De evangélicos y homosexuales

Sería interesante que los grupos evangélicos que demandan del presidente Danilo Medina declarar personas non grata en República Dominicana, al embajador estadounidense James Brewster y su esposo; vivieran por algún tiempo en la ciudad de Nueva York donde los homosexuales suelen acariciarse y besarse, sin el menor pudor, frente a los transeúntes. Seguro que esa estadía causaría expectación, dado a que en esta urbe no sólo se promueve el homosexualismo, como ellos tal vez con justeza, le atribuyen al embajador Brewster; los homosexuales también gozan de libertades políticas y de cultos; no se les discrimina públicamente, y son considerados tan creyentes como el que más. Además contrario a la casi totalidad de religiosos en República Dominicana, son contestatarios y capaces de defender los derechos de los demás. Son activos en cuanto a no aceptar atisbos discriminativos en ningún orden; también son fieros luchadores en defensa de las prerrogativas de otros, aunque no se correspondan con sus ideales sexuales. Como su parafilia no los hace indiferente ante los malestares de sus conciudadanos, por ejemplo, si en cambio, los extrapolamos a República Dominicana, por sus asertivos institucionales y no estar ceñidos a concordato alguno; habrían protestado contra las acciones indiferentes y complicidades de las mismísima Iglesia Católica, por entender que facilitó el escape a Polonia, del ex nuncio pederasta Josef Wosolowsky. De seguro que su orientación o preferencia sexual, no les hubiera impedido protestar por el alto costo de la gasolina, hoy a siete dólares cada galón; el alza desmedida en los productos de la canasta familiar; y hubieran hecho un mayúsculo escándalo por la deuda de unos seis mil millones de pesos que, en sólo dos años, ha contraído el gobierno de Danilo Medina. Los homosexuales neoyorquinos en República Dominicana, se hubieran alarmado porque los gobiernos peledeístas ya deben alrededor de unos 77 mil millones de pesos, de los cuales se paga un 71 por ciento de intereses. Habrían inquirido sobre dónde, (al margen de la construcción de planteles escolares) están las obras infraestructurales, que todavía no son visibles. También hubiesen formado caravanas y marchas hacia el Palacio Presidencial, en demanda de que el gobierno explique cómo es posible el que habiendo obtenido beneficios de la Barrick Gold ascendente a 12 mil 400 millones de pesos, no se ha invertido nada a favor del pueblo de Cotuí. Hubiesen protestado para que se esclarezca quién o quiénes mataron a un coronel de la Policía Nacional en las inmediaciones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Demandarían contundentemente, establecer responsabilidades sobre si fue un estudiante o un policía el que mató al oficial; al tiempo de protestar por el injusto encerramiento por más de un año, de los jóvenes universitarios, pertenecientes al grupo FELABEL. Ya hubieran estallado en contra de las deficiencias del Ministerio Púbico, y exigido claridad y que se aporten las pruebas en el caso que involucra a varios policías, que asesinaron a un Alemán, hirieron a un haitiano, e hicieron todo tipo de tropelías en lugar denominado la Mulata Tres, de Puerto Plata. Es muy seguro que sus voces se hubiesen escuchado al unísono, ante los desmanes de los intercambios de disparos. En fin, tal vez habrían orquestado movimientos multitudinarios, demandando justicia y rechazando que el mandatario Medina cumpla con someter a los funcionarios corruptos con el sólo grito del rumor público; como prometió al asumir el solio presidencial. Además, hubiesen elaborado un comunicado bien documentado, contentivo de denuncias que evidenciarían lo inexplicable de que con el desorden generalizado en la cosa pública; hoy, el mandatario Medina goce de un porcentaje a su favor que asciende a más de 80 puntos. Incluso, nos hubiesen cuestionado como auténticos ciudadanos de un país que, para los de abajo; se cae a pedazos. Por último, también hubiesen sido tolerantes y comprendido el por qué somos homofóbicos. Aunque a decir verdad, como seres institucionalizados, su orientación sexual no sería óbice para asentir en aquello de que “la religión es el opio de los pueblos”, sobre todo, si sólo se dedican a enfrentar acontecimientos intrascendentes y, como los evangélicos; no demandan mayor justicia y equidad para el pueblo dominicano.

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