De donde menos esperamos
En lo que llegaba su vehículo la joven conversaba con el guardián de la empresa. La sorprendió la elocuencia del muchacho de 22 años. Era un bachiller al que su situación económica le imposibilitó continuar los estudios.
Lamentaba que en su pueblo no hubiese un politécnico y que en el Gran Santo Domingo haya tan pocos, porque eso le hubiera permitido lo mismo que a otros estudiantes pagar una carrera universitaria con lo aprendido o dedicarse al oficio y les evitaría convertirse en reproductores de pobreza.
El dueño de la casa quedó impactado por la desenvoltura de la señora que limpia y cuya indigencia le ha impedido incluso colocarse dientes postizos.
Sucede que llegó al sexto semestre de contabilidad pero tuvo que frenar porque las limitaciones no le permitieron seguir. “Cuando dejé la UASD por falta de recursos me metí en marido e hijos y ya no pude volver”.
En la tienda de ropa usada el dependiente, un adolescente, escucha a Joan Manuel Serrat mientras atiende a los clientes, mas lo que gana no le alcanza para pagar un concierto.
De donde menos esperamos surge gente cuyo oficio o apariencia no concuerdan con sus conocimientos, o al menos eso asumimos cuando estereotipamos y nos convencemos de que la facha está ligada a la capacidad intelectual.
La pobreza es una limitante que acarrea más miseria. Mientras más pobre un ser humano, más posibilidades de que sus hijos lo sean. Las excepciones, que las hay, son mínimas.
La falta de programas reales para combatir esa vulnerabilidad agranda la brecha económica y social y tumba puentes para reducir la discriminación, la inequidad. Hasta que haya giros, todo será teoría sostenida en un eje transversal morado. Un sueño de estrella dorada.
jpm