César Medina: la habilidad de ver crecer la hierba

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EL AUTOR es periodista.

 

 

Enrolarme en el periodismo a finales de 1965, pasados los acontecimientos que algunos llaman revuelta y otros revolución constitucionalista, me permitió desempeñarme primero,  durante tres años, como  corresponsal en San Cristóbal del periódico El Caribe y luego, por un año, como reportero de ese diario en Santo Domingo, para luego pasar a ser en la Capital  reportero del muy popular noticiero Noti Tiempo, de Radio Comercial.

Por la época nunca emigré hacia SD y lo que hacía era viajar diariamente,  temprano en la mañana, desde San Cristóbal a cumplir mis obligaciones periodísticas, retornando a mi pueblo después de las 7 de la noche.

César Medina.
César Medina.

Aunque tímido, era muy observador y estaba atento a todo lo que ocurría en el pequeño y apacible poblado de entonces y conocía de vista a los viejos y jóvenes.

Uno de estos últimos me llamaba la atención por su rostro serio, pero a la vez por sus movimientos ligeros que evidenciaban un desenvolvimiento sin temor y una seguridad en el actuar y en el relacionarse con los demás.

Escarbando en las profundidades de la mente, he logrado recordar que sus padres eran don Carlos María y doña Minta, personas muy serias, creo que cibaeños emigrantes, quienes residían en la parte Sur de la ciudad y habían procreado y criado, con gran esfuerzo, una familia numerosa, entre los que estaban Tato, Jorgito, Zuni, Gladys y Neyda.

Generalmente lo veía en las  noches en la zona del parque central de San Cristóbal,  moviéndose entre el cine y el Casino San Cristóbal, donde compartía con soltura con los socios contemporáneos suyos.

ACERCAMIENTO

Alrededor de 1969, José Tejeda, un viejo amigo periodista (quien fue corresponsal en San Cristóbal primero de El Caribe y luego del Listín Diario y que más tarde se convirtió en empresario artístico en Nueva York)  se mudó exactamente frente a su casa. Yendo yo a la vivienda de Tejeda, pude ver más de cerca e incluso compartir  con él joven en cuestión, que evidenció interés en los asuntos periodísticos.

Estando ya en 1970 salió a la luz pública en Santo Domingo el vespertino Ultima Hora, de la misma empresa propietaria del Listín Diario, y pronto el muchacho (que vestía adecuadamente, tenía pelo copioso y contaba con aproximadamente veinte años de edad) buscó el apoyo de los que ya ejercíamos como periodistas para conseguir la corresponsalía del nuevo medio.

Asumió la tarea con ahínco y a poco estaba inmerso en el ambiente periodístico, demostrando estar dotando de inteligencia inusual. De paso, estrechó sus relaciones conmigo –no muy simpático de naturaleza- y se convirtió en mi amigo.

Varios meses más tarde, a la casa de madera de  la familia Pimentel Muñoz, situada en la calle Restauración (hoy Manuel María Seijas), entre la avenida Constitución y la calle Padre Ayala, se le comenzó a reconstruir el frente, colocándole bloques de cemento. Por eso, para entrar a la vivienda –fuesen sus habitantes o los visitantes- había que penetrar por el callejón y acceder por la puerta del patio.

César Medina llora ante el cadáver de Gregorio García Castro el 28 de marzo de 1973.
César Medina llora ante el cadáver de Gregorio García Castro el 28 de marzo de 1973.

Una tarde, casi al caer el sol, sentí que alguien abrió esa puerta y entró, dándome cuenta de inmediato que se trataba del novel corresponsal de Ultima Hora, quien entusiasmado había ido a mostrarme una noticia, no recuerdo sobre cual tema, que había preparado.

La leí de un tirón, quedando impresionado por la redacción limpia  y bien hilvanada, la cual era extraña para los que en ese momento practicaban periodismo en San Cristóbal, según había podido comprobar yo, quien ya trabajaba como redactor en la Capital.

Tanto fue mi sorpresa, que le dije: “César, quien te redactó esa noticia”. Me respondió: “Yo mismo”. Como se trataba de un tema puramente local y sus compañeros corresponsales sabían redactar poco, intuí rápidamente que ciertamente él había elaborado la información.

Y me dije para mis adentros: “este muchachito parece que va a llegar lejos…”.

CUALIDADES

De verdad que ha sido así. Más de cuatro décadas después estoy convencido de que César Medina –el muchacho en cuestión-  ha sido excelente periodista, excepcional comentarista de televisión y últimamente eficiente diplomático.

Ser periodista es, primariamente, saber escribir, informar y comunicar. Y Medina lo ha hecho por el libro, por largo tiempo, en periódicos, radio y televisión, cumpliendo roles desde el primer escalón hasta el más alto.

Ser buen comentarista de televisión significa, en último término, enfocar los asuntos nacionales de una manera atractiva para el televidente, logrando rating. Y en este campo nadie puede negar que su programa ha mantenido y tiene posicionamiento envidiable.

Ha mantenido posiciones rígidas, posiciones políticamente apasionadas, pero nunca he escuchado a nadie atribuirle extorsiones, campañas sucias ni protagonismo excesivo para erigirse en líder en la televisión.

Ser eficiente diplomático consiste en representar dignamente a su país, cumpliendo atinadamente las tareas asignadas, las cuales, generalmente, se desempeñan con discreción.  Y en este ámbito nunca nadie ha podido señalar a Medina como piedra de escándalo, traficante de negocios o  culpable de omisión en sus funciones.

Por añadidura, he percibido a César Medina como buen padre –a quien nunca he visto sometido por violación a la ley 2402-;  como solidario con

César Medina con su hijo Oscar en la década del 70.
César Medina con su hijo Oscar en la década del 70.

los amigos de antaño en situaciones de aprieto y como ciudadano de correcto  accionar, nunca acusado de estafas, violencia y mucho menos vida desordenada.

Admito, porque no se puede negar, que luce un hombre adusto, pero a veces pienso que asume una pose teatral de duro, a lo Charles Bronson, para dar mayor carácter a su papel televisivo.

Aunque solo lo veo de tiempo en tiempo con la brevedad que se observa a las estrellas fugaces, he constatado en él tres cosas: a.- sagacidad para abordar cualquier tema, b.- sobriedad que ha dejado atrás las actitudes levantiscas y c.- perfil depurado que lo hace parecer un lord inglés.

Por todo eso no me sorprende su reciente nombramiento en la Cancillería, donde estoy seguro será pieza clave en el orden administrativo y funcional de la nueva administración del servicio exterior.

Medina, un hombre que ve “crecer la hierba”, tiene condiciones de sobra para ser colaborador a tiempo completo y de primera fila del Canciller Miguel Vargas Maldonado, a quien le unen viejos lazos de amistad y quien tiene ya un fardo de trabajo encima.

josepimentelmunoz@hotmail.com

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