Divagaciones del anochecer

Nadie sobre la tierra sabe en este momento cómo quedaremos ni cual será el final de nada, y en esta situación no me canso de repetir que no somos ni seremos los mismos. Eso se da por descontado.Todo en el mundo ha cambiado, todo ha dado un giro de enormes e indescriptibles proporciones. Entristece ver las calles vacías y, durante el día, los transeúntes como fantasmas de un circo colectivo, peces que quizás se buscan en la superficie nocturna de un mar que tampoco es ni será el mismo.

Nos ha igualado el virus, ha cambiado los modos de vida, las costumbres y los hábitos; ha trastornado el sueño y los horarios, y ya hasta es común preguntar cuál día es hoy porque también vamos perdiendo la cuenta de los díasy los meses en razón de que todos son iguales y somos lo mismo: seres incapaces postrados ante un enemigo poderoso e invisible.

Sabia lección la que nos da la vida. Tristeza infinita. Ya no es la huelga la que cierra los negocios, sino la precaución, la necesidad de volver a soñar y presumir. Y conmueve profundamente oír a la española Lucia Gil cantando Volveremos a encontrarnoso el tradicional dúo Dinámico renovando Resistiré, una hermosa canción que conocimos con Estela Raval y los Cinco Latinos.

Me conmueve también, hasta los tuétanos, el soldado del Ejército Dominicano cantando ceremoniosamente Una primavera para el mundo, la joya escrita por mi mentor René del Risco Bermúdez conocida en la interpretación magistral del gran Fernando Casado, noble y leal ser humano a quien me une una larguísimas amistad que empezó en mis tiempos de locutor, cuando yo salía del colegio y me iba derechito, con el uniforme aún, a hacer junto al periodista y mi gran amigo Miguel A. Hernández, el único programa de farándula de ese tiempo, Artes y Espectáculos en el Aire, transmitido por la antigua Radio Ahora.

La humanidad ha padecido fuertes pandemias, incluso algunas que dejaron millones de muertos. Si asomo al alféizar de la ventana de mi estudio de trabajo, veo las calles y siento el silencio aterrador. Nadie quiere tocar una puerta ni algún objeto. No hay consultas médicas, no hay cines ni restaurantes, librerías ni parques a visitar. Nos saturan y golpean los informativos, las llamadas de algunos amigos que nos traen noticias de otros amigos comunes que han sucumbido a la realidad.

En la fría Constanza se pierde el 92 % de la siembra, en San Juan de la Maguana también, y así todas las las siembras. Los depósitos de la Refinería Dominicana de Petróleo están casi llenos porque el tránsito de vehículos ha disminuido considerablemente. Triste ver las escuelas y colegios cerrados, no sentir en la mañana la risa ni los pasos de los niños bajando las escaleras para abordar el vehículo que los transporteal centro de enseñanza.

IGNORANCIA

Pero hay una parte de la población mundial ciega, sorda e ignorante. Tanto aquí como allá hay quienes piensan que esta cuarentena es el castigo de un gobernante inconsecuente. Tamaño y vergonzoso error. Este es un virus extremadamente mortal y todo el mundo, sin excepción alguna, sigue arrodillado. Desde las grandes marcas hasta los más simples ciudadanos. Hay prisa en los grandes laboratorios en la búsqueda de una vacuna que puede ser milagrosa, pero sólo eso, por el momento, prisa, ensayo y esperanza. Ya veremos.

Se quiebran los sueños y se desvanecen las ilusiones. La visita puntual y la llamada. No visitamos a nadie y tampoco queremos que nadie nos visite. Nadie cerca de nosotros, nosotros lejos de todos. Vamos distantes pero juntos. El Facebook, el Instagram, el WhaptsApp nos comunican, pero no sustituyen los sentimientos, que ahora son palabras con teclas, abrazos y besos virtuales.

Ya tu mano está en la mía solo en la memoria de aquellos días. No siento el agua de colonia en tu cuello porque no nos abrazamos, y nos extrañamos. No hay palabras al oídio ni confesiones, y se reprimen por desgracia sentimientos como las lágrimas, ese festejo o dolor líquido que sale sin que nadie lo convoque y desciende por los pómulos rodando hasta agotarse.

Extrañamos el grupo en la oficina, la copa compartida, el juego de dominó y la ronda que arropa a los jugadores, el beso y el tierno abrazo de la novia del hijo, la comida a deshoras frente al mar, el piano bar donde hemos sido tantos y tantas veces. Se contempla el cielo del ocaso o la noche agujereada de estrellas, la piel e alguien, la voz susurrando.

Pues nosotros también nos diluimos, nos desvanecemos en nuestras habitaciones, ante la laptop, nos desgastamos frente al televisor o cuando, después del almuerzo o de la cena, vemos los noticiarios, vamos al balcón o a la terraza y allí nos instalamos. Lecciones que nos muestran, por si aún hay incrédulos, lo frágil que es la vida, lo fértil o desgraciado que puede ser un destino. Sabias lecciones que probablemente nos enseñen a valorar muchas cosas de la vida y del entorno personal.

Dejo el balcón, sin vitillar ni convencerme de nada en absoluto, entro al estudio y cojo un libro y otro, apenas leo párrafos y los devuelvo al lugar que les corresponde en mi biblioteca de acuerdo a la organización establecida por la joven bibliotecaria que se enredó con los cuatro mil volúmenes que integran el mejor de mis tesoros, después de mis pocos hijos y del oro de la amistad.

Pesa el cuerpo y las horas son largas y monótonas, terrible la desolación de convencernos de que estamos en otro mundo donde los afectos son reprimidos en el contacto físico. Que nadie pregunte qué hacer que no sea cumplir lo que han establecido las autoridades. Salidas solo a cosas esenciales, distanciamiento social (más bien físico), guantes y mascarillas, confinamiento y precaución. Lo mejor de la situación es que ha unido familias, el cielo tampoco es el mismo porque han bajado significativamente la polución y los ruidos.

La ausencia de seres humanos ha permitido que playas y carreteras sean abarrotadas por numerosos especímenes del reino animal incluyendo algunos que se daban por extinguidos. Eso es lo bueno y lo mejor.

Ahora puedo esperar la hora de contemplar la sagrada ceremonia de los colibríes que vienen mañana y tarde a las ventanas de mi estudio y al balcón. Colibríes que son obras maestras y lujos de la naturaleza, pero que sin la flor no existen.

JPM

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Don Persio
Don Persio
3 Años hace

Esas lecturas son un bálsamo en tiempos como estos de tanta incertidumbre y dolor. Mi abrazo al señor periodista y autor.

Rafael Almanzar
Rafael Almanzar
3 Años hace

Me permito hacerle al escritor de este artículo que escriba un libro con todas esas vivencias.

Rafael Almanzar
Rafael Almanzar
3 Años hace

Este señor escritor es una maravilla. Leerlo es una terapia en estos tiempos difíciles. Su retrato vivencial es una magnífica película del hoy que vivimos.

Alexis
Alexis
3 Años hace

De la naturaleza que es creación de jehova 🙏

Maria Belén Chacón
Maria Belén Chacón
3 Años hace

Simplemente brillante, genial, una delectación espiritual.