Ante la estatua de Martí el 20 de mayo de 2020

Tomé la decisión de romper con los protocolos. Decidí salir hacia la plaza martiana frente al Jardín Botánico y rendir tributo al Apostol de la Independencia Cubana, José Martí. Me acompañaban una legión de familiares y amigos. Mis padres y mis hermanos estábamos allí en medio de esta Pandemia mejor conocida como la peste china.

El firmamento gris de una primavera abundante en contrastes. Con presagios de lluvia y un sol tropical que casi derrite el pavimento. Los dominicanos este miércoles 20 de mayo salieron a las calles como si hubiesen salido de la prisión. El tráfico vehicular se hacía espantoso. Se veía la nota graciosa de los dominicanos cuando nos cruzábamos en el camino. Afirmando palabras hermosas sin tener el tono de maldiciones como se acostumbra en el transporte público. Se sentía mas que una ilusión. La edad se ha ido. El rincón de la emoción se va lacerando. Damos el viaje a soñar ante la estatua de Martí y pedir el pronto regreso a la Patria tiranizada y esclavizada. Las banderas dominicana y cubana están hechas hilachas y la suciedad marca el trazo de la presencia del olvido. Un silencio sepulcral marca el basto espacio de esa plaza inaugurada en 1974 por el doctor Joaquín Balaguer donde hubo de pronunciar el mas grande discurso pronunciado a la figura de José Martí en toda la historia de Hispanoamérica. Una estatua esculpida por José de Sicre el mismo que le dio forma al Apostol de la Independencia en la Plaza Cívica de Cuba.

El trinar de dos ruiseñores y de varias alondras nos daban la bienvenida cuando subíamos los escalones hacia la Plaza. Desde lejos nos saludaban la flama de los flamboyanes que adornan todo ese vasto pulmón que hace de esa zona algo paradisiaco. Vivíamos en medio de una grandeza muy sola, dentro del marco de una soledad que espera. Una espera de mas de 60 años, pero Martí desde ese reposorio nos decía “es preciso esperar” y no desesperarse en estos eventos históricos que solamente al Arcano de la creación le corresponde indicar el camino a seguir en esta pandemia histórica de la plaga de las tiranías de América. Allí abanicamos la ilusión cuando vimos flotar la bandera. Con un clavel en la solapa y un pañuelo blanco era el único adorno que nos adornaba. Una plaza tan llena de sentimientos y tan sola. Allí estábamos algunos cubanos que se presentaron allí sin nadie habérselo pedido. Era un deber. Un deber patrio.

En esa plaza recordé que el cubano fumaba cigarrillos americanos, de tabaco rubio, bebía Coca-Cola y gustaba de pasar sus vacaciones en Miami, que estaba cerca y donde podía llevar su automóvil en los “ferries” que comunicaban a la Habana con Cayo Hueso. Igualmente, el turismo que llegaba a Cuba era mayormente norteamericano. Iban a disfrutar de Varadero, del Jai- Alai, a las carreras de caballo en el Hipódromo de Marianao, de las carreras de galgos, y a tomar daiquirí en el Floridita o en “Sloppy Joe” popularizado por Hemingway, que residía en Cuba durante muchos meses del año.

En esos años la cultura cubana crecía a sus anchas y había una bifurcación cultural que fortalecía el árbol de la Patria sin marchitar su tronco. En la Plaza Martiana recordé tantas cosas en medio de esta pandemia que en lontananza miro a Cecilio Vazquez, Mario Rivadulla, Ángel Bueno, Francisco Arencibia, Danilo Garcia, José Ángel Buesa, Gema Garcia, al profesor Lázaro y a tantos otros que han venido combatiendo a favor del regreso a la libertad de Cuba que en mucha ocasión solamente al unísono gritan: “estamos esperando.” El Son se fue de Cuba y tantas otras cosas. Hoy Silvio Rodríguez busca en China un 20 de mayo su Unicornio Azul, no sabe si se le fue; no sabe si se le extravió. Alguien supo de él y está enterrado en Oriente, el Unicornio se le fue a Silvio y hasta sin pelo se quedó.

El trinar de las aves se hacía más encantador y ya cuando nos marchábamos de la presencia del Apóstol recordé a Juan Clemente Zenea cuando desde la prisión escribió las diez y nuevas composiciones del Diario de un mártir. En afrentosa cruz expió sus culpas el poeta-adalid que, en un instante de debilidad y de tinieblas equivocó el camino que los ideales le trazaron desde los días de su adolescencia, hasta aquellos otros en que, ya camino del destierro, exclamó con acentos de comprimida indignación, y teniendo delante la visión de la bandera.

Los cubanos no tienen suerte
que morder sus cadenas de hierro;
unos pocos marchar al destierro
y otros pocos morir en la cruz 

Cuando más lejos me iba más se marcaba mi tristeza y la bandera cubana se agigantaba, se engrandecía enhiesta flameando y hondeando sola donde relucía su estrella solitaria.

En día de esclavitud hay que seguir escuchando la Bayamesa.

cafebambu76@gmail.com

jpm

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Luis De New York
Luis De New York
3 Años hace

Daniel. Se te olvido escribir que en ese tiempo cuando miles de norte americano viajaban a Cuba, Cuba era un burdel, y ahora en la Cuba esclavizada dicha degeneración no existe. Julio Fernandez. Los dominicanos no tienen porque sentirse orgulloso de Maximo Gomez, Maximo fue un traidor en la Rep. Dominicana, flandio su espada a favor de los colonialistas espanoles, contra los independentista dirigido por Gregorio Du****n y Gaspar Polanco.

julio fernandez
julio fernandez
3 Años hace

yo no se como usted se autoproclama dominicano.solo porque nacio por accidente??el escribir un articulo sobre la indepencia de cuba y omitir el nombre de quien realmente lucho al frente de un ejercito sin ser cubano,el grandis[mo dominicano MAXIMO GOMEZ.el que dirigio el ejercito manbi es ser mezquino.aunque jose marti fue un ideologo.MAXIMO GOMEZ fue quioen se jugo el pellejo en el campo de batalla,aunque usted como cubano no lo reconozca,