Bashar al Assad: un hueso duro de roer

 

 

En marzo del 2011 estalló una rebelión contra el gobierno de la República Árabe de Siria que encabeza el presidente Bashar al Assad. Cuatro años después éste país luce devastado y no se vislumbra solución en el horizonte. 

El gobierno sirio cuenta con el respaldo de Rusia e Irán en el ámbito diplomático. Estados Unidos, Canadá, los Estados de la Unión Europea y los miembros de la Liga Árabe han pedido la dimisión de Bashar al Assad como presidente y se han negado a brindarle apoyo. Si bien, el presidente al Assad cuenta a su favor miles de combatientes, estos en adicción a la Fuerzas Armadas de Siria.

Las Fuerzas Armadas de Siria han quedado reducidas a cerca de la mitad, tras el inicio de la guerra civil. Sin embargo, no han perdido la primacía y continúa siendo uno de los actores más poderosos en este conflicto. No obstante la falta de personal ha llevado al gobierno a hacer un llamado a la población civil en general para que se enrole. Así las cosas, sin distinción de etnia, credo o inclusive sexos, cristianos, chiitas, drusos y alawítas se han unido a los llamados Comités Populares para defender sus barrios de los sunitas.

De acuerdo con el Fondo Carnegie para la Paz Internacional, la conformación de este cuerpo obedece a planes iniciados por el presidente Bashar al Assad desde cuatros años atrás, cuando temiendo a un «contagio» de la Primavera Árabe, empezó a distribuir equipamiento militar entre familias leales a su gobierno, así como también a los más jóvenes afectados por el paro. De esta manera armó a la red clientelar que su familia y partido han mantenido desde la llegada al poder de su padre Hafez al Assad. 

La función de estos Comités Populares era la protección de barrios y poblaciones. Sin embargo, en el año 2012 se unieron todos para formar las Fuerzas de Defensa Nacional (FDN), la cual quedó integrada al organigrama de las Fuerzas Armadas de Siria. Se ha documentado que algunas tribus sunita se unieron a las FDN. Se estima que este brazo armado tiene unos 100,000 efectivos y es crucial para la supervivencia del gobierno de al Assad.

Para la República Islámica de Irán la creación de estas milicias significó una oportunidad para introducirse en la guerra siria. Mandó asesores del Ejército de Guardianes de la Revolución Islámica para instruir a los milicianos, convirtiéndolos en un cuerpo militar eficaz en la lucha contra los enemigos de Bashar al Assad, tanto a los rebeldes como a los yihadistas. Se documenta, que enviaron incluso a las fuerzas de élite al Quds encabezadas por su mejor hombre, el jefe de éstas Qassem Suleimani. Es bueno recordar que Qassem Suleimani, fue quien lideró los exitosos ataques de las milicias chiitas iraquíes contra las tropas estadounidenses tras la invasión por Washington a Irak en el año 2003. Esto vendría a explicar la aparente prolongación eterna del conflicto sirio.

Siria es un país multiétnico poblado por alawitas, chiitas, suníes, kurdos y drusos, entre otros. Estos vivieron en relativa paz hasta el brote de la guerra civil. A partir de allí, cada una de estas etnias se ha alineado a un bando u otro. Los suníes componen más de la mitad de la población siria. No obstante, la etnia con más poder es la alawita, de la que proviene Bashar al Assad, y es la que tiene el control político y militar del país. Los alawitas, son una secta de confesión duodecimana entroncada en la rama chiita del Islam y junto con los levantinos (asirios, maronitas, etc.), conforman el 20% de la población siria, y se concentran en torno a la parte occidental de este país. Los kurdos se sitúan hacia la parte norte. Gran parte de la comunidad drusa se encuentra al suroeste, cerca de la frontera con Jordania en la provincia de As-Suwayda. 

Los cristianos en su mayoría están de lado del gobierno ya que tanto Hafez al Assad, como su hijo Bashar, han respetado su credo, así como el secularismo de las instituciones. El temor a una radicalización de un gobierno islamista, hace que maronitas, árabes cristianos y levantinos apoyen y se alisten en las milicias que apoyan a al Assad, aunque esto ciertamente no evita que algunas comunidades se hayan alineado con la oposición. De manera que las minorías en su conjunto, a excepción de los kurdos, están con el bando gubernamental.

Pero también encontramos actores internacionales afectos al régimen, en este caso palestinos, iraquíes y libaneses que se han enrolado en las filas de Bashar al Assad. Se ha documentado la presencia, en las filas de las milicias chiitas, de varias docenas de pakistaníes y afganos que profesan esta rama del Islam, los cuales han acudido al llamado de socorro de esta comunidad.

Como se ve el escenario sirio luce enmarañado y se complica más, con la noticia de tropas rusas haciéndose notar en siria, lo que ha hecho pensar en una nueva escalada del conflicto. Esto ha llenado de preocupación a la coalición internacional y principalmente a Estados Unidos. Rusia ha negado que haya cambiado su nivel de involucramiento, el cual consiste hasta ahora oficialmente en armas y especialistas. Sin embargo, los suministros de armas continúan y continuarán como ha declarado el canciller ruso Sergei Lavrov y son acompañados con el envío de expertos rusos, quienes ayudan a ajustar los equipos y adiestrar el personal sirio en el empleo de estas armas.

Tanto Moscú como Washington dicen que su enemigo es el Estado Islámico, cuyos combatientes islamistas controlan grandes partes de Siria e Irak. El asunto es que Rusia apoya al gobierno de Bashar al Assad en Siria, mientras que Estados Unidos dice que su presencia hace que la situación empeore. Lavrov insiste en que si las fuerzas de la coalición entrasen en contacto con el gobierno sirio y armonizaran sus actitudes con las unidades militares que luchan en tierra, todo sería mucho más eficaz que lo que se ha observado hasta ahora, pues podrían coordinar sus capacidades de aviación con operaciones terrestres y así podrían resolver lo que tan solo con ataques aéreos es imposible resolver.

Así las cosas, la semana pasada a su paso por Londres, donde se reunió con el titular del Foreign Office, Philip Hammond, el secretario de Estado de Estados Unidos John Kerry, ha hecho un llamado a Rusia y a la República Islámica de Irán para que utilicen sus influencias para convencer a Bashar al Asad de que negocie, al tiempo que insiste en que es urgente renovar esfuerzos para encontrar un espacio de acuerdo político que permita acabar con la guerra civil que ya acumula cerca de 250,000 personas muertas, y que de una población de 23 millones de habitantes antes de empezar el conflicto, cerca de la mitad ha huido y decenas de miles intentan llegar a Europa.

Kerry ha dicho que la salida no tiene que ser de un día para otro, sino que es un proceso donde deben trabajar todas las partes en conjunto para lograr un entendimiento sobre cuál es la mejor forma de alcanzar este objetivo. Todo esto demuestra que no es tan fácil salir de Bashar al Asad, un hueso duro de roer, sin contar para esto con Rusia y con la República Islámica de Irán.

 

 

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