Qué fueron las Ordalías (1 de 3)
Muchos pueblos primitivos recurrieron anteriormente a otros procedimientos más duros, como el duelo judicial. Y las pruebas (palabra derivada de Urteil, juicio), son pruebas o apelaciones al juicio de Dios. En el viejo Derecho germánico, las ordalías más extensas eran la prueba del hierro candente, o del agua hirviendo y la del agua fría.
El interesado agarraba una plancha candente o hundía la mano en agua hirviendo que luego ponía bajo sello. Si, al cabo de tres días, la llaga parecía en vía de sanar, fue reconocido inocente. Si la llaga presentaba una mala apariencia, la prueba giraba contra él y era condenado. En la prueba del agua fría, era lo sumergieron, atado de pies y manos, en una tinaja o pozo lleno de agua fría
Si se hundió hasta el fondo, triunfó. Si flotaba, el agua lo rechazaba por impuro y era condenado. Esta práctica persiste después de la invasión franca. En el siglo XI, Hincmar, arzobispo de Bourges en su memoria sobre el divorcio del rey Lotario y de la reina Tetberge, menciona el juicio por el agua fría, aquae frigidae judicium.
“El agua, dice, acoge a determinadas personas y las muestra inocentes; ella echa a algunos otros y los encuentra culpables”. Ordalías análogas existieron en la mayoría de leyes primitivas y existen aún en muchos pueblos salvajes.
Entre los Wakambeis de África occidental, el mago somete el acusado a la prueba del hacha, haciéndole previamente decir esas palabras sacramentales: Si he robado la propiedad de tal cosa o cometido tal delito, que Mulungn (el dios) responda por mí, pero si no he cometido este robo o este delito, que él me salve.

El mago pasa entonces cuatro veces el hierro caliente del hacha sobre la palma de la mano del acusado. Si la mano es quemada, es culpable; si escapa ileso, será declarado inocente. Entre los indígenas Massai, aquel que es acusado de robo de ganado sufre la prueba que consiste a hacer una mezcla de sangre y de leche después de haber hecho este juramento: O Dios Yo bebo esa sangre; si yo he robado ganado, esta sangre me matara.
Si él sobrevive quince días, es declarado inocente. Costumbres análogas fueron señaladas entre los ancianos Griegos y entre los antiguos Hindúes. La ley de Manou prescribe al juez de investigar la prueba, sea por el juramento del acusado, sea por las pruebas no menos temibles por el acusado.
Según la gravedad del caso, que hace que un brahmán dure por su veracidad; un Kshatriya, por sus caballos, sus elefantes o sus armas; un Vaisya, por sus vacas, su arenisca y su oro; un Soudra, por todos los delitos. O bien, que haga tomar fuego con su mano al que quiere probar, o que mande sumergirlo en agua, o que toque por separado la cabeza de cada uno de sus hijos y de su mujer.
Aquel a quien la mujer no quema, a quien el agua no hace flotar, a quien la desgracia no le llega rápidamente, debe ser reconocida como veraz en su juramento.
El rico Vatsa, habiendo sido una vez calumniado por su hermano menor consanguíneo, quien le reprochó ser hijo de un Sudra, juró que era falso, pasó por el fuego para dar fe de la verdad de su juramento, y el fuego que es la prueba de su juramento, la culpa y la inocencia de todos los hombres, no quedó ni uno solo de sus cabellos, a causa de su veracidad.
Sin embargo, debemos tener cuidado de no creer que las pruebas fueron imaginadas por primera vez por los hombres primitivos para obtener medios de prueba judicial por decisión de los dioses. El origen de las ordalías se remonta a las prácticas de magia de adivinación de tiempos lejanos de la prehistoria que persisten de nuestros días entre muchos pueblos salvajes.
Ellas tienen por objeto de consultar los poderes invisibles, de pedirle ayuda y protección en todas circunstancias. Los augures nativos matan pájaros para conocer, por el aspecto de sus entrañas, las posibilidades de éxito de tal o cual empresa. En la antigüedad clásica, los arúspices romanos hacían igual, pues las armas romanas no partían jamás en guerra sans librarse a consultas místicas de ese género con los adivinos oficiales.
Hoy aún, los Dayaks de Borneo no comenzarán jamás descifrar un terreno, si la elección de la locación no era aprobada por los presagios favorables sacados de sus procedimientos de adivinación. Esos procedimientos varían al infinito, pero la idea que les inspira es la misma; es preciso utilizar las fuerzas invisibles que gobiernan el mundo.
En muchos casos, los adivinos son doctores que se sirven de la adivinación para obtener un pronóstico médico y para aplicar remedios mágicos curando los enfermos.
jpm-am