Con los mismos métodos de los criminales no

 

 

Como si fuera la segunda parte de una larga y desagradable película de acción, con violencia cerró el año pasado y de la misma forma abrió este.

Aunque en los trabajos periodísticos de rutina la gente entrevistada sobre sus deseos de Año Nuevo manifestó a coro que haya tranquilidad, andar seguros en la calle y  estar sin sobresaltos en su casa, lo decían como ese niño que anhela un juguete que sabe no tendrá.

Es como si todo un país asumiera que los asaltos, robos y  muertes fuesen ya parte de la cotidianidad que vuelve cada vez más encerrada a una nación alegre, bullanguera,  que bailaba en las calles  de noche y de día.

O la magnitud de la situación ha desbordado la capacidad de respuesta de las  autoridades o los organismos de seguridad no  han tenido nunca  métodos reales para enfrentarla y van de extremo a extremo.

O convierten el dejar hacer y dejar pasar en parte de sus funciones o ante las críticas de una población desesperada caen en los más burdos excesos. Sí, exacto, como en el caso de John Percival Matos.

Esa muerte no esclarecida ha quedado envuelta en los sucesivos capítulos desprendidos de la sanguinaria trama y el Estado parece olvidar que sin importar lo  hecho por ese muchacho, es su deber mostrar que la actuación no fue al margen de la ley.

Es importante recordar que el papel de la gente que actúa fuera de lo legal es distinto, muy distinto al de los órganos llamados a combatirlos. La obligación es terminar con las acciones ilegales, no con quienes las cometen.

jpm

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