Los desafíos del PRD
El Partido Revolucionario Dominicano no ha estado exento de problemas y conflictos. Como toda organización del sistema de partidos políticos de nuestro país, ha vivido momentos terribles, que lo han llevado a librar batallas muy difíciles.
Pero el PRD siempre ha superado sus crisis, aunque algunas de ellas han generado soluciones muy especiales, que reflejan los matices y circunstancias de cada proceso en particular. Aun con este nivel de convulsión, “el partido de la esperanza nacional” no ha podido ser echado en el zafacón del olvido, porque como lo dijo su líder, “el PRD no es un simple partido, el PRD es un sentimiento nacional”.
Hoy los perredeístas estamos viviendo una etapa muy especial, tenemos desafíos que desde luego, pondrán a prueba la capacidad de nuestro liderazgo. Para enfrentar estos nuevos retos, hemos establecido una gran alianza con el Partido de la Liberación Dominicana, nuestro adversario mas significativo.
Todo esto, bajo el liderazgo del presidente Miguel Vargas Maldonado que junto a su secretario general Tony Peña Guaba y una serie de dirigentes históricos de la organización, como son Julio Maríñez, Aníbal García Duvergé, Virgilio Bello Rosa y Fulgencio Espinal, entre otros, están dispuestos a conducir el barco a puerto seguro.
Se puede afirmar que de alguna forma, a su llegada al país el 5 de julio de 1961, el PRD ya mostraba el germen de la división. Diferencias de criterio en su dirección en cuanto a la política frente a los remanentes de la dictadura trujillista, desembocaron en la separación de uno de sus tres embajadores primeros, don Nicolás Silfa, que formó el Partido Revolucionario Dominicano Auténtico y ofreció a Joaquín Balaguer la candidatura presidencial en 1962, en oposición a Juan Bosch.
Reciprocando esa distinción, Joaquín Balaguer lo nombró Secretario de Trabajo de su gobierno en 1966. La aceptación -catalogada como “indecorosa” por el criterio político reinante de entonces- motivó la nueva expulsión de don Nicolás del PRD, lo extraño es que ya él había salido del partido al fundar el PRDA, cuatro años antes. Luego de este percance, el PRD se fortalece y se consolida como la principal fuerza política de la oposición a Balaguer.
Otro desafío sucedió en el 1973, cuando su líder el profesor Juan Bosch renuncia a la organización, alegando que los conflictos en la misma no permiten que avance y por lo tanto deja el partido y forma el PLD.
Su espacio es asumido por el joven político José Francisco Peña Gómez, de quien el líder saliente había dicho que era una “estrella en el universo”. Unos pocos meses después ya el partido había superado el trauma y un vigoroso PRD se adueña de las calles, capitaneando las fuerzas que enfrentan al doctor Balaguer y derrotándolo en las elecciones de 1978.
Habiendo ganado unas segundas elecciones, y ante la incapacidad de su liderazgo de convertir el PRD en un “partido de poder desde el poder”, asoma otra división. Los dos líderes más carismáticos y humanos del partido se desangran en un enfrentamiento que -acicateado por el gobierno perredeista mismo- devuelve a un alicaído Joaquín Balaguer al Palacio Nacional. Ese error histórico del PRD, marcó probablemente el punto de inflexión para que el PLD llegara hasta el Gobierno por primera vez, unos diez años mas tarde.
Ciertamente, la necesidad de una retirada organizada de Joaquín Balaguer y el declive biológico -tanto de él como de don Juan- fueron los factores que facilitaron el advenimiento del partido morado; pero esos mismos factores influyeron después -por los acuerdos que se firmaron en 1994- para que de manera casi automática, el PRD volviera al control del Gobierno, justamente al inicio el siglo XXI.
Casi de inmediato asomó el gusanillo de la autodestrucción que desde siempre habitó en la psiquis de los dirigentes del partido blanco de otrora. El ensayo perredeista esta vez, no pasó de un periodo de cuatro años.
Lo primero fue violentar los acuerdos internos. En el ADN del militante del PRD había un código que aunque no es genético como se pretendía establecer, si refleja el respeto y simpatía por la memoria del líder ido a destiempo: el antireeleccionismo; y el presidente del país de entonces no supo interpretarlo.
José Francisco Peña Gómez está presente en la mente de cada militante del partido y circunstancialmente en la disidencia de Hatuey De Camps, que es expulsado por decisión de Hipólito Mejía y con la complicidad de la alta dirigencia del partido, que vieron un competidor menos.
Orgánicamente, la salida de De Camps del partido no produjo mayores contratiempos, pero un año después ve la luz el Partido Revolucionario Social Demócrata, una versión reducida del viejo PRD, pero sin las luces y el fuste que le imprimía Peña Gómez. Con ese escenario y una derrota inmerecida en 2004, emerge la figura de Miguel Vargas Maldonado, el hombre que todos identificaban como el responsable financiero del partido blanco.
Con el porcentaje más bajo logrado en unas elecciones nacionales por el PRD y la reaparición de un Leonel Fernández, más coherente y depurado que antes, la crisis generada por el equipo reeleccionista de Hipólito Mejía sirvió de antesala para el relanzamiento del partido de
Peña Gómez. Se presentó una oferta electoral más o menos aceptable, pero faltaron elementos innovadores en la campaña, mientras sobraron los lastres que representa una dirección obsoleta, extraordinariamente egoísta y con tendencias suicida en la política.
Con el apoyo solapado de las fuerzas del antiguo PPH y una militancia a la que se le había vendido el mito de que Miguel Vargas era el rey Midas del PRD -por aquello de su éxito en el mundo empresarial- se monta una convención en la que es derrotada Milagros Ortiz, que viene de ser vicepresidente y representa las posiciones de “avanzada” dentro del partido, aunque -y aquí está el contrasentido- detrás de ella se alinean los intereses más recalcitrantes del PRD, la llamada Corriente Unitaria. Vargas obtiene el 85% y con ello el derecho a representar el partido de Peña Gómez en las elecciones de 2008.
No hay dudas de que Miguel Vargas hizo el esfuerzo de retomar el poder y devolver la esperanza al PRD, pero pudo más la apetencia personal de los sectores retardatarios dentro del partido, que aliados a la mal llamada ala liberal (los peñagomistas de hojalata) facilitaron que de nuevo Leonel Fernández y su PLD se alzaran con la victoria. Es de muy ingrato recuerdo para los perredeistas, los recorridos de ciertos personeros del partido, alentando que el PRD no sacara un solo senador en la república entera.
Tampoco hay dudas de que la inexperiencia de Miguel Vargas -que lo hacía depender enteramente del arcaico liderazgo nacional- permitió que no se pudiera “sellar” la alianza cuerpo a cuerpo entre el candidato y sus votantes. Si en esa campaña electoral de 2008, Vargas se hubiera acercado mas fraternalmente a los electores, probablemente se habría alcanzado mejores resultados.
De cualquier manera, los números fueron un 25% mejor que en 2004. El candidato del PRD sacó el 40.5% de los votos; evidenciando que la crisis generada con el intento reeleccionista y la expulsión de Hatuey De Camps, había sido superada en apariencia. Porque el lastre político de su anticuada dirección aun persiste en la nave perredeista.
Y es justamente el accionar de esa dirección venal y egoísta, que genera los acontecimientos que desembocaron en la más importante sisma del partido en toda su historia. Hay que hacer notar aquí, que los mismos personajes que secundaron a Hipólito Mejía en la aventura de expulsar a Hatuey, son los mismos que propiciaron la desvergüenza de una convención interna en 2011, donde participaron los contrarios al PRD para -como caballo de Troya- seleccionar al peor candidato posible y así facilitar que el PLD se imponga de nuevo en 2012.
De ahí en adelante, ya todo es historia. Otra vez dividieron el partido; pero ahora con una singular característica. Las fuerzas de la división arrastraron a una buena parte de las bases del PRD a la aventura de armar un nuevo partido; y casi lo han logrado, garantizando la permanencia en el poder del partido morado. Aun y cuando la dirección en su mayoría no escuchó los “cantos de sirena” de los tartufos que -en su huida tocaron retirada- éstos si le asestaron un duro golpe al partido de Peña Gómez.
Pero a “grandes males, grandes soluciones”. Ahora tenemos un Miguel Vargas, que a fuerzas de tropezones, no solo aprendió a levantar los pies sino, que hasta es capaz de brincar los obstáculos mayores.
Los divisionistas han fracasado de nuevo y la permanencia del mayor instrumento de lucha del pueblo dominicano está garantizada. Hay PRD para mucho tiempo, aunque hoy hemos tenido que ceder a la realidad que nos deparan las circunstancias. Tan solo hemos hecho un alto, para tomar una bocanada de oxigeno, reorganizarnos y continuar la marcha.
Con Miguel Vargas Maldonado en la Presidencia y Tony Peña Guaba en la Secretaría General, junto a un importantísimo liderazgo tradicional y un vigoroso relevo generacional; estamos listos para recibir el alba, que seguro vendrá tras la oscura noche.
augustodone@hotmail.com
jpm

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Excelente Augusto Doñé, no me esperaba una descripcion tan detallada y apegada a la verdad, de lo que ha sido el PRD en los últimos años. Falta ahora que tus asociados te entiendan y que no te crucifiquen, porque es verdad que ustedes están acostumbrados a rechazar todo lo que no sea pura ****eria. Los del PRM a lo mejor ni se enteran, porque ellos no se van a poner a leer un articulo de mas de 1500 palabras, eso es mucho pedirles. A la franca que hiciste un trabajo fino, me sorprendiste.