Efecto placebo en la práctica médica

 

   Recuerdo que cuando iniciaba mi práctica como profesional de la salud, en un servicio, mi superior inmediato me ordenó ponerle una inyección, que llamó americana, a una paciente asmática. 

 Me sorprendí porque no había leído ni oído hablar de ese producto, por lo que le pregunté y me dijo al oído: ponle 2 cc de agua destilada intramuscular y verás que se mejora de una vez. Así fue, al poco rato no tenía dificultad respiratoria.  

   Muchos médicos utilizan inyecciones de vitamina para una persona con un ataque de histeria y el afectado por este mal siente mejoría.  Otros galenos administran tabletas hechas con harina o jarabe elaborado con agua, azúcar y un colorante.

  Muchos se van tan lejos que simulan a los pacientes una cirugía para conseguir mejoría de algunas dolencias.  A estos resultados se llama “efecto placebo”.  Este se explica por la liberación de dopamina en el sistema nervioso central producida por sustancias o un procedimiento dado.

 

   Por todas estas evidencias se ha definido al placebo como una sustancia o procedimiento sin efectividad comprobada contra una enfermedad para la que se utiliza.  Algunos afirman que es como una medicina sin principio activo y con frecuencia se emplea en investigaciones para comparar el efecto de un fármaco con él y así descartar que la respuesta al producto utilizado en el estudio sea psicológica.

 

   El uso del placebo ha sido muy cuestionado y hasta se ha catalogado como una burla o un engaño al enfermo y una falta de ética del médico que lo utiliza.  El doctor Richard Cabot, llegó a recomendar en el año 1903, evitar la utilización del placebo por no estar de acuerdo con ella. 

 Sin embargo, en los últimos años esta práctica ha tomado tanta fuerza que en el 2011, la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y el Centro Médico de Beth Israel Deaconess iniciaron el Programa de Estudio Placebo para profundizar las investigaciones al respecto.

 

   El efecto nocebo es opuesto al placebo.  El enfermo reporta que no ha sentido la acción esperada al usar un fármaco.

 

  A pesar de todo lo expresado en párrafos anteriores, la mayoría de los médicos sigue utilizando el placebo.  De acuerdo a una información publicada por la BBC Mundo Salud en marzo 20 del año 2013, el 97 por ciento de estos profesionales admite haber indicado placebos a sus pacientes. 

 

   Se utilizan placebos puros preparados con sustancias sin acción farmacológica y solamente contienen azúcar, harina o polvo.  Hay otros elaborados con sustancias activas como vitaminas y analgésicos, indicados para otras patologías, no para las que se están tratando con ellos.

 

EL PROBLEMA ETICO

 

   Una gran cantidad de estudiosos del tema plantea que no es ético emplear placebos y que se irrespeta al enfermo cuando utilizamos preparados que no están indicados para su padecimiento.

  Muchos piensan que si se emplea un placebo se está engañando al paciente y el médico no debe recurrir a estos recursos porque, se supone, ejerce su profesión de manera honesta y apegada al rigor científico y la solidaridad.    

 

   Aunque algunos médicos condenan el hecho de utilizar placebos, muchos defienden su prescripción porque la actitud positiva del paciente libera sustancias analgésicas naturales en el cerebro y esto se expresa en mejoría real para el enfermo con dolor y enfermedades de origen emocional. 

 Sin embargo, los opositores a su uso afirman que es muy contrario a la ética administrar placebo a un enfermo para el que hay medicinas con posibilidades para resolver su problema y sólo aceptan utilización de esta herramienta para los casos que no han respondido a terapias establecidas en protocolos vigentes y desde el punto de vista médico no hay otra opción para ellos.

 

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