

Al no contar con los informantes que asegura tener CNN, por ejemplo, he de apelar a mi propio razonamiento y construir una hipótesis posible sobre lo que pudo generar este impasse. Debo poner en el escenario los hechos conocidos públicamente y teniendo en cuenta el carácter del presidente Trump, pues, hacer una interpretación que pueda bordear la realidad.

 

Lo primero es precisar que Australia ocupa el puesto número dos en el Índice de Desarrollo Humano, solo detrás de Noruega y muy por encima de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido. Pero además, la isla continente exhibe un 99% de alfabetización y un 60% de educación superior y técnica entre los adultos. Su PIB per cápita, lo coloca entre los diez países mas ricos del mundo.

 

Estos indicadores -muy buenos por cierto- distan mucho de su linaje o alcurnia como país independiente, ya que en sus inicios, sabemos, Australia fue una gran cárcel británica y que su autonomía plena no se concretó sino hasta 1931 con el Tratado de Westminster, que hubo de ser ratificado en 1942. Y por esos mismos indicadores, este gran país es un apetecido destino migratorio para ciudadanos tercermundistas.

 

Cabe aquí señalar también sus condiciones demográficas, que al compararlas con las de Estados Unidos, quizás podamos entender la causa posible de la renuencia del presidente Trump a aceptar el acuerdo que recientemente firmaran Barack Obama y el primer ministro australiano Malcolm Turnbull.

 

Australia posee 7, 692, 024 km² y Estados Unidos 9, 371,174 km², pero mientras hay solo 23 millones de australianos, existen 325 millones de americanos. Esto significa que Australia tiene 3 habitantes por km² y Estados Unidos 30, por lo que la nación americana es 10 veces mas poblada. De esta realidad se colige que este lejano país tiene mucho mayor posibilidad de recibir inmigrantes que Estados Unidos y desde luego, por su historial, tiene también mas necesidad de ellos.

 

La política nacional australiana siempre ha sido promover la inmigración. Siempre necesitaron que mas y mas ciudadanos del mundo decidieran acoger a Australia como su patria y en un momento determinado de su historia, esta penosa situación se plasmó en la dramática frase de: “Australia debe poblarse o morirá”. Es por ello que al año de 1973, desterraron el antiguo concepto de “una Australia blanca”, que limitaba de algún modo la tan necesitada migración interna.

 

Hoy por hoy, Australia, junto a Canadá, Israel y Nueva Zelanda, constituyen la cuarteta única de países que están abiertos, “casi totalmente” a la migración mundial. Y las comillas se explican porque aun con la necesidad capital de mano de obra y población, solo aceptan la migración legal, tramitada formalmente. La figura del “refugiado” o ciudadano que viene huyendo de su situación particular y trata de ingresar subrepticiamente al país, no es aceptada nunca en estas cuatro naciones.

 

En el caso de Australia, esta continua e inflexible política sobre migración, tiene un gran punto de apoyo en dos pequeñas naciones que se separaron de ella hace unos 30 y tantos años, pero que por sus tamaños y dependencia de la primera, fungen como colonias. Algo así como esos “storage” que uno alquila para guardar las cosas que no le caben en el apartamento, pero que no puede o desea echar a la basura.

 

En la isla Manus, de Papúa Nueva Guinea, Australia mantiene un campamento con 872 refugiados y en las islas Nauru, otro centro de detención con unos 390 refugiados. Estos 1,262 prisioneros provienen mayormente de Medio Oriente y -por razones obvias- son considerados como de alto riesgo, tanto para el gobierno americano, como para la seguridad nacional.

 

En noviembre 13, cinco días después de las elecciones, Obama firmó el mañoso acuerdo con el premier australiano para recibir a los refugiados que están prisioneros en las islas antes citadas. Esa inusual decisión del presidente saliente, es lo que Donald Trump define como “un acuerdo estúpido”, y mal intencionado agregamos nosotros, porque no hay forma de justificarlo; a no ser que fuera concebido para crearle problemas al futuro gobierno.

 

Como se puede notar, la crisis que el establishment -encabezado por Barack Obama- trata de generarle al presidente Trump y al país, no se sustenta en la supuesta o talvez real “volatilidad emocional” del nuevo mandatario sino, en la mal sanidad y perfidia de una clase gobernante que se resiste al cambio de rumbo del país.

 

Vistos los acontecimientos fríamente, debemos admitir que el berrinche de Donald Trump está mas que justificado, muy al margen de cuán ciertas pudieran resultar las maliciosas versiones reveladas por la prensa amarillista y conspiradora, con CNN a la cabeza.

jpm/of-am

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