OPINION: Reapertura Priorizando la Seguridad de Estudiantes y Familias
Estudiantes, maestros, educadores y administradores han estado trabajando más allá de sus posibilidades para lograr un comienzo seguro y responsable del año escolar 2020-2021. A pesar de todo el trabajo y las aportaciones que todas las partes han hecho, lo que tenemos es una solución imperfecta. Y para ser claros, es una solución imperfecta porque vivimos en un mundo imperfecto donde el COVID-19 sigue siendo una amenaza real y seria para la salud de todos. Esta no es una acusación a ninguna de las partes involucradas, solo una evaluación seria de la realidad de que este virus continúa propagándose y sigue siendo un riesgo omnipresente para la salud y seguridad de las personas, lo que subraya aún más la necesidad de por qué deberíamos considerar retrasar el aprendizaje presencial hasta enero de 2021.
En la última información actualizada ofrecida por la Ciudad de Nueva York y el Departamento de Educación, las escuelas se han retrasado por segunda vez y marca el tercer retraso en general. Los estudiantes solo están programados para asistir en persona durante dos o tres días a la semana en un período de otoño, durante el cual la duración de un período de clase se puede acortar para desinfectar y hacer la transición de manera segura a los estudiantes y maestros. Con un inicio del año escolar ya retrasado hasta mediados o finales de septiembre y principios de octubre y el número de días festivos oficiales religiosos y reconocidos programados entre ahora y finales de 2020, el tiempo que realmente los estudiantes estarán presentes será de cerca de dos meses en total.
Nadie está en desacuerdo con que la enseñanza presencial a tiempo completo sea lo mejor para los estudiantes. Pero dada la alta tasa de transmisión de COVID-19 y el inicio de la temporada de influenza, estamos agregando más variables a la ecuación. Esto solo exacerbará aún más las preocupaciones de salud pública que muchos tienen, especialmente cuando ninguno de nosotros quiere exponer a los estudiantes, maestros, administradores, empleados públicos y sus familias al COVID-19. No hay una solución simple para este problema, pero por lo que hemos visto hasta ahora ―factores externos del COVID-19 que resultaron en cierres de edificios escolares y puesta en cuarentena a estudiantes, maestros y administradores― los impactos en los hogares son profundos. La realidad es que hay demasiada incertidumbre a pesar de todo el esfuerzo extraordinario de todas las partes involucradas para defender nuestro sistema de educación pública a fin de que se inicie el año escolar 2020-2021.
Habrá quienes estarán de acuerdo, en desacuerdo y vehementemente en desacuerdo con esta proposición. Pero es una consideración que no podemos descartar sumariamente, por mucho que lo queramos, para volver a una apariencia de vida normal. Sé que esto ha sido parte de conversaciones en otros ámbitos de la educación aquí en la Ciudad de Nueva York y quiero alentar a los líderes de la Ciudad a que lo tomen en cuenta, ya que han demostrado que tomarán en consideración todas las opciones posibles y garantizar precauciones de seguridad que cumplan con el estándar que todos en la educación pública esperan y que se puede proporcionar.