Cómo se pierde un amigo

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El autor es politólogo y teólogo. Reside en Nueva York

La amistad es una de las experiencias más profundas y transformadoras del ser humano. Desde tiempos inmemoriales, ha sido objeto de estudio de filósofos, psicólogos y narrativas de poetas, quienes han tratado de desentrañar sus misterios.

Sin embargo, así como nace y se fortalece, también puede erosionarse y perderse. La ruptura de una amistad no es solo un suceso interpersonal, sino también un fenómeno con implicaciones psicológicas, sociales y, en muchas ocasiones políticas.

Alma y amistad, relación vulnerable

Aristóteles, en su Ética Nicomáquea, definió la amistad como un vínculo basado en “el bien, el placer o la utilidad”. La más alta de estas es la amistad virtuosa, aquella que se fundamenta en “el deseo del bien mutuo” y en una conexión profunda entre las almas.

Incluso este tipo de amistad no es inmune a la fractura. La traición, la distancia, el resentimiento o el desencuentro de valores que pueden ser elementos determinantes en su disolución.

Sigmund Freud, en sus estudios sobre la psique, sostuvo que “las relaciones humanas están atravesadas por conflictos inconscientes”.

En la amistad, muchas veces depositamos expectativas, idealizamos al otro o proyectamos en él nuestras propias inseguridades. Cuando estas dinámicas entran en crisis, la relación se resquebraja, dejando un vacío emocional difícil de llenar. Bastaría con analizar la relación de Judas y Jesucristo.

La traición – enemistad – de Judas a Jesús puede analizarse desde la psicología como un caso de disonancia cognitiva y conflicto de lealtades.

Judas, atrapado entre sus expectativas mesiánicas y la realidad de Jesús, pudo haber racionalizado su traición como una necesidad.

Carl Jung, por su parte, hablaba de la “sombra”, ese aspecto oculto de nuestra personalidad que a menudo se refleja en los demás. En las amistades, la sombra puede manifestarse cuando nos enfrentamos a partes de nosotros mismos que preferimos no ver.

Un amigo puede ser el espejo de nuestras contradicciones, y cuando no estamos preparados para aceptarlas, la relación se deteriora.

Lo político en la pérdida de amistad

La política, entendida no solo como la lucha por el poder, sino como la configuración de valores y visiones del mundo, ha sido históricamente una de las principales causas de rupturas entre amigos.

Montaigne decía que la amistad era “un alma en dos cuerpos”, pero ¿qué sucede cuando esas almas comienzan a marchar en direcciones opuestas?

Hannah Arendt, en La condición humana, argumentaba que “la política es el espacio donde los individuos revelan su identidad”.

Cuando dos amigos descubren que sus visiones del mundo son irreconciliables, el vínculo puede debilitarse. Esto se hace más evidente en sociedades polarizadas, donde las ideologías adquieren un peso emocional que trasciende lo racional.

En tiempos de crisis social y política, muchas amistades han sido destruidas por diferencias ideológicas. Desde la Revolución Francesa hasta las tensiones contemporáneas, la revolución bolchevique, el nazismo, etc…

La historia está plagada de ejemplos de amigos que se convirtieron en enemigos debido a sus posturas políticas. En el caso dominicano tenemos los ejemplos más importantes: Balaguer-Augusto Lora, y luego Balaguer con Álvarez Bogart y Gómez Berges.

El profesor Juan Bosch- Jiménez Grullon, Peña Gómez-Bosch. Mas tarde Peña Gómez-Antonio Guzmán. Guzmán-Salvador y este con Jacobo Majluta y Jacobo-Peña Gómez.

Y de la atomización de la “izquierda revolucionaria” ni hablar los ejemplos sobran.

Es cómo vivir ese ciclo de partido en partido y ver a Bosch enemigo de Toñito Abreu, de Vicente Bengoa, de Bosco Guerrero, de Rafael Alburquerque.

Y más recientes; Miguel Vargas-Hipólito Mejía, Hatuey-Hipólito y  Danilo-Leonel. Y lo qué falta por verse ……

Pero esto no solo es exclusivo de la política, también en lo académico- literario, científico-médico y mediático-social.

George Orwell, en 1984, retrata cómo “los regímenes totalitarios pueden hacer que incluso los lazos más íntimos se rompan en favor de la lealtad al Estado”.

Duelo y emoción

La psicología ha comparado la pérdida de un amigo con el duelo que se experimenta tras la muerte de un ser querido. Elisabeth Kübler-Ross, en su teoría sobre el duelo, describió cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Aunque estas etapas no se presentan de forma lineal, ilustran el proceso emocional por el que pasamos cuando una amistad llega a su fin.

El escritor francés Antoine de Saint-Exupéry expresó en El Principito que “domesticar” a alguien es crear lazos, y que cuando esos lazos se rompen, queda un vacío. No obstante, la pérdida de un amigo también puede ser una oportunidad de crecimiento.

Viktor Frankl, en El hombre en busca de sentido, sostiene que “el sufrimiento, cuando se enfrenta con una actitud adecuada, puede ser un motor de transformación”. La ausencia de un amigo nos obliga a redefinirnos y a reconstruir nuestro mundo emocional.

El arte de perder y encontrar

La amistad es un organismo vivo: crece, cambia y, a veces, muere. Perder un amigo es perder una parte de nosotros mismos, pero también es una invitación a la introspección. ¿Qué nos enseñó esa amistad? ¿Cómo podemos seguir adelante sin perder la capacidad de confiar en los demás?

Como decía Rainer Maria Rilke, “lo único que nos queda es aprender”. La pérdida de un amigo no es solo una herida, sino también una lección sobre la fragilidad y la belleza de los vínculos humanos.

En última instancia, la amistad es un arte: el arte de dar, de recibir y, cuando es necesario de soltar.

Ojalá el soltar nunca fuera necesario.

jpm

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