El camino de las lágrimas: duelo y esperanza de una nación

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El autor es comunicador. Reside en Nueva York

POR LUIS M. GUZMAN

La madrugada del 8 de abril de 2025, República Dominicana vivió una de las tragedias más devastadoras de su historia reciente. El colapso del techo de la discoteca Jet Set en Santo Domingo, durante una presentación del merenguero Rubby Pérez, dejó 221 muertos y más de 200 heridos. La magnitud del desastre ha sumido al país en un luto colectivo, donde el dolor trasciende lo individual y se convierte en una experiencia compartida.

En su obra El camino de las lágrimas, Jorge Bucay reflexiona: «La muerte de un ser querido, cualquiera sea el vínculo, es la experiencia más dolorosa por la que puede pasar una persona. […] Duele el pasado, duele el presente y especialmente duele el futuro.» Esta cita resuena profundamente en el contexto actual, donde familias enteras enfrentan la pérdida de seres queridos y la incertidumbre de un futuro sin ellos.

Entre las víctimas se encontraba el reconocido cantante Rubby Pérez, cuya voz emblemática del merengue se apagó trágicamente esa noche. Su hija, Zulinka Pérez, sobreviviente del colapso, relató el angustiante momento del desastre. La pérdida de figuras públicas como Pérez ha intensificado el duelo nacional, uniendo a la población en el dolor y la memoria.

La tragedia del Jet Set nos confronta con la fragilidad de la vida y la necesidad de cuidar a los demás. Es un llamado a la reflexión sobre nuestras prioridades y vínculos. Los testimonios de los sobrevivientes y familiares reflejan la profundidad del dolor, la pérdida de líderes como Nelsy Cruz, quien dedicó su vida al servicio público, resalta la importancia de valorar y proteger a quienes trabajan por el bien común.

El exbeisbolista Octavio Dotel también perdió la vida en la tragedia. Su esposa, Massiel Dotel, expresó: «Siento que Dios me lo prestó por 51 años y ahora se lo llevó de regreso». Estas palabras reflejan una aceptación serena del dolor, una etapa que Bucay describe como esencial en el proceso de duelo.

Una herida que es de todos

La tragedia no discriminó entre clases sociales. Desde trabajadores hasta miembros de la élite política y artística fueron víctimas del colapso. Esta diversidad en las pérdidas ha generado una solidaridad inédita en el país, donde las diferencias se han desdibujado ante la magnitud del dolor compartido. Los testimonios de los sobrevivientes son estremecedores. Estas experiencias personales humanizan la tragedia y permiten a la sociedad empatizar y procesar el dolor de manera más profunda.

La comunidad dominicana en Nueva York también ha expresado su dolor. En Washington Heights, se erigió un memorial en honor a las víctimas, y se celebró una misa en la iglesia St. Elizabeth, donde se enfatizó la unidad más allá de las diferencias políticas o regionales. Este duelo transnacional evidencia la profunda conexión de la diáspora con su país de origen.

¿Cómo enfrentamos semejante pérdida como sociedad? 

Para abordar estas preguntas, el libro «El camino de las lágrimas» del terapeuta y escritor Jorge Bucay ofrece una brújula compasiva. En esta obra, Bucay describe el duelo no como una patología, sino como una parte inevitable del proceso de amar y perder. Nos enseña que el dolor es proporcional al vínculo, y que solo a través del reconocimiento del sufrimiento se puede caminar hacia la sanación.

Bucay afirma que “el dolor no se supera: se atraviesa”. Esta frase cobra un sentido especial en una tragedia como la vivida en Jet Set. El duelo colectivo —a diferencia del individual— no solo es íntimo, sino también público. Las imágenes de los familiares llorando, los homenajes improvisados en las calles, los minutos de silencio en las escuelas: todo esto forma parte de un ritual de comunidad doliente. El autor insiste en que “negar el dolor es perpetuar el sufrimiento”. Entonces propone detenerse, llorar, recordar, y sólo entonces volver a caminar.

En momentos de dolor colectivo, los rituales y homenajes adquieren un significado especial. Las honras fúnebres de Rubby Pérez en el Teatro Nacional Eduardo Brito y el Parque Cementerio Puerta del Cielo son ejemplos de cómo la cultura y la comunidad se unen para rendir tributo y encontrar consuelo. Los funerales colectivos, las misas, las veladas frente a la discoteca colapsada, son expresiones de esta necesidad humana de comprender lo incomprensible. Encender una vela, abrazarse, compartir anécdotas de las víctimas, son actos que dan forma al vacío.

El duelo no es un proceso lineal ni uniforme, individuo y comunidad lo vive de manera única. «Perder es dejar algo ‘que era’, para entrar en otro lugar donde hay otra cosa ‘que es’.» Esta transición, aunque dolorosa, es inherente de la experiencia humana.

El duelo vivido en comunidad es un motor de transformación, si se acompaña con verdad, compasión y compromiso, deja como legado una sociedad más consciente y solidaria. Bucay lo expresa así: “La tristeza compartida es la mitad del dolor; la alegría compartida es el doble de alegría.”

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Leona Comp
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9 dias hace

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