Duarte en el corazón

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EL AUTOR es economista y consultor. Reside en Santo Domingo.

Aunque el libro de Pablo Mella (2013) “Los espejos de Duarte” arroja dudas sobre la insigne proceridad de Juan Pablo Duarte, los dominicanos veneramos su memoria por considerarlo el principal e indiscutible Padre de la Patria. Apena, sin embargo, que el primer monumento que se erigió para honrarlo, surto en el Parque Duarte (PD) de la Ciudad Colonial, no recibe hoy día un tratamiento condigno con su excelso protagonismo. Por el contrario, algunos reportes dan cuenta de que su entorno ha devenido en un antro de feas inconductas. Sea eso cierto o no, el PD amerita correctivos que exalten adecuadamente la figura del patricio y le otorguen solemnidad.

El PD existe desde el siglo XIX y ha tenido diferentes nombres: Plaza Anacaona, Plaza Santo Domingo, Plaza del Convento de los Dominicos. Pero fue el 20 de noviembre del 1891 cuando el Ayuntamiento lo bautizó con el nombre de Plaza Duarte. La leyenda dice que ahí se ahorcó a la cacica Anacaona y la historia cuenta que en el 1586 el corsario Francis Drake ahorcó ahí a dos frailes dominicos. Se reporta también que era el sitio donde se reunían los trinitarios para complotar contra la ocupación haitiana. Al PD le cabe la distinción de albergar la primera estatua de Duarte, erigida en el 1930 e inaugurada por el presidente Horacio Vásquez. No se conoce cómo pasó de ser llamado plaza a parque.

El espacio es un oasis de agradable esparcimiento en algunos días y horas de la semana. Adornado por frondosos árboles y acogedores bancos, en las fechas patrias son frecuentes las visitas de grupos que homenajean a Duarte con ofrendas florales y hasta cánticos. Funge también como lugar de encuentro para pintores, declamadores, grupos musicales y usuarios de diversa orientación sexual en los fines de semana. Pero algunos de sus antiguos vecinos alegan haberse mudado por los ruidos y escenas discordantes que, esporádicamente, dan pie a ojerizas bien fundadas.

El destacado gestor cultural Kin Sanchez sentencia: “Los países que respetan y rinden honor a sus héroes tienen especial cuidado con los entornos donde colocan a sus monumentos. Se induce al visitante o usuario regular a un comportamiento acorde con la solemnidad de esos sitios.” Por eso, al visualizar el futuro del sitio, se propone elaborar una nueva visión para engrandecer la figura de Duarte. El epicentro de esa visión debe ser la entronización de un ambiente de paz y solaz esparcimiento por ser eso lo más compatible con su sacrosanta memoria. El PD deberá ser un lugar de ensueño patriótico que inspire a las nuevas generaciones a realizar aportes y sacrificios por un mejor país. Y los que vayan a reconocer al patricio también deben poder disfrutar de los encantos del lugar. Aquellas actividades que no armonicen con ese fin no deberán ser toleradas.

Algunos argumentaran que ya el Altar de la Patria llena ese cometido. Y ciertamente, ese es el principal sitio para, en las fechas de efemérides nacionales, las ofrendas y los homenajes a los próceres que han sido oficialmente designados como “Padres de la Patria”. Pero al no haberse jerarquizado la importancia relativa de cada uno de ellos se hace necesario destacar por otros medios la principalía de Duarte. En reconocimiento de esa principalía hemos hecho festivo el 26 de enero, homenajeando a Sanchez y Mella en días ordinarios. Como institución oficial, el Instituto Duartiano ratifica también tal principalía, al no haber homólogas para Sanchez y Mella. Y ya que el PD contiene la más fiel y grande estatua de Duarte en el país, y por ser esta el primer monumento en su honor, el sitio resulta el más adecuado para acoger los homenajes públicos a su memoria.

Pero en su actual situación, el PD no le hace justicia a la grandeza de Duarte ni refleja la centralidad de su importancia para la nación. Al estar ubicado en la “Ciudad Colonial” y tener una estatua de menor tamaño que la de Cristóbal en el Parque Colon, el divino eco de la figura duartiana queda apocopado y envuelto en la bruma de la época colonial. Nuestras raíces hispanas merecen resaltarse, pero la proclamación de nuestra independencia es el hecho cumbre de nuestra historia. De ahí que la hispanidad deba subordinarse, además de que el ADN del pueblo dominicano es mayoritariamente afrodescendiente. Porque a Duarte hay que proyectarlo por encima de los personajes coloniales debemos entonces ensanchar la dimensión del PD incorporando la Plaza de Bartolome de las Casas (PBC) y la Capilla de la Tercera Orden (CTO) en la nueva visión de la monumentalidad duartiana. Esas venerandas adyacencias se prestan para lograr el realce propuesto en una armoniosa vecindad.

Debemos comenzar con importantizar el monumento y el PD mismo. Por decreto presidencial, entonces, se asignaría su cuidado a los ministerios de la Presidencia y de Defensa. (Estos nombrarían un gobernador civil para gestionar el lugar.) Si la Puerta del Conde y el Panteón Nacional merecen una guardia de honor compuesta por cadetes de nuestros institutos castrenses, el estatuario de Duarte en el PD lo merece también. Esa guardia se haría entre las 9 de la mañana y las 6 de la tarde, rotando los cadetes para que representen a ambos sexos y sus diferentes matrices institucionales. Es cierto que ese injerto militar resultaría contrastante con la atmósfera de solaz esparcimiento, pero es ese contraste lo que impartiría solemnidad al sitio. Aunque no haya glorieta ni fuentes de agua, tanto los nacionales como los turistas apreciarían mejor el sitio si se ilumina bien y se despliega una bandera nacional de impresionante dimensión.

Una segunda intervención reforzaría la arborización y el ajardinamiento. El conjunto estatuario fue desfigurado cuando se cortaron las matas de filorias que flanqueaban sus cuatro esquinas. Ahora habría que escoger los arboles esquineros, preferiblemente el laurel y la palma que adornan nuestro escudo. En algunos sitios del PD donde todavía quedan claros también se plantarían palmeras reales para impartirle más trópico. El ajardinamiento se lograría colocando elegantes jardineras y sembrando en ellas jazmines de Malabar. Esas eran las flores que se colocaban en la cabellera las señoritas que pertenecían a La Trinitaria (“filorias”) para significar su identificación con la causa de la independencia.

Las obras de remozamiento y dignificación del PD deberán ser complementadas con el rediseño de la CTO y la PBC. La CTO es propiedad de Bienes Nacionales y actualmente está asignada a la Pastoral Juvenil de la Iglesia Católica. Se podría reclamar para convertirla en la Biblioteca de la Dominicanidad Vicente Duarte, trasladando ahí la colección de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos y la del Museo de Duarte. La alternativa seria asignarle el sitio a la Escuela de Música de la Sinfónica Juvenil de la Ciudad Colonial para que lo use como cámara de ensayos y lugar de finos espectáculos.

La PBC, por su parte, se rebautizaría con el nombre de Plaza Juvenil Rosa Duarte, mudando la actual estatua del sacerdote a la Plaza Montesinos. Sus puertas se mantendrían abiertas para estimular su uso por parte de jóvenes y viejos. Sus bordes internos se decorarían con jardineras de rosas y se techaría con un galpón de armazón metálico y hojas de asbestos. Una opción sería la de ponerle un piso de tabloncillo para que los jóvenes y viejos acudan a bailar música dominicana un par de noches a la semana. Otra opción seria la de dedicar el sitio a espectáculos musicales sin fines de lucro, incluyendo retretas por parte de las bandas de los institutos castrenses y la PN. Habría que colocar bancos en el perímetro interno que permitan el cómodo disfrute de estos eventos.  Todas las propuestas de uso deberán rendir tributo a la decencia.

Las sugerencias precedentes son poco costosas y contribuirían a que la población lleve a Duarte en el corazón. Sin embargo, no debe descartarse un concurso arquitectónico para que otros ofrezcan visiones alternativas de dignificación de la figura del patricio, armonizando su concepción con el Convento de los Dominicos (donde se fraguó la doctrina de los derechos humanos. según reportan Maceiras y Mendez, en el libro “Los Derechos Humanos en su Origen” (2011). Al final, lo que se haga o deje de hacer determinara cuan grande es nuestro apego a la identidad dominicana y a los valores mas trascendentes de la humanidad.

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