De delincuencia, drogas, violencia y policías

El caso de la anciana, que junto a un hijo vendían drogas ‘al menudeo’, como si fuera una pulpería de pueblo, un ventorrillo, -junto al episodio de Baní, con el asesinato de un coronel y los entretelones del ‘negocio’ que dirigía un apodado ‘Buche’- nos deja un montón de enseñanzas que deberíamos asimilar para entender –y hasta trazar fórmulas de solución- al serio problema de la delincuencia violenta que nos afecta.

Este es el scenario: un ‘punto’ de venta de drogas que a decir la gente del lugar y la propia autoridad tenía ‘años’ operando a la ‘vista’ de todos; de como una anciana y un hijo –como ‘negocio de familia’- despachaban las porciones a los ‘clientes’ que hacían sus ‘pedidos’ a gritos y a través de una marquesina enrejada; de como en el allanamiento a la vivienda del ‘negocio’ se encontraron decenas de relojes, cadenas y anillos de oro, celulares y otras mercancías con las que los ‘compradores’ muchas veces pagaban las ‘porciones’; de como asegura el vecindario cada fin de semana pasaban ‘policías’, patrullas, por el lugar a cobrar su ‘peaje’ de las ganancias del ‘negocio’.

Tenemos de todo, ‘como en botica’: asaltos, robos a mano armada, raterismo, ‘cobradores compulsivos’, sicarios, violencia callejera -expresada por cualquier ‘quítame esta paja’-, asesinos de mujeres –amantes y pretendidas-, violencia doméstica –un hijo asesinando o golpeando a una madre, un padre, un hermano o una abuela, por una herencia, una corrección de conducta o una simple llamada de atención. En no pocos de esos casos, las drogas son factores desencadenantes.

Hay un auge en intentos de introducir cargamentos de drogas al país provenientes de Sudamérica, lo que de acuerdo a las estadísticas de incautación, se asume que es mucha la cocaína y heroína que está circulando en nuestra geografía.

Tomando estas contundentes referencias, hay que convenir en que tuvo razón el Presidente Danilo Medina cuando enjuició que el narcotráfico es en gran medida la causa de la alta delincuencia y violencia que nos afecta.

Todas las encuestas sitúan la seguridad ciudadana, la delincuencia y la seguridad como uno de los principales problemas y factores de preocupación que percibe la población, más cuando se establece la presencia de agentes policiales involucrados en delitos y violencia.

De ahí que creo valiente la información ofrecidas a los medios de comunicación en estos días por el director de la Policía Nacional, Ney Aldrin Bautista, de que 6,906 agentes y oficiales de la Policía han sido sometidos a la justicia en los últimos cinco años por haber cometido acciones reñidas con la ley porque ello, más que un orgullo se exhibe con pesar.

La Policía es valiosa como instrumento de garantía del mantenimiento del orden público, de la persecución del delito y delincuentes, de prevención de seguridad ciudadana. Y nuestra Policía está compuesta por hombres y mujeres medularmente buenos, responsables y cumplidores de su deber. Algunos deshonran ese uniforme –no es un fenómeno nacional- y algunas malas actuaciones empañan el todo, la Institución, el sacrificio de la mayoría.

El auge de la violencia, de las perversidades del narcotráfico, crecen y necesitamos, por tanto, de autoridades dispuestas a enfrentarlos y con éxito.

De ahí que estoy convencido de que aunque pareciera que nos estamos ‘comiendo unos con otros’, creo que tenemos aún armas suficientes para sobresalir de la prueba como sociedad, aunados los esfuerzos, porque no todo está en manos del Gobierno, de la Policía, de la Justicia.

Esta lucha es de todos y, como tal, todos tenemos la obligación de cargarla sobre nuestros hombros.

 Aunque parezca muy dificil, creo que la situación no es tan crítica que no pueda ser revertida.

Y tengo esperanzas de que así sea.

of-am

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