Aquellos profesores que nos formaron
De la mayoría de mis profesores conservo gratos recuerdos; pero quiero, en esta ocasión, evocar a tres de ellos que por su impronta, abnegación y formación enciclopédica elevaron mi espíritu y reafirmaron en mí el amor por los estudios, la lectura y mi vocación docente. Ellos fueron –y siguen siendo- faros de luz inextinguible en mi vida.
El primero de ellos, fue el profesor Mancebo Urbáez, de Geografía y Geometría, en el segundo año de la secundaria. Llegaba al aula siempre puntual. Tenía el método de la recapitulación de la clase anterior y de ponernos en perspectiva cognoscitiva para el tema siguiente, porque sostenía que en las ciencias exactas si no se dominaba lo anterior era imposible comprender lo que seguía. Y lo sintetizaba así: si un edificio se edifica sobre bases falsas, tarde o temprano, se desplomará.
No obstante, lo verdaderamente aleccionador y trascendente en el profesor Urbáez, además del dominio de sus asignaturas, era su pulcritud, su humildad y su afán de inculcar, más que conocimientos, valores cívicos-éticos y una fe inconmensurable hacia Dios. En verdad, el profesorUrbáez, era un maestro y por eso siempre recuerdo –y me la repito aún- una frase inolvidable suya: “! Dios siempre quiere!”. Como lamento no haberla hecho mía en aquellos años de juventud y rebeldía.
El segundo, fue mi profesor de Historia 011, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Tenía el don de viajar magistralmente por los vericuetos más inhóspitos y escabrosos de nuestra historia nacional. Escuchar sus cátedras era un deleite y una experiencia sin igual. El Dr.Julio Ibarra Ríos, mientras dictaba su cátedra (de su cabeza) se paseaba de un lado a otro en el aula, reflexionando en voz alta. Parecía un mago en medio de nuestra asombrosidad y de su discurso enaltecedor sobre la epopeya de la Independencia Nacional y la figura egregia del patricio Juan Pablo Duarte. Su esfuerzo se concentraba en que cada estudiante quedara edificado sobre el pasado histórico del pueblo dominicano y que, en consecuencia, pudiera orientarse en el presente. Pretendía armarnos histórica y políticamente. ¡Y lo lograba!
El tercero de mis profesores, era el Dr. Ciriaco Landolfi. No bien entraba al aula, cuando ya su voz estruendosa nos convocaba a un viaje fantástico por la historia universal. En el océano de sus conocimientos navegábamos y en ese trayecto desfilaban y se amontonaban infinitos procesos, batallas, movimientos, revoluciones, reformas, contrarreformas, inquisiciones, guerras, conflictos, revueltas; pero, sobre todo, figuras universales que en sus cátedras cobraban vida.
No pocas veces, escuchábamos a Napoleón, a Máximo Gómez, a Martí, a Gandhi, a María Antonieta y a Juana de Arco, todos: arengando, justificándose, o en el caso de Gandhi, resistiendo el castigo inmisericorde del colonialismo inglés, sin más defensa que la palabra o su resistente anatomía. Y era tanta la emoción, que, a veces, se nos olvidaba que eran las diez de la noche. Cuantas veces, a esa hora, tuve que emprender el camino a casa inspirado por aquellas lecciones de historia, por aquellos procesos y por aquellos hombres que cambiaban la historia. ¡Inolvidable!
Esas cátedras, las de Urbáez, Ibarra Ríos y Landolfi, exacerbaban mi pasión por la lectura. Pasión que aún profeso, a pesar del tiempo y de esta postmodernidad que nos deja perplejos y obsoletos en cuestión de segundos. ¿Maravilla o desgracia? Quién sabe.
Quizás, esos profesores (maestros, porque sus enseñanzas trascendían el aula) son una especie ya en vía de extinción, o quizá, definitivamente, ya no existan. De todos modos, mi agradecimiento y gratitud a ellos por haber sido forjadores de generaciones de principios y valores. ¡Que Dios los bendiga donde quiera que estén!
JPM
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
Suscribir
1 Comment
Nuevos