Dominicanidad

El viernes en la tarde confronté serias dificultades para  retornar a mi oficina por los prolongados y descomunales entaponamientos en la zona céntrica de Santo Domingo que afectaron por igual a todas las avenidas, puentes y elevados de la ciudad. Era como si se había anunciado el fin del mundo.

Desde temprano se temía por esa desenfrenada histeria colectiva por el consumo, porque los periódicos impresos amanecieron cargados de ofertas sobre atractivas rebajas de precios en todo lo que se puede comprar o vender,  desde electrodomésticos, automóviles, hasta teléfonos móviles.

Esa revolución consumista estuvo motivada por la importación de una vieja tradición que nació en el Reino Unido y fue adoptada por Estados Unidos, para aplicarse al día siguiente de la emblemática celebración del Gracias Thanskgiving Day, con la finalidad de equilibrar la contabilidad de los negocios.

Desde la óptima económica, el “Viernes Negro” se erigió en una buena jornada para el comercio y también para los consumidores que aprovecharon buenos precios para adquirir  productos que  en la mayoría de los casos no necesitaban o que no podían  comprarlos.

El Viernes Negro puso en relieve también la debilidad de la cultura dominicana que puede ser penetrada de un lado a otro por tradiciones o forma de  comportamientos procedentes de otras latitudes, que en vez de enriquecer tradiciones nacionales,  surten efectos de  brutales sustituciones.

La mayoría de los  supermercados agotaron el jueves  sus  inventarios de pavos, consumidos por  gente de clase media en  cenas convocadas por motivos muy ajenos a la  idiosincrasia  o tradición del dominicano, que no debería abandonar sus santuarios  culinarios del  chivo, cerdo y pollo.

Esas dos celebraciones ocuparon la atención de la prensa escrita, radial y televisada, que  no concedieron ni un mínimo espacio para divulgar el festival de perico ripiao que se celebró en Santiago,  ni para resaltar el Día del Merengue, que se conmemoro el dial  anterior al “Thanksgivingday”. Tampoco se habló mucho  del  convierto en recordación de los 40 años de “siete Días con el Pueblo”, la  jornada  artística  de mayor relieve en la lucha contra las tiranías de América.

El gentilicio dominicano se resiente, no solo por la burda campaña internacional, con apoyo local, que lo presenta como sinónimo  como racista y xenófobo, sino también por la  agresión a su cultura y tradiciones, como resulta de imponer un Viernes negro o  una cena del pavo. Es imperativo defender y promover la dominicanidad.

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