Cicatrices en la Constitución
Desde su nacimiento, en 1844, la República Dominicana ha sido azotada por los vientos de la inestabilidad política, los cuales, si bien han amainado en determinados momentos, también es cierto que durante largos períodos lanzaron su furia sobre nuestra nación, marcando como zigzagueante su desarrollo institucional. Las horadaciones a la vida institucional han dejado sus cicatrices en nuestra Constitución Política, proclamada el 6 de noviembre de 1844, la cual en sólo 166 años de vida republicana (1844-2010) ha sufrido treinta y nueve alteraciones. Estas alteraciones incluyen reformas, anulaciones, acomodaciones e incluso arreglos al margen del Congreso Nacional. En algunos casos las enmiendas procuraron satisfacer necesidades de cambios en el ordenamiento jurídico de la nación, pero en algunos momentos sirvieron para resolver crisis circunstanciales y otras veces para complacer frivolidades de gobernantes traumados por la alucinación de la permanencia en el poder. La primera modificación a nuestra Carta Sustantiva ocurre en febrero de 1854, casi a diez años de proclamada en San Cristóbal. Esta reforma incluía setenta artículos y ocasionó grandes debates entre corrientes ideológicas muy distanciadas, como la conservadora, con Pedro Santana y Buenaventura Báez como cabezas, y la tendencia progresista encarnada por los discípulos de Duarte, como Félix María del Monte y Juan Nepomuceno Tejera. En noviembre de 1854, el Congreso Nacional, atendiendo a un pedido del presidente Pedro Santana, consideró que la revisión constitucional de ese mismo año provocaba “grandes obstáculos en la marcha de los negocios públicos” y dispuso una revisión del artículo uno hasta el 161. A partir de entonces se desató el vendaval de modificaciones constitucionales. Sólo en la década de 1871-1879 se produjeron siete alteraciones. La última alteración del siglo XIX, ocurrida en 1896, fue promovida por el presidente Ulises Heureaux y sobrevivió a su progenitor, ya que prevaleció hasta 1907, cuando el mandatario Ramón Cáceres proclamó la primera modificación a nuestra Constitución en el siglo XX. Este siglo fue abundante en revisiones constitucionales, llegando a producirse ocho sólo en la séptima década (1961-70). La última ocurrió en agosto de 1994, forzada por la circunstancia de una grave crisis política, la cual, por apresurada no dejó de aportar dos frutos provechosos: el primero la creación del Consejo Nacional de la Magistratura y el segundo el freno a la posibilidad de reelección sucesiva del presidente de la República. Esa enmienda, junto a las de 2002 y 2010 , constituyen el objeto de estudio del libro “Tres reformas a la Constitución Política dominicana”, presentado ayer en la biblioteca de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, y cuya autoría comparto con Antoliano Peralta Romero, uno de mis hermanos.

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