Al paso de la jicotea

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EL AUTOR es periodista. Reside en Nueva York.

La oposición prefiere seguir atomizada y dividida. Es más, todos están contestes en que la unidad es imposible. Ignoran  que el divisionismo es carta de triunfo del continuismo.

A un año y cuatro meses del proceso duermen tranquilos, roncan profundo. Cuando hablan de la unidad opositora es de la boca para afuera.  Debaten sobre la unidad en aposentos y cuartos frios. Es la mejor forma de matar el tiempo.

A nadie la preocupa  el abajismo  opositor. Sin discurso, sin plataforma programática, sin fronteras ideológicas.  Sin considerar la más elemental  estrategia.  Porque no hay el menor interés en aprovechar las debilidades ni las contradicciones  del partido gobernante.  Ni  para la  primera ni para la segunda vuelta. Pese a  que casi todas las encuestas dejan en claro que en 2016 habrá segunda vuelta.

Más que fría, la oposición está  congelada, dentro del frezeer. De espalda al escenario de realismo  nacional donde el 73 por ciento de las  parturientas son niñas menores de 12 años. Un escenario de cultura del enriquecimiento  ilícito, robos y narcotráfico, con  desafortunado involucramiento de la autoridad civil o policial llamada a combatirlo.

Un escenario donde  500 mil jóvenes  menores  de 21 años  ni estudian ni trabajan. Son fuertes candidatos a incursionar en todas las formas posibles de crimen y  delitos  dominantes en  nuestras calles, barrios, pueblos y ciudades.

La dispersión y el divisionismo es mejor.  Poner en primer plano  la divergencia. Y alejarnos cada vez más  de la Convergencia. No hay ninguna necesidad de hablar con Alianza-Pais y Guillermo Moreno, a quien la última Encuesta Gallup-Hoy otorgó el 23.7 por ciento del favor popular. Entablar una mesa de diálogo opositor  es  pecado mortal. Lo correcto es profundizar las divergencias.

Es mejor dividir que unificar. El poder es una quimera.  Es más  le temen  como el Diablo a la Cruz al diálogo unitario,  basado en las encuestas creíbles. Y mucho menos salir a las calles a producir el choque con la realidad y las desigualdades sociales. Lo que hizo Hugo Chávez para derrotar a los viejos partidos socialdemócratas y democristianos de Venezuela.  Lo que hace en España el nuevo liderazgo de Podemos.

Es que la oposición política está de vacaciones. Sus encuentros son para  fumar  tabacos puros, beber  vinos y degustar quesos. El combate a la pobreza extrema y los grandes males sociales y económicos del país está sepultado.

No hay voluntad de poder  político a ritmo de marchas, protestas  y  parcartas. Es mejor  a paso lento  y  en plato frío, que la banda presidencial  llegue a sus manos  en bandera de plata. Si es que algún día llega,  sin grandes  riesgos,  sin prisa, a paso de jicotea.

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