De partidos y adjetivos

La ficción en política
se inicia con los nombres de los partidos. No obstante la repetición,
entre sus oficiantes,
de que “la política se nutre de realidades”, ese quehacer se alimenta también con elementos de la fantasía. No sólo por la
capacidad de fingimiento de los actores políticos, sino por los presuntos atributos
de las organizaciones.

El discurso se vale también de esta condición. Por ejemplo,
el candidato presidencial que prometió
en 1996 cambiar las tinajas por neveras y los anafes por estufas, aclaró al
término de su mandato, ante la evidencia
de que esos cambios no se habían producido, que en realidad no hizo tal promesa, pues la expresión era una
metáfora.

El PRM (Partido Revolucionario Mayoritario), cimentado sobre
la base legal de la ASD (Alianza Social Dominicana), ha encontrado algún escollo en el proceso de cambio de
nombre. A la ASD nadie teme, pero el PRM, formado por la inmensa masa popular salida de lo que fue el Partido
Revolucionario Dominicano, parece que genera temor.

En sus nombres,
las organizaciones políticas dicen lo que
creen ser. Forman su identidad, por lo común,
a partir del sustantivo “partido”,
al que agregan dos o tres
adjetivos que apuntan hacia la supuesta
filosofía que los inspira. Los que prescinden del denominador común, no
requieren de adjetivos (Alianza País; Dominicanos por el Cambio).

Adjetivos son: revolucionario, nacionalista, cívico, social,
demócrata, dominicano, reformista, renovador, cristiano, unido, progresista,
liberal, mientras “de la liberación” es un sintagma adjetival. Nadie llamaría a
su partido “derechista”, “conservador” o “minoritario”, como pocos nombrarían a
sus hijos Herodes, Judas, Iscariote o Caín.

¿Quién examina las actuaciones de un partido para comprobar que sus prácticas andan
en consonancia con su nombre? ¿Quién certifica que una fuerza política es en verdad “revolucionaria”, “progresista” o “de la liberación”? El adjetivo “dominicano”
es común a todos quienes ostentamos esa nacionalidad, ¿se ha objetado su uso a algún partido?

El PRM necesita un
adjetivo calificador porque otros grupos se identifican como “partido revolucionario”.
Ha preferido “mayoritario”. Nadie tiene -ni
puede tener- soberanía sobre este vocablo. Nadie puede determinar que dependa de una estadística el empleo de esa
palabra para formar parte del nombre de
una organización.

Los alegatos para retardar la aceptación, por parte de la
Junta Central Electoral, del nombre
Partido Revolucionario Mayoritario demuestran un escaso sentido democrático. No
olvidemos que los partidos políticos son
un indispensable punto de apoyo para el sistema electoral. La democracia
justifica al PRM, por lo que representa.
Por eso será reconocido.

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