Diputado del Exterior: La Manzana de la Discordia

Al principio, me opuse con persistencia casi obsesiva. Es que nunca pude entender para qué nos serviría el voto desde Ultramar y mucho menos, las funciones que pudiera ejercer un diputado de aquí, para representarnos allá. Pero se impuso la voluntad de las claques políticas, que siempre han soñado con ser “servidores” del Estado.
Los encantos de esa burocracia seductora que medra en los gobiernos nuestros, vuelve loco a cualquiera. Hasta a los que decidimos “echar un pie” del terruño buscando nuevos horizontes, nos ha picado el pajarillo ese de cobrar en el Estado, aunque sea -o talvez especialmente- a través de una insolente botella.
Es así cómo, Peña Gómez, se dejó llevar del deseo de los compañeritos de su partido -y de los opositores también- e introdujo el proyecto del Voto en el Exterior, en la reforma constitucional de 1994. Posteriormente, en 2011, Leonel Fernández, promulgó la Ley 138-11 que instituye los llamados diputados de Ultramar.
El caso es que hoy día, lo que yo rechazaba, ya es ley; y las leyes hay que cumplirlas, aunque no nos gusten. Todo lo que puedo hacer es trabajar para que los mejores ciudadanos ocupen la posición y proponerles un programa de acción que pueda beneficiar en alguna forma a la comunidad. En ello se sustenta el espíritu de la democracia.
Aun y cuando la mayoría de los aspirantes a diputados que yo conozco, ni siquiera saben cómo serán elegidos, hay cientos de ciudadanos que ya compraron su boleto para el sorteo. El problema es que el 99% de ellos no tiene posibilidad alguna de resultar ganadores. Y no es por mala suerte, es que los partidos mayoritarios se aseguraron de que no se les vaya de las manos el control de esos siete votos en la Cámara baja.
Cuando una persona “vota” por un ciudadano para diputado del Exterior, está votando por el partido que lo inscribió; el voto “pertenece” al partido, no al candidato. Al contar los votos, se establece, por el llamado “Sistema D’Hondt”, cuántos escaños (diputados) corresponde a cada uno de los partidos participantes.
Los partidos, previamente, someten una lista ordenada de los candidatos que participarán en la elección. En el caso que nos compete, hay tres puestos disponibles y cada organización somete tres (3) nombres, de los cuales, por lo menos uno debe ser mujer; pero pueden ser dos, o los tres.
Como el voto no es “preferencial” sino, “de partido”, quien encabece la lista será el primero en salir elegido y puede que hasta el segundo nombre de una lista resulte ganador, debido a que el electorado dominicano está muy polarizado entre las dos grandes organizaciones políticas, el PLD y el PRM. Así ha sucedido hasta ahora, pero, puede variar.
Todo depende de que aparezca una tercera fuerza, capaz de competir, en simpatías, con los dos grandes partidos. En este momento, solamente se ve la figura de Ramfis Trujillo con capacidad para convertirse en esa real tercera pata del trípode. El asunto es que parece ser que su estrategia de crecimiento ya tocó techo y su presencia ha disminuido en el espectro.
Para que un ciudadano -del sector ramfista- sea el tercer diputado de la circunscripción #1, tendrían que suceder tres acontecimientos: primero, que Ramfis pudiera hacerle campaña públicamente y endosarle sus simpatías; segundo, que su organización lograra convertir en votos, toda esa simpatía y presencia mediática que ha demostrado; y tercero, que tenga un candidato con la suficiente fuerza, credibilidad personal y ciudadana, como para que los dominicanos puedan votar por él.
De estas tres condiciones, la tercera es la única con la que el partido de Ramfis (que aún no sabemos cuál será) puede contar. Las otras dos, hay que construirlas. Es porque hay un joven activista comunitario y deportivo llamado Félix Quiñones, que concita un gran apoyo y reconocimiento dentro de la comunidad, por su carisma y caballerosidad. Aunque es muy cierto que es un novato en la política, se ha dejado sentir por mas de 20 años, organizando y dirigiendo torneos de béisbol infantil y juvenil.
Su potencial como candidato es ilimitado, atendiendo a su presencia en los estadios deportivos, que es donde mas personas con posibilidad de votar se concentran. Pero mas que eso, Quiñones es la única persona en el equipo de Ramfis que cuenta con la infraestructura básica para montar un proyecto a todo lo ancho de la circunscripción.
No se trata de que existe un sentimiento generalizado contrario a los actuales diputados, fruto, probablemente, de la apatía que han mostrado al tratar los asuntos de interés para la ciudadanía. Mas que eso, es necesario que el retador pueda aglutinar ese sentimiento y orquestar una campaña que evidencie claramente esos hechos. Y solamente una persona ha dado muestra de que es capaz de cumplir ese cometido: Félix Quiñones.
Numéricamente, y atendiendo al método D’Hondt, para sacar el tercer diputado, la fuerza electoral emergente debe obtener mas de la mitad de los votos que saque el partido mas votado de los dos principales (PLD y PRM) Sólo bajo estas condiciones, es posible que un ciudadano -fuera de las dos maquinarias electorales tradicionales- pueda “representarnos” en el congreso dominicano.
Como se puede colegir de esta realidad, la única posibilidad que tiene el candidato emergente, requiere de una serie de factores que, evidentemente, no los reúne ninguno de los prestantes ciudadanos que han salido al ruedo, con la honrosa excepción del joven Quiñones. No se trata de lo que uno desee, se trata de lo que uno puede lograr. Esa es la realidad de la política y Ramfis tiene la última palabra en este juego.
of-am
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