Déficits de democracia en los partidos políticos
En mi opinión, si se hace un simple diagnóstico científico-sociológico sobre el estado orgánico-institucional actual del sistema de partido en nuestro país aflorarían tres insoslayables falencias: a) un acentuado déficits de democracia interna; b) una permanencia muy prolongada -o casi vitalicia- de unas jerarquías partidarias que sistemáticamente se niegan –vía múltiples subterfugios y excusas baladíes- a refrendarse eleccionariamente; y c) ausencia de vida orgánica-institucional que ha sido suplantada por ese monopolio jerárquico –¡en todos los partidos políticos!- que ha terminado anquilosando todo el sistema de partidos políticos.
Entonces, la pregunta que se cae de la mata es –y ya la hemos hecho otras veces-: ¿crisis de los partidos políticos o de sus jerarquías-gerencias?
A mi modo de ver, la respuesta es sencilla: crisis de las jerarquías-gerencias. ¿Por qué? Muy sencillo: porque quiénes -si no esas jerarquías-gerencias- han sido las que han dirigido y monopolizado (post Balaguer-Bosch-Peña-Gómez) a los partidos políticos y sus organismos de decisiones políticas y eleccionarias en su triple vía: a) interna; b) hacia fuera, proponiendo –a veces a dedazo- candidatos a los poderes públicos; y c) ya en el poder, esas jerarquías –no importa el partido que lo detente-, eternizándose en las posiciones con marcado énfasis de pertenencia. Y el colmo: –cuando están en el poder-, la necesaria e institucional relación partido-gobierno deviene en ficción (porque: ¿adónde elevar una sugerencia, una propuesta, una simple tramitación, en fin, una queja?), o cuando no, en relación jerarquía-gobierno. Y el partido, como expresión orgánica-institucional (representación del todo), desaparece.
De tal forma que, el anterior cuadro, ha generado varios fenómenos sociopolíticos hacia el interior de los partidos políticos: 1) abandono orgánico-doctrinario (de parte de sus cúpulas toda en el gobierno, o si no, y en la oposición, decidiendo los espacios de control interno y las posiciones a los poderes públicos); 2) surgimiento de grupos o de proyectos políticos sin sustento filosófico-programático en negación absoluta de las otroras corrientes o tendencias de barniz doctrinario-ideológico-programático; y 3) la entronización -vía el clientelismo y la degradación de la actividad política- del lumpen-rismo delincuencial que ya es una realidad en todo el sistema de partido político.
Vista las cosas así -como son!- es fácil descifrar los responsables directos del desmadre y de la orfandad orgánica-institucional de los partidos políticos, pues solo hay que preguntarse: ¿quiénes los han dirigido y monopolizado, sin refrendación eleccionaria ni recato doctrinario? Sencillamente: esas jerarquías-gerencias. En consecuencia, el primer ejercicio político-metodológico –desde esas jerarquías- debería ser de autocritica.
Ello así, porque una alta cuota de responsabilidad –si no toda- del descrédito y de la pésima percepción pública con la que tienen que lidiar los partidos políticos hoy día, les viene precisamente vía el descrédito público de algunos de sus líderes y jerarquías (o figuras) ya en el ejercicio de los poderes públicos, en el manejo antidemocráticos de los procesos eleccionarios –a retazos- internos en sus organizaciones políticas y no pocas veces, por la imposición (interna o externa) solapada de un nepotismo demasiado ostensible.
En conclusión, resulta demasiado simple –por parte de las jerarquías- tomar o querer corregir el asunto por las ramas: sancionado –a supuestos “traidores” que probablemente estaban acatando líneas sabrás Dios de que jerarquía o de que financiador-adversario- o, apelando a la implementación de programa de formación política –¡tan necesaria de arriba abajo!- que, en todo caso bien que le haría a muchos y no solo de sus bases y dirigencia media.
O vía el otro bajadero que se observa: pactar cederle espacio a la “sociedad Civil” que, dicho sea de paso, se ha confabulado con la oposición y el empresariado para exigir y demandar, bajo el ardí-perorata “Institucionalidad Democrática”, redefinición de representación de poder y contrapeso que no lograron en las urnas. Y digo que no ganaron porque ¡todos!: empresarios, oposición y sociedad civil tenían y empujaron por sus candidatos. Dejémonos de cuentos chinos. Y que conste, no me opongo a los consensos ni a la debida representatividad sectorial-partidaria, sino al vulgar chantaje y al insulto a la inteligencia de la gente.
A mi modo de ver, y si se quiere tener –desde los partidos políticos- éxito en esos sagrados objetivos (disciplina y formación política), las dos primeras asignaturas pendientes del sistema de partido político en nuestro país son dos: a) aprobación de los proyectos de ley de partidos y organizaciones políticas y reforma a la ley electoral; y b) el imperio del acatamiento de la democracia interna y su respeto absoluto, disciplinado, estatutario y obediente de parte de sus líderes, jerarquías y miembros. Por supuesto, ello lo complementaria –y por mandato de ley- dos garantías de indiscutible control: a) administración y supervisión -por parte de la JCE- de todo el proceso eleccionario interno de los partidos políticos; y b) primarias simultaneas, pero con padrones cerrados (es decir, el de los miembros inscritos de cada partido político). Y esas –las primarías- habría que realizarlas con urgencia para conjurar el déficits y retraso de democracia interna que adolecen todos los partidos políticos y que ha operado en desmedros de sus miembros y líderes en ciernes.
Solo después de, en los partidos políticos, tendría sentido hablar de sanciones, de “traidores”, de programas de educación o formación política, de golpes en el pecho, o que ochocuánto. Porque de lo que se trata, en el fondo; pero muy en el fondo, es: -primero y dentro de los partidos políticos- de conjurar el déficits de democracia interna y de recobrar la autoridad moral y política, vía la refrendación eleccionaria de sus cuadros y líderes.
Epílogo
Pero si los partidos políticos, o mejor dicho, sus jerarquías, están en crisis por déficits de democracia interna y el monopolio de sus cúpulas, la llamada “Sociedad civil” (otro partido político) y sus gerentes –con sus contadas excepciones-, están peor -y son menos de fiar- pues su financiamiento y agendas, en el caso de muchas de las mas temáticas-neurálgicas, le llega, cual situado –¡constante y sonante!- vía agencias extranjeras.
jpm
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