Corrupción asfixiante en San Francisco de Macorís

Al paso de los últimos diez años, pareciera ser que el pueblo de San Francisco de Macorís fuera admitiendo pasivamente la corrupción, a condición de que el gobierno municipal que tenemos desde hace más de doce años, cumpliera operando con cierto grado de efectividad; en una especie de trueque silente, como si ya cansado, vencido, nada le importara. Cayendo en la corriente que se ha venido dando en muchas partes de nuestro continente; donde se les ha concedido un elevado grado de flexibilidad para cometer actos de corrupción a quienes administran los bienes públicos, por el hecho de que distribuyen bienes económicos y sociales entre la población, muchas veces abusando de las profundas necesidades que muestran miles de familias residentes en los sectores más empobrecidos. Mas sin embargo tenemos dos causas de origen interno que poco a poco incitaron a que el pueblo fuera percibiendo la corruptela en que estaba sumida la gestión del otrora competente, en apariencia, ejecutivo municipal. La primera de estas causas lo fue la expansión de los medios de prensa y comunicación, aportando grandes facilidades para que todos los munícipes conozcan de muchos hechos con sus detalles, igual para expresar todo cuanto les afecta y cuanto sienten respecto a sus funcionarios. La segunda causa endógena, es el afán de exhibicionismo característico del actual acalde y muchos de quienes les han acompañado en sus últimos años de gestión. Estas dos causas fueron coincidiendo para que el pueblo en general conociera la vida rumbosa y desmedida de la que han hecho notable ostentación, con sumo orgullo y sin vergüenza alguna, quien maneja el poder del gobierno local y su camaradería. Así el pueblo llano, ese que siempre ha hecho enormes sacrificios laborales y económicos para aceptar nuevas reglas del juego impuesto, poco a poco íba percibiendo que las cosas no marchaban bien. Más aún, en este caso resultaba innegable, para la percepción popular, que esa exposición diaria era producto del enriquecimiento ilícito del funcionario al que eligió por tres ocasiones; pues le ha dado luz y razón al pueblo cuando de manera simple comparaban el modus vivendi del pasado no muy lejano, antes de su incursión en la administración municipal, con el afán de exhibicionismo a que se nos ha acostumbrado en los dos últimos cuatrienios, que ha podido interpretarse como una perversión política del opulento alcalde y su sequito para con sus subordinados. Este tipo de actitud fue bien descrita por el escritor y filosofo francés, el Marqués de Sade, quien la destacó en su poco difundido libro, La Filosofía en el Tocador (1795), en el cual interpretaba esto como un acto mediante, quien detenta el Poder se lo restriega en la cara a los sometidos, lo que permite no solo humillarlo, sino además mostrarles las diferencias naturales que existen entre ambos; en este caso, entre el Alcalde Municipal y sus munícipes. Lo peor de todo es que ahora en esta circunstancia, aun estando bajo la lupa de la sociedad dominicana en general, debido al interés que ha elevado el tema en toda la prensa nacional, que de manera atenta ha dado seguimiento a este proceso, no solo por su instinto natural, sino por el impacto y asombro que genera el que alguien quien hasta hace poco tiempo, menos de dos años, ostentaba las más elevadas posiciones de la municipalidad no solo en el país, donde ocupó la presidencia de la “Federación Dominicana de Municipios” FEDOMU. Además ostentó la presidencia de los organismos que reúne a los ejecutivos municipales de Centroamérica, así igual de la organización que los agremia a nivel continental en Latinoamérica, Federación Latinoamericana de Ciudades, Municipios y Asociaciones FLACMA y, hasta en un momento, del propio mundo como le conocemos. A todos sin excepción nos causo sorpresa, que sea este funcionario que según se expone en la propia acusación formulada por la Procuraduría General de la República y, en múltiples medios; quien haya corrompido, traficado influencias, malversado, etc… Aunque no tenga necesidad de tantos bienes dionisíacos, para así, no sentir los efectos de la culpa. Lo motiva el hecho que de este modo se siente como semidiós que habita en el Olimpo del Poder, donde solo reina su voluntad. Ante la presencia de medios de comunicación y en circunstancias que así entiende le conviene, es notorio que intenta venderse como persona humilde, mas los hechos siempre lo han traicionado, pues de manera evidente, en su ejercicio del mandato, se siente que por encima de él está la nada, convirtiendo todo capricho en edicto, en disposición oficial. Este, nuestro Alcalde, a veces nos llega a parecer hasta tiránico, aunque bien escondido y cobijado bajo una solida mascara de la democracia formal, creyendo que lo puede todo, transitando la ilusión de la omnipotencia, para compensar sus propias impotencias en otros terrenos de la vida, como es la mortalidad de todo ser viviente. Este administrador municipal y su pléyade de obsecuentes cortesanos conforman un grupo que raya en lo perverso, modificando el normal proceder de acuerdo a la ley sin importarles el resto; al contrario, los otros les servimos como espejo donde reflejar su omnipresencia. El pueblo de San Francisco de Macorís, al que se le exige de manera permanente grandes sacrificios, como son: calles en mal estado, desperdicios sólidos por doquier, falta de ordenamiento del tránsito, insalubridad en el mercado público, desorden en la organización de espacios públicos, ausencia de normas éticas de sus funcionarios municipales, cero transparencia, etc. En tanto su Alcalde ha vivido haciendo gala de su poderío y de su enriquecimiento solo justificable a costo de los sacrificios de aquel que le otorgo su consentimiento en las urnas. El pueblo vive en la tierra, el Sindico en el cielo, a veces al lado de los dioses, otras veces por encima de estos. Su delirio parece no tener límites y cree poder romper todas las barreras, no solamente de la legalidad sino también de la racionalidad. Sin embrago, esta gente no es tan tonta como parece creerlo el Alcalde. Ese pueblo que está ahí, la gente, que en definitiva somos todos, asocia los fenómenos de carencias, de miseria social, de marginación y los vincula con una de sus causas: la corrupción, una corrupción asfixiante, que nos ahoga. Pues a simple vista se observa, que esa corruptela provoca que no haya dineros suficientes para sus centros de madres, clubes, capillas, aceras y contenes, asfaltado de calles, canchas, áreas de recreación, camiones de recolección de desechos, etc., pasando a entender que de no existir negociados, contraordenes, sobrevaluación, tráfico de influencias, nepotismo, desvío de dineros reservados, fraude financiero… Entendiendo que esos dineros que han servido para engrosar cuentas bancarias personales, adquisición de bienes, pagos de gastos superfluos y disfrutes de unos cuantos, debieron de manera efectiva estar disponibles para la atención de los más necesitados y de todos los habitantes que utilizamos los servicios y los espacios públicos, las plazas y las deterioradas calles de nuestro San Francisco. Y ante este panorama doloroso y desbastador de estafas y dilapidación del dinero público según lo certificó la auditoria realizada por la Cámara de Cuentas, cabalga un Jinete Apocalíptico azotando a nuestra comarca de país de tercer mundo, a nuestro puebl la pobreza. La contradicción entre el despilfarro de riqueza que es de todos, sumado a la ostentación de la buena fortuna de unos cuantos, y todo esto enfrentado a la pobreza cercana a la miseria que muchos de nuestros conciudadanos viven. Haciendo más notoria esta combinación inmoral, que convierte en escandalosos los episodios que a diario hemos vivido por años y que muchos se habían hecho eco con anterioridad, describiéndolos de manera pública y responsable; pero al parecer no bastaba, no era suficiente con las quejas diarias, con las denuncias responsables en el mismo seno del órgano legislativo y normativo del cabildo, las muchas reflexiones compartidas en medios de comunicación interactivos; nada acertaba a tocar lo medular del grave problema. Para colmo y rabia, ahí siempre ha rondado de manera forzosa la figura de la impunidad como variable agravante de los hechos, que tiende a incrementar hasta niveles inmanejables el dolor opresivo y la ansiedad de tanta impotencia, que reiteramos, nuestro “San Francisco de Macorís”; pueblo heroico, memorable y laborioso, no es merecedor y que aspiramos con fe en Dios y en los hijos de Duarte de buena voluntad, a que esta corrupción que asfixia, por fin, haya tocado fondo.

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