Al son del algoritmo, ganó el danzarín

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EL AUTOR es periodista. Reside en Nueva York

En mi peculiar estilo de otear y describir nuestra política vernácula a la distancia; entiendo que en República Dominicana hubo una competencia en la que bailadores puntearon un nuevo, complicado, y difícil baile, denominado algoritmo, en el que resultó ganador un inusitado bailarín llamado Gonzalo Castillo.

Este baile en boga se corresponde con un vocablo que se pronuncia con una sola ‘r’ porque está intercalada; pero mucha gente insiste en pronunciarla con doble ‘rr’,  que lo hace sonar como algorritmo.

 El improvisado bailador, Castillo, que muchos entendían que era un neófito y sordo de los pies, se impuso con 911,324 votos sobre su más cercano contendor, el veterano bailarín Leonel Fernández, quien obtuvo 884,630. 

Se comenta de Castillo, que aunque su ventaja no fue muy amplia, ganó porque como base de ese evento el jurado no sólo contó con los votos del entorno de estos danzantes, sino que se hizo de forma abierta; sufragó todo el que quiso. Hasta se votó por ninguno. Con esa modalidad, en principio, Leonel, lucía desesperado y conturbado.

Se dice que Gonzalo, al que muchos entienden como un individuo que ha cometido sus travesuras, ganó porque punteó o bailó mejor; fue vestido sencilla pero sobriamente ataviado con mangas cortas, y además, nunca alardeó con avasallar a su rival, quien, a pesar de su aprensión siempre mostró arrogancia y prepotencia y dijo que, en el salón, lo iba a ridiculizar.

En la competencia, que se prolongó hasta bien entrada la noche, al principio, el bailador Leonel llevaba ventaja afincado con la votación del público capitalino. Sin embargo, cuando se presentaron los votos de la afición del interior, sorpresivamente, Castillo repuntó y aventajó a su peligroso contendor.

 Se dice además que sus votos se incrementaron porque, previamente, ensayó con otro curtido bailador llamado Danilo Medina, quien no participó en esa contienda bailable, pero le enseñó que siempre debe bailar asido de la cintura de la pareja; sin soltarla por mucho tiempo. También lo instruyó sobre que, para ganar la competencia, era necesario que prometiera hacer lo que él hizo en una ocasión; aparentar sencillez y visitar con regularidad a sus fans que viven en el interior.

Parecería que Castillo también fue favorecido porque la gente ya está rechazando a los bailadores patéticos que hacen exagerados movimientos de cruces de pies, que resultan desacompasados. Además, esos engreídos bailadores regularmente no contactan a la gente sencilla, a las cuales él, Castillo, prometió continuar entreteniéndolas con la demostración de diestro bailarín. 

A su rival Leonel no le valió el haber ensayado con los haitianos frente al edificio que aloja las instalaciones del Congreso Nacional, en el que quiso sacar partido del cinquillo de los haitianos, una combinación musical de corcheas y semicorcheas de origen africano que le imprime sabor al rítmico merengue, y a otros aires musicales caribeños. 

Empero, ya el jurado proclamó ganador a Castillo, mientras Leonel y sus simpatizantes continúan protestando. Todo parece haberse consumado, y ganó al son del algoritmo, el danzarín, Gonzalo Castillo.

fernando26.deleon@yahoo.com

JPM

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