Calamidades cíclicas

Una de las definiciones de “Ciclo” es: Conjunto de una serie de fenómenos u operaciones que se repiten.

En nuestra isla, hay fenómenos naturales que son cíclicos.  Tan cíclicos que tenemos hasta fechas de cuando comienzan y cuando terminan.  Como es el caso de la temporada ciclónica que comienza el primero de junio y termina el treinta de noviembre.

En los últimos años, las desgracias causadas por estos meteoros han disminuido, esto se debe a las medidas de prevención que han tomado, tanto las autoridades correspondientes como la población.

Lo mismo ha sucedido con el trabajo preventivo para controlar la proliferación del mosquito Aedes aegypti, cuya picadura es la causante de diversas enfermedades.

Hemos tomado medidas hasta para sucesos que son impredecibles, como los terremotos.

Sin embargo, algo tan repetitivo como las sequias, que regularmente coinciden con el tiempo de cuaresma, siempre nos encuentran desprevenidos y se escuchan desesperados gritos de impotencias.

Nosotros, que, aunque no somos expertos en prevención de desastres, creemos que paliar esa situación no es una tarea imposible.  Ni siquiera difícil.

La mayoría de nuestros ríos desembocan en los mares que nos circundan, perdiéndose millones de galones de agua que puede ser utilizada de una manera mucho más eficiente.

Hablamos de represar todo lo que implique una corriente de agua.  Desde cañadas, arroyos, manantiales, hasta llegar a los grandes ríos.

Estas represas no tienen que ser obras gigantescas como Hatillo, Valdesia o Monte Grande, serían solo pequeñas presas que sirvan para contener y desviar, constantemente, por medios de tubos y canales, el torrente que se desplaza por los mismos, hacia cualquier depresión del terreno que se encuentre en su recorrido.

Estamos hablando de construir o ensanchar cualquier hueco natural y extenderlo hasta donde sea posible y depositar toda el agua que se pueda en esos lagos artificiales.

Estos lagos deben conservar su lecho de tierra para que, las aguas, de una manera natural, se vayan filtrando al subsuelo y continúen alimentando los ríos subterráneos que se mueven por toda la geografía nacional en vez de ir a perderse a los océanos.

Desde luego que se van a producir evaporaciones ya sea por el sol o el viento, pero con una constante supervisión para manejar el flujo de esas aguas, podríamos tener un efectivo control para evitar el desabastecimiento o el derrame de estos acuíferos.

Juntamente con la creación de esos reservorios, debemos volver atrás en el tiempo e instalar en los centros ganaderos, pozos tubulares, equipados con bombas de agua accionadas por los eficientes molinos de viento, que no sabemos porqué se descontinuó su uso.

En países avanzados, como los Estados Unidos de América, esto se ha venido haciendo por muchos años.  No solamente en los campos, sino también en las grandes ciudades como Nueva York.

El famoso lago del Parque Central en la gran manzana, no es más que un inmenso reservorio, construido en 1862 como un embalse de agua potable para la ciudad.

Podemos comenzar con las depresiones que existen a lo largo de los ríos de la zona noroeste, que siempre ha sido la más afectada.

Con esta práctica propuesta, no solamente resolveríamos un grave problema sino también le añadiríamos belleza estética al entorno, pues muy pocas cosas son más lindas que un limpio y apacible lago.

Empujando un poquito más, podríamos entusiasmarnos y agregarles un valor adicional, utilizando estos estanques como criadores de tilapias y camarones.

CarlosMcCoyGuzman@gmail.com

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