Divagaciones de fin o principio de año
(A mi adorada superestrella Luisa María Güell, allá en Miami, y aquí en mi oído y en mi corazón, porque amistad, amor y nobleza obligan).
Diciembre es un poema y un aguinaldo al que muchos han llamado bebiembre. Y ésta es noche de diciembre, específicamente la noche del último viernes del año. Y en tiempos como éstos y en estas noches, uno piensa, se cuestiona y se hace preguntas que no se sabe si ha de responder el destino, siempre silencioso, o si ha de ser la vida misma en su irremediable destino.
Pero la vida misma, con todas sus fatales o felices consecuencias, es un poema que se torna más intenso, revelador y transparente en estas noches decembrinas. Sea en el karaoke o en piano bar, en la terraza junto al mar o en el recuerdo de algún lugar de la zona norte de la ciudad, donde en la primera juventud creímos ser felices, la memoria es memoria porque siempre regresa sobre sus pasos, aunque suele traicionar.
Pues así son las cosas y los negocios de diciembre con el poema, ese villancico con sabor a madrugada y alcohol, olores de pan y de jengibre, música de perico ripiao o burbujas del bolero. El presente es perpetuo, dijo y repitió con elegancia y propiedad el Nobel mexicano Octavio Paz.
Ahora que estoy en mi estudio personal, íntimo lugar donde leo, escribo, corrijo, sueño y escucho a mi queridísima Luisa María Güell, sobre la mesa el cáliz emulando el Santo Grial y la recién descorchada que contiene la sangre de Cristo, porque así dispuso Él en aquellas bodas y así dice el oficiante en la sagrada liturgia: Haced esto en conmemoración mía, mientras levanta el cáliz
Pues me levanto y me dirijo al alféizar, y es aquí donde se enciende la chispa de la memoria, pues somos eso: memoria y deseo, cono bien dijo el gran poeta T. S. Eliot, en ese monumento de la modernidad que es La tierra baldía, verso que después me serviría para estructurar el título de uno de mis libros, Las memorias del deseo,con el que en el año 1986 obtuve el Premio Biblioteca Nacional de Poesía en su primera versión.
El deseo, tan traidor como la memoria, me da esta noche por hablar de Luisa María Güell, la superestrella de la balada, querida y respetada en toda Hispanoamérica y hasta en París, porque es la única artista no francesa en recibir la medalla de reconocimiento Edith Piaf, debido a lo bien que la cubano-española lo hace, canta como los ángeles y aún es bella como Dios la trajo al mundo. No mujer frágil de cerámica ni paloma torcaz, sino ave del paraíso que tendrá que pedir la indulgencia suprema porque fue ella, Luisa María, quien se tragó todos los ruiseñores de la tierra y por eso canta como solo cantan los pocos privilegiados por la gracia divina.
Dos libros he publicado en los que me refiero, con esta misma voz escritural, al tipo de experiencia al que voy a referirme, aunque brevemente. Estos libros son El bolero, memoria histórica del corazón (1994) y Parece que fue ayer (1999), sin contar una diversidad de artículos publicados en los principales diarios del país.
Pues vienen de muy lejos mis querencias con Luisa María Güell, y razones no me faltan: cuando empecé, a mis 15 años, mi carrera como locutor en la antigua Radio Reloj, Emisoras Unidas, las canciones del momento eran, Ya no me vuelvo a enamorar con la que una espigada y preciosa joven acababa de conquistar un muy importante premio prácticamente en su debut en un escenario internacional nada más y nada menos que con el mecenazgo de Manuel Alejandro, dios de la composición musical que escribió las canciones que le sirvieron de debut al inmenso Raphael, cuya voz todavía resplandece talvez como el sol que habrá de salir dentro de pocas horas, cuando yo termine de decir lo que quiero decir (que nadie considere esto como pleonasmo).
En mi primera juventud la editorial Centurión, breve ensayo editorial y comercial del amigo y periodista Pedro Gil Iturbides, se publicó mi libro Antipoemas, 1975), en el que aparece un texto dedicado a Luisa María Güell, a quien solo había escuchado deslumbrado por las canciones que aún me deslumbran.
El año pasado, específicamente en octubre, fui a Miami para estar presente en el concierto con el que la vida festejaba su 50 aniversario en el arte en el Miami-Dade Country Auditorium. Como siempre la reina nacida en Cuba deslumbró con su voz y belleza, porque en el escenario se crece yse engrandece conservando como tesoro conserva la gracia indefinible del colibrí.
Ese concierto, a casa llena con entradas casi a cien dólares, hechizó a todos los que allí estábamos, entre otros, seguidores de Luisa de diferentes países que volamos hasta la ciudad del sol para disfrutar y ser testigo del potencial que aun conserva esta diva apasionante que sigue siendo aplaudida por la multitud donde se presente. El octubre del 2016.Había venido a presentarse en el país después de 20 años de ausencia, y según muchos periodistas y público a totalidad cantó con el mismo registro de hacía 40 años.
El reputado periodista Ramón Colombo publicó en el no menos prestigioso diario Acentolo siguiente: “Desde el potpurrí inicial hasta la última de las 22 canciones completa (más la ñapa de rigor): ¡La misma gracia en el escenario, como hace 35 años, cuando la conocí! ¡La misma calidad en las mismas tonalidades y delicados matices de hace 45 años! ¡El mismo repertorio concitador de los mejores recuerdos de amor de hace más de 50 años, ahora para una generación que la aplaudió e hizo emocionante coro con ella este sábado! ¡Luisa María Güell increíble, rumbo a los ochenta, pero siempre joven, y como si tanto tiempo no hubiera pasado! ¡Casi octogenaria, Luisa María irreductible! (como Bennet y Aznavour, rumbo a la inmortalidad)!” Tres años han pasado después de la presentación de Luisa aquí en el auditorio Enriquillo Sánchez del ministerio de Cultura.
Pero el pasado sábado 26 de octubre, en el espectáculo Voces de mi tiempo, en el hotel Jaragua, la gran diva dejó boquiaberto, una vez más , y arrancando de sus asientos al gran público que llenó por completo el salón La Fiesta en un espectáculo en el que también participaron estelares como el gran Chucho Avellanet, Lourdes Robles, Germain de La Fuente (el de Los Ángeles Negros), Víctor Víctor y, después, Niní Cáffaro, entre otros.
En mi memoria está muy fresco aún todo aquel espectáculo, todo lo vivido allí, lo visto, lo escuchado y hasta lo imaginado y deseado. Fue Luisa la verdadera reina de la noche vestida de negro, como es habitual en ella, danzando en el escenario, grácil como paloma.
Por eso, en estas noches de fin de año y después de festejar el cumpleaños de mi queridísima reina de la balada, levanto mi copa de cabernet sawvignon deseando feliz año 2020 y que, ojalá siga conservando su voz y esa gracia corporal, y que al fin Dios le conceda el perdón por tragarse todos los ruiseñores de la tierra para cantar como solo ella canta. Te quiero, Luisa María Güell.