Diciembre 2020, un mes atípico en todo el planeta

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El autor es Obispo emérito Iglesia Episcopal/Anglicana

Este diciembre del año 2020 es un período en que la totalidad de la civilización del planeta Tierra está sometida a una condición anómala debido al azote del virus Covid-19, que es activamente fulminante e infectante y que ha doblegado al mundo haciendo estragos a todos los niveles de los estados de los seres humanos.

La parte correspondiente a la Civilización Occidental y en particular los seguidores de Jesús de Nazaret son los más resentidos por la situación que impera en el medio ambiente por causa de la epidemia.

El mes de diciembre, hasta ahora, había sido un período de altas y bajas en múltiples fases de las vidas personales y de las sociedades. Muchas fueron las variables que se experimentaban al fin del año secular: se enmarañaban los sentimientos; se incrementaban las actividades comerciales; se hacían inventarios y  ajustes contables; se incrementaban  los actos litúrgicos para conmemorar y recrear la profecía del advenimiento de Jesucristo y la expectativa de su segunda venida; se programaban actos culturales, fiestas y comilonas; pero también había instancias de tristeza, melancolía,  depresión psíquica,  desconsuelo espiritual y otros males emocionales.

En tiempo pasado, era tradicional ver en los templos cristianos ensayos de música coral y dramas. Se veían las viviendas, los comercios, los parques de recreación, y aun las calles engalanados con luces multicolores, artefactos de origen nacional y muñecos de influencia foránea. Algunas personas intercambian o reciben regalos, bonos, un decimotercer mes de salario, u otras donaciones y regalos. Había entonces anuncios y animación de fiestas propicias de la época.

Más ahora, el Covid-19 compele aislamiento, riguroso cuidado sanitario, continua atención de observar y cumplir con las recomendaciones médicas y las ordenanzas gubernamentales, para no ser contagiado o contagiar a otros. De no cumplir con esas modalidades, después se estaría apenado por ser indisciplinado y con lamentaciones y remordimiento. De no obedecer las instrucciones de los científicos y los decretos gubernamentales, se podría enfermar y caer en un profundo abismo de desilusión, complicación económica, resaca espiritual, y complejidad emocional.

El estado de situación en este mes de diciembre obliga a todos a pensar bien, ser ponderados y actuar con prudencia para no estropear y desvirtuar el curso normal que se debe llevar en la vida de una persona   sensata, una familia bien organizada y un pueblo apegado a lo que es necesario para el bienestar social.

La vida llevada a cabo sin la adecuada disciplina, visión, equilibrio, estabilidad emocional, puede llevar a la persona, a la familia y al conglomerado social a una existencia de un complicado embrollo, o como un estanque vacío, pozo seco, plantío sin rocío, desierto árido, río desecado, o como túnel sin salida.

Cuando no se hace lo que es apropiado en los parámetros de la modalidad aceptable y de acuerdo con las posibilidades de los recursos que se manejan, se encaminará con pasos falsos, sufrirá y caerá en el despeñadero económico, desliz espiritual y la consecuencia de esa actitud, podría terminar en descorazonamiento, desesperación, tristeza y quebranto mental.

Este diciembre 2020, puede ser un tiempo de vivencia familiar, de remembranzas del nacimiento de Jesús el Salvador, de esperanza del retorno del Juez y Redentor, un tiempo de alegría y gozo espiritual. Sí, para esto hay que pensar y actuar con moderación y buen juicio, a fin de lograr sosiego y cantar con alta voz: “¡Oh santísimo, felicísimo, grato tiempo de Navidad!”.

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