Cuatro días con Fidel: (1 de 2)

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El autor es abogado, funcionario del Gobierno Dominicano, maestro, escritor y político. Reside en Santo Domingo

La invitación para visitar la República Dominicana al Doctor Fidel Castro Ruz, Presidente de Cuba, fue dispuesta por el Dr. Leonel Fernández Reyna, Presidente de la República, en febrero del año 1998, e inmediatamente comunicada por el mandatario al Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana.

Fidel sería invitado para participar como observador en la importante conferencia regional del CARIFORUM, que aglutina a los Estados isleños del Caribe y al término de ese importante evento el jefe de la revolución cubana cumpliría una visita protocolar de tres días en territorio dominicano. Así podría satisfacer un viejo anhelo de visitar y conocer la patria de Máximo Gómez, prócer de las guerras independentistas de Cuba y, a su vez, los dominicanos agradecerle su vieja amistad y solidaridad con nuestro pueblo.

Fidel Castro saluda a Euclides Gutiérrez
Castro y su edecán civil Gutiérrez Félix detrás

La última vez que tuvimos oportunidad de saludar y conversar con el líder revolucionario, fue en la isla de Margarita cuando se celebraba la Cumbre de Jefes de Estados Iberoamericanos. En un receso de la conferencia los miembros de la delegación dominicana, encabezados por el presidente, intercambiamos saludos con Fidel y conversamos brevemente en un ambiente de camaradería y franqueza.

El líder cubano recordó algunos de los presentes a quienes había conocido en ocasiones anteriores. En breves palabras, en relación con el autor del presente trabajo, expresó su agrado por nuestros ensayos históricos biográficos de los Héroes y Próceres Dominicanos y Americanos, que habíamos publicado en julio de 1995, los cuales habíamos hecho llegar a sus manos.

Antes de la llegada de Fidel a la República Dominicana, el Presidente Fernández Reyna nos había comunicado que era su deseo que  acompañáramos como edecán civil  al comandante Castro Ruz mientras durara su permanencia en territorio dominicano. La decisión del presidente nos satisfizo profundamente porque la misma era una distinción a nuestra persona; distinción que se hizo más profunda cuando nos comunicó su deseo de que hiciéramos uso de la palabra en los actos de carácter histórico a los cuales debía asistir el líder cubano  en Baní y Montecristi.

Fidel con Gutiérrez Félix a su izquierda
Fidel con Gutiérrez Félix a su izquierda

Nuestro presidente me señaló, con fino tacto político, la importancia en el orden histórico de las relaciones de los pueblo cubano y dominicano y la necesidad de resaltar, en nuestras intervenciones, el valor de ese vínculo, expresión singular, en el orden regional, de las relaciones de dos comunidades con tanta afinidad como las nuestras.

Fidel Castro arribó a territorio dominicano en las últimas horas de la mañana del 20 de agosto de 1998 e inmediatamente después de haber sido recibido por el presidente Fernández Reyna y escuchar las palabras de bienvenida, pronunció emotivas palabras de satisfacción y agradecimiento por encontrarse en nuestro país.

En esas palabras Fidel dijo que “…Cuando era niño en los primeros cursos de la escuela oía decir que en la isla de Santo Domingo, vecina de Cuba, estaba la República Dominicana que era un pueblo legendario”. Pocas veces habíamos escuchado un reconocimiento tan sincero y hermoso a nuestro pueblo, porque la palabra legendario, que viene de leyenda, que realmente quiere decir que el  pueblo dominicano es un pueblo de leyendas, heroísmo, de acciones viriles y hermosas que se confunden con hechos maravillosos, que parecen irreales.

Cuando nos tocó el turno de saludar al líder cubano el Presidente le comunicó que me correspondía ser su edecán civil, disposición que Fidel conocía y por la cual mostró satisfacción. A partir de ese momento comenzó nuestra función como acompañante civil, representante oficial del gobierno y del Partido de la Liberación Dominicana; representación honradora porque ha sido el gobierno del PLD el que ha dado, con seriedad y cortesía, cumplimiento en el terreno del honor, a un compromiso histórico.

El presidente dominicano solicitó a Fidel Castro que le acompañara en su automóvil hasta el Hotel Jaragua, lugar escogido para su alojamiento y el de los demás jefes de Estado y de gobierno del Caribe que participarían en la conferencia que debía iniciarse en horas de la mañana del viernes 21 de agosto de 1998.

Al llegar al hotel acompañamos al invitado hasta el sexto piso donde estaban ubicadas las habitaciones destinadas a su estadía y de su numerosa comitiva. Allí conversamos los tres por espacio de quince o veinte minutos y en esa conversación Fidel dijo a Leonel Fernández y su Edecán Civil, que su estilo de conversación estaba fundamentado en el método socrático. Lo que quiere decir en realizar preguntas de manera continua y permanente, acerca de los temas que fueran necesarios, a lo que el presidente dominicano le respondió, para nuestra satisfacción, que su acompañante estaba en condiciones de responder la mayoría de sus inquietudes.

En las primeras horas de la noche, en un autobús de “Caribe Tours” todos los jefes de Estados y primeros ministros del Caribe invitados a la conferencia, se trasladaron al Palacio Nacional para dar cumplimiento a la ceremonia de presentación y de saludos del cuerpo diplomático, funcionarios de alta jerarquía del gobierno y distinguidas personalidades de la vida nacional. Fueron recibidos en el despacho del presidente y allí conversaron por espacio de breves minutos. Cuando subimos a la tercera planta, por las escaleras internas, Fidel expresó su sorpresa por la hermosura de esa escalera de caoba, que fue en aumento en la medida en que contempló la belleza y el refinamiento de los salones majestuosos de la tercera planta.

Después de los saludos, acompañado por nuestro presidente, participaron en la cena ofrecida por el gobierno que tuvo larga duración. Más tarde al término de la misma y en el mismo autobús nos trasladamos a su alojamiento. Durante el trayecto Fidel nos preguntó que quién había construido y en qué año el Palacio Nacional. Cuando le respondimos que había sido construido durante la dictadura de Trujillo entre los años de 1944 y 1947, quedó sorprendido. Abundamos diciéndoles que el costo del mismo no sobrepasaba los tres millones de dólares de aquella época. Nos dijo, entonces, que ese era uno de los palacios de gobierno más hermoso que había visto en su largo itinerario como líder político, que lo había llevado a numerosos y diferentes pueblos del mundo.

A partir de ese momento la relación entre ambos tomó un giro de confianza motorizado por la naturaleza humana del gobernante cubano.

Castro y su edecán civil Gutiérrez Félix detrás
Fidel Castro saluda a Euclides Gutiérrez

CARACTERISTICAS

En su trato Fidel es un hombre sencillo, afectuoso, con un extraordinario sentido del humor, que es una característica que distingue a los cubanos. Discreto, respetuoso en el uso de las palabras, demostró tener conocimientos enciclopédicos en el terreno económico, político, histórico, científico, que asombran a quienes le trataban. Aseado, correcto en el vestir, acicalado, habla a veces en tono quedo y bajo que hay que acercarse para escuchar las palabras y las ideas que expresa. Cuando descendió del avión con las insignias de Comandante en jefe en sus hombros, bordadas con esmero en los colores negro y rojo como fondo, de una hermosa estrella amarilla.

En la conversación de esa noche expresó admiración por la belleza de la mujer dominicana y el color de su piel. Sin equívocos de mala fe, Fidel es un hombre que se siente cálidamente atraído por la belleza de la mujer y durante el tiempo que permanecimos a su lado, permitió retratarse con infinidad de mujeres dominicanas de todas las edades y colores, que quisieron hacerlo.

Así procedió en el Palacio Nacional, en el Hotel Jaragua, en el Museo de las Casas Reales, en la casa del Ing. Hernán Vásquez y en Baní, y en esos momentos lo vimos responder amable y cortésmente las preguntas que le dirigían, que él a su vez convertía en humorísticas respuestas, muchas veces salpicadas de malicia.

El viernes 21 de agosto de 1998,  los presidentes, jefes de Estado y Ministros de Relaciones Exteriores, fueron trasladados al restaurant “Vesubio” en uno de los autobuses asignados, lugar al que llegaron acompañados del presidente dominicano. El presidente cubano elogió la calidad del almuerzo que tenía como plato fuerte filete de chillo, simplemente con mantequilla “a la grilla”. Allí le fueron presentados los miembros de la familia Bonarelli, dueños del restaurant, encabezados por Enzo, a quien Fidel inquirió por el origen de esa familia y Enzo respondió que era italiana y napolitana. Se retrataron con el líder revolucionario quien al regresar al hotel reiteró su complacencia del almuerzo y la calidad del mismo y nos preguntó qué tipo de pescado era el “Chillo” y en qué lugar de nuestras costas se pescaba. En esos momentos en presencia del presidente Leonel

Fernández externó su queja por la cortina del autobús que no le permitía ver la hermosura del trayecto y de la costa, calificándola como una “guagua policial”.

Su intervención en la conferencia fue seguida con atención y el respeto que su categoría histórica y su inteligencia y dominio de los temas que trata se merece.

En su intervención en la conferencia, breve, precisa, bien redactada, sus palabras perfilaban que los principios y criterios que ha expuesto y defendido siempre, en el orden político, económico y social son los mismos.

HISTORIA

En el orden físico los años como regla de vida, han pasado pero Fidel Castro Ruz en ese aspecto sigue siendo el mismo. Para entonces ya habíamos hablado en el orden histórico y político de temas diferentes relacionados con la República Dominicana; desde el proceso del inicio de la conquista y la colonización pasando por el asalto, destrucción e incendio del fuerte “La Navidad”, acción realizada por Caonabo y Mairení, a la construcción de la ciudad colonial bajo el mandato de Nicolás de Ovando; el desarrollo de la industria colonial azucarera, la extracción y lavado de oro bajo el régimen de explotación de la esclavitud y la servidumbre; el gobierno del Diego Colón y la aparición de los primero ingenios en la parte sur de la isla y el importante capítulo de la protesta de los sacerdotes de la orden de Santo Domingo, hecha pública por el Sermón de Adviento pronunciado por Fray Antón de Montesinos.

TRUJILLO

Fidel quiso saber cuál era el origen de Trujillo y sus características físicas. Si era cierto que era un hombre de valor que se había defendido con firmeza al momento de su muerte y otros detalles en relación con el trato que el dictador dominicano le había dispensado a Fulgencio Batista, durante su estadía en República Dominicana. Quiso saber también la edad de Trujillo al momento de su muerte.

Esa misma noche durante el trayecto hacia el Country Club donde serían agasajados, hablamos de las características geográficas del país, la fertilidad de sus tierras, la abundancia de ríos y fuentes fluviales, en proceso de extinción por la implacable devastación de nuestras cordilleras, lugar de nacimiento de los ríos más importantes del país entre los cuales se encuentran el Yuna, de dimensión continental, el Yaque del Norte y el Yaque del Sur, el Ocoa y otros.

Antes de llegar al Country Club, Fidel quiso saber la naturaleza en el orden social, de ese centro recreativo, señalándome de paso las características de los centros sociales de Cuba antes de 1959. Dijimos a Fidel que en nuestro país hacía más de cien años que la discriminación racial había desaparecido; que la pobreza había igualado a la familia dominicana y que más del setenta por ciento de la población nuestra era mulata; un veinte por ciento negra y un diez por ciento de varios pintos, en el cual tal vez un tres por ciento era auténticamente blanca.

La severidad de la tiranía, en un largo proceso de treinta años, jugó un papel importante frente a esos problemas raciales. Agregando, como respuesta a su inquietud, que en nuestro país existían prejuicios fundamentados en razones de clase, por categorías económicas.

Como ironía de la historia Fidel Castro Ruz, líder de la revolución cubana, fue ovacionado de pies en el Country Club de Santo Domingo, fundado por ciudadanos estadounidenses hace más de cincuenta años. En ese lugar tuvo la oportunidad de conocer y saludar, presentado por nosotros, al general Antonio Imbert Barrera, en ese tiempo único sobreviviente del grupo de valientes que ajustició a Rafael Trujillo Molina en mayo de 1961.

La recepción del Country Club y la cena íntima que ofreció luego a sus invitados el presidente dominicano, agradaron profundamente al presidente cubano, por la espontaneidad de las simpatías y admiración que fueron externados casi unánimemente por los presentes.

Cuando retornábamos al hotel, pensativo y luego de conversar brevemente con uno de sus asistentes, Fidel nos dijo que su visita a Santo Domingo debió haber sido mucho tiempo atrás; que el pueblo dominicano era realmente un pueblo admirable, amable, con grandes cualidades humanas. En el trayecto reiteró el calificativo de “guagua policial” al autobús que lo transportaba porque no le permitía contemplar las características de la ciudad.

Su curiosidad pudo quedar satisfecha a partir del sábado a mediodía cuando, luego de clausurada la conferencia, nos trasladamos en uno de los automóviles que había traído de Cuba a la ceremonia de reconocimiento organizada por el Ayuntamiento del Distrito Nacional en la Casa de los Museos Reales.

Fidel quedó fascinado con la belleza del malecón y el perfil de la ciudad colonial. Quiso saber qué era el obelisco, con que había sido erigido y que representaba el otro monumento situado en el inicio de la calle Palo Hincado. Nuevamente requirió saber quién había construido y en qué fecha la avenida junto al mar y el parque Eugenio María de Hostos.

JPM

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