OPINION: Jugando con candela
Por RAFAEL GOMEZ
Que miles de mujeres y hombres se manifiesten públicamente en todos los Estados Unidos en defensa de sus derechos constitucionales, eso está bien. Y hasta es admirable que otros centenares de miles de mujeres lo repitan un día después. Y que otros tantos miles lo imiten a nivel mundial, es solidaridad.
Las ciudades de Washington y Nueva York fueron los escenarios principales para las movilizaciones y protestas.
Con sus concentraciones populares, enviaron una señal que abrigan temores de que el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump, les viole sus derechos fundamentales y/o constitucionales con sus ejecutorias como primer mandatario de la nación.
Y no es para menos, porque durante su campaña electoral, el nuevo inquilino de la Casa Blanca hirió sentimientos colectivos con arrogancia.
Sin embargo, ganó las elecciones sin el apoyo popular. El voto minoritario, representado por los miembros de los colegios electorales, certificó su triunfo.
Se impuso el sistema electoral legalmente establecido. Y nadie pudo revertirlo. Ni se realizaron manifestaciones de protestas similares antes de la ratificación del organismo colegial.
Trump ganó las elecciones en un proceso democrático y libre. Quiéranlo o no, es el presidente de los EEUU.
Protestar por la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, sin antes haber tomado siquiera su primera orden ejecutiva, fue muy acelerada. Pero tienen todo su derecho.
Al nuevo mandatario hay que dejarlo gobernar, conocer sus primeras decisiones administrativas, sus acciones como presidente de los Estados Unidos.
De haber ganado con trampa, de haberse comprobado que ganó unas elecciones amañadas o con irregularidades, las autoridades competentes se hubiesen encargado de bloquear su ascenso al poder, porque en esta nación nadie está por encima de las leyes.
Existe una Corte Suprema de justicia que, de haber sido apoderada de algún caso comprobado de fraude electoral o irregularidad en el proceso de votación, lo hubiesen conocido y actuado en consecuencia.
Nada de eso sucedió. Todo fue legal y, salvo algunas escaramuzas callejeras, nadie protestó los resultados. Los republicanos se alzaron con el poder total. Los demócratas fueron derrotados.
No estoy de acuerdo con muchas de las cosas que dijo el señor Trump como candidato. Pero de lo que sí estoy seguro es que de todo lo que él dijo muy poco lo ejecutará como primer mandatario de la nación más poderosa del planeta.
Una cosa es lo que se dice u ofrece en campaña y otra -que puede ser muy distinta- es lo que se cumple al tomar las riendas de la administración como jefe de la administración de cualquier nación.
En los Estados Unidos hay muchos grupos anarquistas a la espera de oportunidades para dejarse sentir. Y la han aprovechado invadiendo las manifestaciones de protestas pacíficas para cometer sus actos violentos, como los ocurridos recientemente.
Las organizaciones y grupos protestantes que organizaron y dirigieron las marchas anti Trump desde su elección hasta su juramentación no se aseguraron para que los grupos anarquistas existentes no se infiltraren a dañarles sus reclamos pacíficos.
Durante las marchas impusieron el terror y el caos rompiendo cristales de negocios en diferentes estados de la Unión Americana, incendiaron autos y golpearon a los que no compartían con las protestas. Y lo peor de todo es que los organizadores de las movilizaciones, las organizaciones sindicales, feministas y de defensa de los derechos humanos todavía no se han pronunciado al respecto, otorgando con su silencio el apoyo a semejante vandalismo.
El terror se está apoderando de los estadounidenses ante la violencia y atropello de los manifestantes. Al parecer, esos grupos beligerantes quieren sacar provecho de la débil popularidad del presidente Trump para incendiar los Estados Unidos.
Por suerte, la población estadounidense es de un poco más de 324 millones de habitantes. El número de protestantes que se reporta acudió a las diferentes marchas, según medios de prensa no llegan al uno por ciento de esa cantidad.
Es casi seguro que desde ya la mayoría de los ciudadanos norteamericanos les están reclamando al nuevo presidente Trump que tome medidas drásticas para acabar con las protestas por la violencia escenificada, medidas ejecutivas que podrían afectar los derechos individuales de todos.
Donald Trump no lo pensaría dos veces.
Hay quienes juegan con candela, pero tienen que saber hacerlo. Máxime si la antorcha encendida está ondeando en las manos del adversario, con todo el poder su favor.
supergomez1@yahoo.comjpm/of-am
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