Auge del senderismo en República Dominicana

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EL AUTOR es Master en Gestión y Políticas Públicas. Reside en Santo Domingo

El senderismo, esa danza entre el hombre y la naturaleza, ha experimentado un auge sin precedentes en el mundo entero, y la República Dominicana no es la excepción. Cada día surgen nuevas rutas en áreas protegidas, desvelando parajes antes ocultos bajo el manto del olvido. Sin embargo, este crecimiento acelerado se despliega sin el amparo de normativas que velen por la preservación de estos entornos prístinos. La mayoría de los senderos, enclavados en majestuosas montañas, carecen de estaciones con guardaparques y de reglamentos que regulen el acceso y la convivencia armoniosa con la naturaleza.

El senderismo, con raíces en la Europa del siglo XVIII, emergió en Alemania y Suiza como un tributo a la libertad de recorrer los paisajes sin más límites que el horizonte. Su esencia radica en la exploración serena de bosques, montañas y parques nacionales, donde cada paso es un verso en la poesía del paisaje. No requiere habilidades especializadas, solo el deseo de fusionarse con la naturaleza, sentir el susurro del viento entre los árboles y dejarse envolver por la sinfonía del entorno.

En República Dominicana, este arte de caminar se ha tejido en más de cincuenta rutas, cada una con su propio relato esculpido por el tiempo y la geografía. Entre las más destacadas se encuentran la imponente travesía Presa Sabaneta – Pico Duarte – Mata Grande (99.73 km), el desafiante ascenso desde La Ciénaga hasta el techo del Caribe en el Pico Duarte (41.7 km), y la cautivadora senda de El Mogote (6.3 km). Otras joyas del senderismo incluyen el Sendero de Las Nubes (9.0 km), el Sendero Yuboa (14.0 km) y la Ruta Guayabal – Constanza (32.7 km), entre muchas más, cada una ofreciendo una experiencia única para quienes se aventuran a recorrerlas.

No obstante, la falta de regulación y supervisión ha provocado incidentes que atentan contra la esencia misma del senderismo. Recientemente, una excursión en las áreas protegidas de Río Blanco y la Presa Palomino, en San Juan de la Maguana, reunió a más de cien personas que, lejos de rendir tributo a la naturaleza, la violentaron con estruendosos equipos de música que retumbaron desde el anochecer hasta el amanecer. La sinfonía del bosque fue silenciada por el eco de la inconsciencia, perturbando el hábitat de especies endémicas y comprometiendo la armonía del ecosistema.

Además, se evidenció la improvisación de más de noventa cabañas en las orillas del río, sin la presencia de personal del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales que pudiera orientar sobre el correcto proceder en estos espacios. La ausencia de un guardián forestal convierte estos santuarios naturales en tierra de nadie, donde la contaminación y el irrespeto al entorno campan a sus anchas.

El senderismo no es solo una actividad recreativa, sino un compromiso con el medioambiente. Urge la implementación de permisos, normativas y vigilancia por parte de las autoridades competentes. El sendero más concurrido del país, la ruta hacia el Pico Duarte ha evidenciado la necesidad de puestos de socorro, control de acceso y supervisión gubernamental para garantizar su sostenibilidad.

Además, es fundamental que los senderistas estén debidamente equipados: calzado adecuado, vestimenta cómoda, mochilas, bastones de trekking, casas de campaña y protección solar, siguiendo las recomendaciones del Instituto Internacional de Ciencias Deportivas. Asimismo, se debe fomentar el respeto por el entorno natural, la observancia de las señales del sendero y el conocimiento previo de las condiciones meteorológicas y del terreno.

Si bien el senderismo es un puente entre el hombre y la naturaleza, su auge en República Dominicana debe ir acompañado de una mirada responsable por parte del Estado. Con una adecuada regulación, esta actividad no solo garantizaría la conservación de los ecosistemas, sino que también podría convertirse en una fuente de ingresos para la reforestación, la repoblación arbórea, el mantenimiento de senderos y la provisión de asistencia técnica mediante guías especializados.

La montaña susurra historias a quienes saben escucharla; es nuestro deber preservar su voz para las generaciones futuras. Cada senderista debe sembrar un árbol.

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