Haití frente a una incongruencia histórica
El reconocido político, pensador y ensayista peruano Víctor Raúl Haya de la Torre escribió una vez que Haití con todo su color, es un pueblo tan americano como Canadá, Estados Unidos, México o cualquier país del mundo Americano.
Una nación como Haití, que pasó por procesos políticos y militares aleccionadores en un periodo de su historia que estuvo matizado por revueltas y contra revueltas intestinas. Todos esos esfuerzos y sacrificios humanos para encontrar formas y maneras de librarse de abusos, imposiciones y vejaciones con las cuales pretendían sojuzgar a ese pequeño territorio insular. La población fue colocada a merced de potencias conservadoras, en extremo y racista, en particular.
Resulta sorprendente para un observador imparcial, aceptar el grado de indiferencia o de pasividad de un pueblo cuyos antepasados hicieron la primera revolución emancipadora en América Latina, un hecho tan tempranamente logrado como el 1791 para abolir la esclavitud en la antigua colonia francesa de Saint-Domingue.
Frente a esta apatía que raya en lo absolutamente paradójico, el pueblo haitiano ha sido impedido de buscarle solución a su desgracia económica y política por factores fácticos internos.
Haciendo abstracción a otros comportamientos de la cultura haitiana, uno pensaría que aquellos poderes psicológicos que llegaron a tener los hechiceros o sacerdotes, como fueron los casos de Dutty Boukman y Francois Markendal, han perdido el efecto y la influencia que tuvo en el pasado la práctica de vudú en la psiquis actual del pueblo de Toussaint Louverture.
Los actuales médium o hechiceros haitianos parece que han perdido sus facultades espirituales de producir en el cerebro de las nuevas poblaciones ese poderoso sentimiento de liberación que tuvo un peso enorme para producir una revolución del carácter y con la dimensión social y política de la Revolución que se originó entre el 1791 al 1804. Ese fenómeno espiritual actualmente merecería ser estudiado desde la perspectiva de las ciencias sociales, la antropología y de la personalidad.
Esta vez no son los franceses, los norteamericanos ni los canadienses quienes practican formas de esclavitud y exclusión social en el pueblo haitiano. Quienes ejercen múltiples formas de explotación y de desarticulación selectiva de la sociedad haitiana son, en cambio, los hijos y nietos del mulataje que quedó como resultado de la inseminación tardía entre el blanco negrero y el negro encadenado luego liberado.
Partiendo de una deducción simple del problema de la explotación y exclusión social en Haití, creo que al pueblo haitiano le ha faltado conquistarse asimismo, hecho que Platón consideró una virtud.
Ese proceso de polinización o de mezcla que acabo de describir anteriormente ha dado origen a un tipo o clase de hombre diferente a aquel que participó en la Revolución del 1791. El haitiano de hoy en día ha sido transformado desde fuera con la traición del mulataje predominante en la sociedad haitiana, a actuar con el perfil del individuo pusilánime, incapaz de tomar decisiones o de abrazar causas sociales y políticas importantes que produzcan una segunda o tercera liberación.
Pero la óptica habría que verla preguntándose, quiénes manejan la economía haitiana. Quiénes se sirven de ella de manera egoísta para entonces poder realizar esa segunda o tercera emancipación, no ya de una potencia colonialista sino contra una clase aristocrática que opera internamente dentro de la sociedad haitiana en conjunción con fuerzas políticas y económicas foráneas.
Regresando al tema del mestizaje, esa impureza racial o hibridismo existente en el pueblo haitiano tiene un marcado efecto social negativo que le impide a una gran mayoría de ese pueblo poder hacer el viaje de retorno a aquel pueblo combativo de Desaline que propiciaba una conexión ideológica y de principios doctrinarios que sirvió de fuente de inspiración o de fundamento a aquellas jornadas emancipadoras.
Esa particularidad o impureza socio genética de la cual surge el nuevo modelo de hombre haitiano, que incluye al liderazgo moderno, carece de espíritu de lucha y de patriotismo, ingrediente que estuvo altamente presente en las contiendas emancipadoras.
Para mi, Toussaint-Louverture y Jacque Dessaline representaron una pureza o casticidad racial del negro que bajo su bandera de lucha propiciaron una redención temprana de su pueblo esclavizado por los poderes coloniales que pretendían imponer en aquella nación un tipo o clase de dominación inaceptable, desde el punto de vista de la degradación humana, por su crueldad y salvajismo.
Es tanto así, que el espíritu de rebeldía del pueblo haitiano de aquel entonces ha mermado a consecuencia de haber surgido más luego en el tiempo un liderazgo sin o con poca inspiración patriótica, enfocado como único objetivo en crear una casta de caudillos tanto político y militar que ha impuesto un estilo de gobernanza que le niega a la mayoría del pueblo haitiano todos los derechos, incluyendo el derecho de disfrutar de una democracia representativa.
Opino que la privación de una justicia social largamente esperada, mañosa e históricamente negada por la clase alta haitiana en el poder, ha sido directamente la única culpable de los estados de miseria, desempleo, insalubridad, desesperanza y frustración colectiva del pueblo haitiano.
Esa misma categorización social, opresora y codiciosa, generadora de grandes riquezas amasadas con el sudor y el sacrificio del pobre pueblo haitiano ha obrado amparándose en el goce de grandes privilegios sociales, económicos, políticos y militares, de tal manera, que ha logrado proyectar la falsa idea de que el desarrollo socioeconómico del pueblo haitiano se encuentra fuera y no dentro de aquella sociedad.
Como resultado de este tipo de dominación social y económicamente inflexible, el pueblo pobre haitiano se ha visto forzado a convertirse en una especie de nación nómada o errante y sin identificación alguna, quedando a merced de vivir de la caridad internacional, cuyas ayudas son interceptadas y acumuladas por la elite haitiana para provecho y beneficio suyo y jamás del pueblo haitiano.
Sin embargo, Manuel Moreno Muñoz, de la Universidad de Granada, explica en un enjundioso trabajo sobre la determinación de la genética en la conducta humana, que «en periodos de crisis económica y social—como acontece en Haití—las situaciones de marginación y pobreza suelen ser presentadas como irreversibles y como signo evidente del fracaso de las medidas educativas y asistenciales anteriores».
Estas circunstancias—continua argumentando Moreno Muñoz–«constituyen el terreno abonado para una amplia aceptación de opiniones que sitúen en lo biológico, en lo genético o en la raza las causas de la marginación, los altos niveles de fracaso escolar, el desempleo, la delincuencia y el bajo coeficiente intelectual medio».
El anterior razonamiento de Moreno Muñoz sobre la conexidad entre genética, pobreza y marginación, coincide con el campo en el que trato de hacer mis deducciones o consideraciones filosóficas sobre el mestizaje entre el blanco negrero y el negro esclavizado que produjo un mulato en Haití que está en actitud más cerca del blanco negrero que del negro esclavizado que necesita una segunda o tercera revolución liberadora.
Ese tipo de mestizaje en el que el pensamiento y la actitud del mulato predominan en todos los estamentos de dirección social, política y militar no ha permitido en Haití lo que el escritor alemán, Gunter Grass, autor de la obra Los plebeyos ensayan la revolución (1950), insinúa que todas las grandes culturas surgieron a partir de formas de mestizaje y que Gabriel García Márquez denominó el «brebaje o la mezcla de las lagrimas con la sangre que corre».
He querido escribir este nuevo ensayo sobre la situación haitiana partiendo de un punto de vista diferente a mi trabajo anterior a manera de presentar un panorama con una perspectiva social y política de un contenido o cosmos visión filosófica un tanto más variada con la cual le podría facilitar al lector tener una comprensión menos restringida de la problemática actual que vive el pueblo haitiano.

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