Don Pepín Corripio y la juventud dominicana
Cuando el afamado pintor holandés Hieronymus Bosch (El Bosco) pintó «El jardín de las delicias, o la pintura del madroño», una de las obras más formidables que registra la historia de la inspiración artística universal, obra de arte dibujada al óleo y sobre cuyo significado y fecha se han tejido a través de los tiempos consideraciones diversas, todas ellas interesantes por la calidad de los expertos y por lo que pretende comunicar la obra en sí. Este admirable tríptico procedente del Escorial fue llevado al Museo Nacional del Prado, en Madrid, España, una de las galerías más trascendentales del mundo.
Esta obra de Bosco, simbolizada en tres escenas, la de la izquierda dedicada al Paraíso, con la creación de Eva y la fuente de la vida, entretanto la derecha presenta el Infierno y en el centro encarna el jardín de las delicias o de los placeres de la vida, me ha llevado a examinar esa monumental ilusión contenida en el discurso de don José Luís Corripio Estrada (don Pepín) pronunciado en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra a intención de la Asociación de Comerciantes e Industriales de Santiago (ACIS).
¿Por qué he considerado oportuno hacer este ejercicio intelectual sobre una exposición dirigida fundamentalmente a la juventud de una sociedad que retrata una adolescencia como si estuviera en un limbo o lugar cerca del infierno? Yo pretendo en este análisis hacer un viaje metafórico al centro del discurso de don Pepín, como el viaje del poeta y escritor francés Julio Verne al centro de la tierra, tratando de hallar en él la Beatrice que Dante Alighieri y el poeta Virgilio buscaban en La Divina Comedia, que se encontraba en el Paraíso.
En el discurso oral don Pepín realiza el mismo viaje cargado de anhelo que hizo Dante, el escritor más destacado de la Edad Media, lo único que el notorio empresario español no se detuvo ni en el Infierno, representado por la sociedad dominicana actual, ni en el purgatorio, lugar de los sufrimientos temporales que está pasando el pueblo dominicano, ni en el lejano Paraíso, sino que como hombre de fe, que cree verdaderamente que podría haber en algún confín de este terruño en el Caribe llamado República Dominicana, una región del fuego, que no quema, no hiere, que todo lo que se quiere se puede, como en la Luna que aparece en la obra citada de Dante.
Don Pepín, en sus consejos de estímulos contenidos en su discurso, cuando le dijo a la juventud (juventud que no se sabe si existe o no, realmente, y si existiera seria en la ola disgregada, en el mar sin brújula, a la sombra de los timoneles equivocados como demostraría el análisis histórico de una sociedad pos trujillista, sin Trujillo) «…si bien es cierta la importancia de levantarse cada vez que hay una caída, el mejor camino, al hacer un esfuerzo de emprendurismo es no caer»; don Pepín trajo a la mente de la juventud aquella alegoría de la Luna que aparece en La divina comediaque dice: «Aquí todo lo que se quiere se puede».
No cabe la menor duda que por el tiempo dilatado que lleva el prestigioso empresario en tierra dominicana él y su familia quieren a este pueblo entrañablemente y sin limitación, por eso aplicó en su disertación la psicología positiva dejándole a la juventud el mensaje del filósofo, escritor y orador romano Séneca, que reza: «Las cosas no son difíciles. Son difíciles porque no nos atrevemos». Qué nos propone el mensaje de Séneca cuando dice «no nos atrevemos» y, en la disertación de don Pepín manda a la juventud a asumir los compromisos.
Es posible que Séneca y don Pepín, en tiempos y en planos diferentes, hayan coincidido en la eficiencia interior que tiene la palabra «responsabilidad», competencia que debe exigírsele a la juventud de una sociedad, como la dominicana, en la cual los actores políticos con sus actuaciones irresponsables cometidas desde el poder han convertido ese vocablo en una herramienta ineficaz para asumir compromisos o atreverse. Asumir compromiso y atreverse son términos que contienen una alta dosis de desafío.
Otro aspecto importante al que se refirió don Pepín en su conferencia en el marco de la I Feria de Emprendedores, realizada recientemente en el Ágora Mall, de Santo Domingo, donde animó a cientos de jóvenes a «trabajar con ahínco», fue cuando señaló que «para obtener el éxito hay que fijarse bien los objetivos». Quizás el distinguido y exitoso empresario español haya querido referirse sin proponérselo a aquella frase gloriosa del escritor y filósofo estadounidense Ralph W. Emerson, la cual plantea que: «El mundo le abre paso al hombre que sabe a dónde se dirige».
La ruta hacia el éxito que la juventud dominicana tiene como reto se ha convertido en algo similar a aquel «camino empedrado» al que se refirió el profeta Isaías en 35: 8-10, veamos: «Allí habrá un camino empedrado, que será llamado «Camino de Santidad». Recordemos que don Pepín dijo en Santiago recientemente esta frase: «…el éxito hay que merecerlo, con el tesón del sacrificio y del trabajo». Y ¿qué dice el Libro Sagrado en cuanto a esto último?: «No pasará por allí nada impuro, porque Dios mismo estará con ellos. Si alguien pasa por este camino no se extraviará, por más torpe que sea. En ese camino no habrá leones, ni pasará por él ninguna fiera, para que los redimidos puedan transitarlo. Y los redimidos del Señor volverán. Vendrán a Sión entre gritos de infinita alegría. Cada uno de ellos tendrá gozo y alegría y desparecerán el llanto y la tristeza».
Recordemos nuevamente que el disertante, invitado por la Asociación de Comerciantes e Industriales de Santiago (ACIS), le dejó a la juventud una tarea extraordinaria. Casi le ordenó a «…trabajar con ahínco, siete días a la semana, para alcanzar sus sueños y conseguir el éxito…». Y cuál fue el reto que expresó Isaías y qué aclaró seguidamente el profeta: «En ese camino no habrá leones, ni pasará por el ninguna fiera…» Y luego dice finalmente el hijo de Amoz: «…desaparecerán el llanto y la tristeza».
Desafortunadamente, la juventud dominicana, al oír a don Pepín expresar que «El éxito hay que merecerlo», algunos de los jóvenes presentes podría haber pensado así: «¡Qué zoquete es don Pepín! Y seguidamente dirá: «Mientras los políticos corruptos (que vienen siendo los leones y la fieras que prometió quitar del camino Isaías) llenan sus alforjas de dinero robado al Estado sin ningún esfuerzo o sacrificio, yo, en cambio, me educo, me creo sueños, se me desgastan las suelas de mis zapatos y, aún con esos ahíncos, termino frustrado y sin trabajo».
Ciertamente eso es verdad y duele en lo más profundo de la esencia de un joven tener que soportar y ver la crisis de valores en una sociedad dirigida por personas que se han corrompido desde el poder. Empero, nos dijo Isaías, que una vez crucemos el camino pedregoso habrá «gozo y alegría». Afirmó San Juan que el gozo es una virtud. Y ¿qué fue lo que quiso expresar don Pepín en la ACIS de Santiago cuando se refirió al sacrificio familiar?: «Nuestra familia es la continuidad de 96 años al día de hoy de remar, de remar y de remar todos los días».
En Marcos 6:48, en un pasaje interesantísimo, me encontré con la respuesta a ese sacrificio al cual hizo comentario anteriormente don Pepín, el cual debe servirle a la juventud dominicana de impulso. Y yo pregunto: ¿Hay disposición en la juventud dominicana al sacrificio después de haber visto y vivido en sus gobernantes los estados de corrupción más insolentes? ¿Tendrá la juventud dominicana la fuerza para remar y remar mientras los políticos navegan las aguas de la fortuna en lujosos yates impulsados por grandes motores Carterpilar o Mercedes Benz sin tener que remar? No trato, de ninguna manera, de insinuar que la juventud imite la desobediencia de Jonás, quien después de remar con afán paró de remar y tuvo al perecer en el mar en medio de una tempestad.
Permítanme destacar aquí el mensaje de Marcos: «Y, al verlos remar fatigados, porque el viento les era contrario, como a la cuarta vigilia de la noche, fue hacia ellos andando sobre el mar y quería pasarles de largo». Ciertamente, para alcanzar el éxito es fundamental que éste nos encuentre a todos unidos. Frente a tan grande verdad uno se pregunta ¿y cómo llegan a ese éxito familias que al verse en el espejo del otro nota una gran desemejanza y, por efecto a ello, se le hará imposible juntarse en un proyecto común a todos?
En situaciones como esta las religiones aconsejan recurrir al valor de la tolerancia, por el espíritu de la sabiduría que nos hace tolerantes. Por eso y más que por cualquier otra aspiración humana de base material es que las palabras del presidente del Grupo Corripio son alentadoras, porque él en su carrera persiguiendo el éxito ha tenido que ser tolerante, paciente y ponderado.
Cuando leí los consejos de don Pepín, persona a quien admiro por su apego al trabajo que ennoblece al hombre, me vino a la memoria el pensador hindú Gandhi, quien se expresó de la tolerancia así:
«Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio». Precisamente ha sido arando y practicando continuamente la virtud de la tolerancia que don Pepín ha podido desarrollar un emporio empresarial exitoso, sobre todo en un pueblo tan desigual más por la multiplicidad de rasgos y de cultura que dominan su personalidad que por cualquier otra característica social.
Al entrar a las profundidades del discurso analizado aquí, a pesar de que aparentemente no hay crisis ni presente, ni pasada ni futura en el país, noté a don Pepín un poco angustiado en el interior de su personalidad sensible —aunque ese estado no se reflejó claramente en su disertación— por el destino incierto de la juventud dominicana. Creo que el presidente del Grupo Corripio no quiso conmover la juventud más de lo que está. El futuro nadie lo puede predecir porque como dijo Eleanor Roosevelt «El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños».
Recordemos, que los sueños no son mas que relatos recogidos inexactamente y sobre los cuales se hacen teorías, mientras que la realidad es lo que acontece de manera verdadera o cierta. Lo importante del discurso examinado aquí es que en él la juventud tiene en José Luís Corripio Estrada (don Pepín) un modelo de trabajo y perseverancia, y, sobre todo, que este empresario español con identidad dominicana ha tenido la valentía, como ningún otro empresario de su clase, de decirle a los jóvenes dominicanos que su sueño de éxito se consigue remando, remando con afán, y yo agregaría, y sin hacerle caso a los leones y a las fieras de aquel camino empedrado señalado por Isaías.

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