Los espejos rotos de Venezuela

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El autor es abogado y profesor universitario. Reside en Santo Domingo

Desde hace tiempo, la visión del autor de estas líneas sobre la situación de Venezuela difiere de la de la mayoría de los analistas y observadores (léase bien: no se habla aquí de apologistas de oficio ni de censores a sueldo, pues las opiniones de éstos son meros ecos de intereses conocidos y, por lo tanto, no merecen beligerancia intelectual): es una perspectiva de espejos rotos.  

Lo primero es lo evidente: más allá de toda consideración geopolítica o de orden interno, el modelo poschavista de Maduro ya no es viable ni histórica ni coyunturalmente. Su debacle, al margen de las causas, es innegable, y asumir su defensa pura y simple, como lo hacen en estos momentos algunos amigos de orientación progresista, es desacreditar esta última causa, pues la presenta como lo que no es ni debería ser nunca: una opción de sectarios apegados al poder y caracterizada por la incompetencia y la descomposición ética.  

La inviabilidad actual de ese modelo lo demuestra, de un lado, el hecho de que no ha podido controlar los principales indicadores de crisis (corrupción, inestabilidad política, devaluación de la moneda, precios volátiles, desabastecimiento médico-alimentario, delincuencia común rampante, totalitarismo en ascenso, etcétera); y del otro, que una parte importante de la población (no se sabe si mayoritaria o no, porque no hay modo de hacer una medición objetiva y desapasionada) lo repudia y lo encara en las calles, con y sin el concurso de los partidos de la oposición.  

El origen de esa inviabilidad es múltiple, si descontamos las habladurías difundidas por las partes encontradas: el manejo politiquero e irresponsable de la economía y las finanzas públicas desde las postrimerías de la segunda elección de Chávez (criticado por sus asesores originales), la putrefacción cupular, la brutal caída de la cotización y de la industria misma del petróleo, la guerra de mercado interno patrocinada por los grandes empresarios (junto a los gestores del dinero y la antigua farándula mediática), y el bloqueo mercantil y financiero de los Estados Unidos y algunos de sus asociados.  

Por supuesto, eso no significa que haya que creer la conseja, nacida y engordada en las riberas del Potomac, de que en Venezuela hay una dictadura. Se trata de un cuento viejísimo y apócrifo, usado en múltiples épocas y latitudes para derribar gobiernos que adversan los intereses económicos y políticos de la gran nación del Norte y sus pares. Esta píldora sólo la pueden tragar los que no conocen la Historia o los que son presas fáciles de las campañas mediáticas de desinformación tan en boga en estos tiempos de cultura de Internet.  

Y es que no puede haber dictadura en un país donde los partidos existen y actúan (aún con precariedades), la mayoría de los periódicos sale todos los días y muchos tienen una línea abiertamente antigubernamental (el que lo quiera comprobar que busque en la red las ediciones originales de El Universal, El Nacional o Tal Cual), las emisoras de radio y televisión transmiten libremente (también unas a favor y otras en contra del gobierno), y la gente sale a las calles a manifestarse aunque sea reprimida por las fuerzas policiales (lo que ocurre en cualquier democracia, si no se dispone de permiso oficial). 

Dictadura, en realidad, hubo en la RD de Trujillo o en el Chile de Pinochet: sin elecciones competitivas, sin partidos, sin prensa no gubernamental, con las libertades conculcadas y sin derecho a la manifestación pública de los ciudadanos. Y la hay actualmente en China, Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos (Dubái y sus 6 restantes “hermanos” federados) o Corea del Norte. Pero en estos casos, con la excepción recurrente de la última y a veces de la primera, desde la ribera del Potomac nunca se dijo ni se ha dicho nada de ellos porque sus gobiernos eran o son sus socios o aliados…Es decir, lo consabido: una cosa es con guitarra y otra con violín.  

Si nos atenemos estrictamente a la verdad, el de Venezuela es un régimen populista de izquierda retórica con inclinaciones autoritarias, y lo es desde la segunda elección de Chávez, puesto que éste y su equipo emergente tenían esas propensiones por razones de formación: unos eran militares y otros izquierdistas o exizquierdistas autoritarios. 

No es en absoluto, por ejemplo, un gobierno parecido al de Allende en Chile. Y aunque pretende pintarse como similar al de Cuba, es más bien un régimen un poco parecido al de Velasco Alvarado del Perú en el siglo pasado (bonapartismo progresista) y al de Perón en Argentina (populismo antioligárquico ladino e impúdico).  

El gobierno de Maduro pudiera ser legal, pero no es legítimo, pues salió de unas elecciones convocadas con base en una interpretación interesada y discutible de la Constitución (que instaló una Constituyente primero por designación y, luego, por elección popular restringida) y realizadas taimadamente en momentos en que la oposición estaba dividida y dispersa, aunque con una participación parcial de ésta (muchos partidos y tres grandes candidatos). Ergo: esas elecciones fueron un acto de “tigueraje” político de Maduro y su equipo, aprovechándose de que la oposición se disgregó por las ambiciones desmedidas de sus líderes.  

Por otra parte, la juramentación de Guaidó como “Encargado de la presidencia” fue ilegal e ilegítima, puesto que se basó en una interpretación también interesada e insostenible de la Constitución y no fue electo por nadie para tal cargo (la gente lo votó para diputado, no para presidente).

Es obvio que esa juramentación fue una estratagema leguleya en el marco de un libreto harto conocido (el mismo que las potencias han usado históricamente para invadir en cualquier latitud), con la gravedad de que faltó poco para que no concluyera con una intervención militar y, probablemente, de manera sangrienta.  

La intervención exterior armada no es ni puede ser la salida en Venezuela, no sólo por razones de principios (cada pueblo debe resolver sus problemas internos, aunque puede recibir legítimamente solidaridad y apoyo moral del exterior), sino en atención a la realidad actual: allí hay riesgo tangible de una guerra civil que eventualmente podría ser asumida como “guerra patria” por lo menos por un sector de partido de gobierno y de las fuerzas armadas.  

En Venezuela, ciertamente, a diferencia de lo ocurrido en Panamá en 1989, es alta la posibilidad de que se produzca un baño de sangre porque el partido en el poder, aunque en general dirigido por gente burocratizada y éticamente cuestionable, tiene una base y una estructura media integradas por beneficiarios del clientelismo oficial y militantes con convicciones ideológicas (comunistas, socialistas, demócratas radicales, cristianos militantes, etcétera), aparte de lo que pueda ocurrir con las Fuerzas Armadas, politizadas hasta el paroxismo.

En otras palabras: el gobierno de Maduro, más allá del tufo de la ineficiencia y la corruptela, tiene apoyo popular rentado y un cierto aliento de militancia en las ideas, distinto de lo que ocurría con el de Noriega.  

Además, no es sensato, ni está a tono con el verdadero espíritu de la democracia, negarse a reconocer la realidad de que ninguno de los actores predominantes del proceso actual, en solitario, puede ser confiable para nadie con sentido común o con buenas intenciones para Venezuela: ni Maduro (que representa un régimen decrépito y descompuesto y un partido circense y filototalitario), ni Guaidó (que es una mala manufactura de zona franca extranjera con delicado bordado fucsia y dirige un curiosísimo gobierno portátil), ni el resto de la llamada oposición democrática (fiduciaria de una larga tradición de politiquería, demagogia y latrocinio, y descuartizada por la irrefrenable codicia de sus cabecillas).  

En el caso de Guaidó -no se puede olvidar-, se trata de un “yuppi” proveniente de Voluntad Popular, el partido del “hombre” de USA en Venezuela, Leopoldo López (líder de la derecha de Chacao, el distrito financiero y de la alta clase media de Caracas), y resultó “elegido” por razones de peso: éste ultimo nunca ha concitado consenso para asumir un gobierno provisional, y aquel es un petimetre fresco, con rostro de muchachón “bien”, totalmente identificado con los intereses de la ribera del Potomac y de grato talante para los empresarios, la casta técnico-empresarial legataria de la “conchupancia” (AD-COPEI-URD) y la alta clase media (mientras los restantes líderes de la oposición están desacreditados o no son confiables).

Por otra parte, aunque bastante mustio de talento e inteligencia, Guaidó es joven y de continente farandulero, y por ello ha logrado atraer el apoyo de una parte de las nuevas generaciones (sobre todo del estudiantado, que ha estado sublevado contra Maduro) y de las mujeres de las zonas urbanas.  

Por las razones expuestas, hay que insistir en que la solución de la crisis venezolana tienen que buscarla los propios venezolanos sin tutela de ningún tipo, y debería comenzar con una renovación de la apuesta por el diálogo que implique la salida negociada de Maduro del Palacio de Miraflores y la eliminación del gobierno fantoche de Guaidó, a los fines de convocar (por acuerdo de los partidos y la sociedad civil, con un nuevo ente electoral y bajo supervisión de la ONU) a nuevos comicios presidenciales y parlamentarios para reconfigurar los poderes públicos a la luz del estado actual de las preferencias políticas y electorales.   

La democracia venezolana, valga la insistencia, es actualmente una deconstrucción de espejos rotos, y sólo se puede recomponer con patriotismo, ecuanimidad, inteligencia y grandeza de alma. Y aunque quien escribe está persuadido de que muchos de sus amigos, apertrechados en la defensa de uno u otro bando, reaccionarán ante este artículo con un puchero o una cortada de ojo, es de rigor concluir recordando, como siempre, lo que muestra la Historia: en este tipo de dramas nacionales la disyuntiva es siempre la misma: diálogo o sangre.    

lrdecampsr@hotmail.com 

JPM

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JOSE FLANDEZ
JOSE FLANDEZ
3 Años hace

El chavismo es una dictadura disfrazada de democracia chapucera… pero al fin una dictadura. Su propósito es no entregar nunca el poder. Si pierden arrebatan, como hicieron cuando perdieron la Asamblea Nacional. El articulista quiere envolver esa dictadura en papel de celofán… eso es todo. Quiere configurarla como una democracia defectuosa, coincidiendo con el régimen totalitario cubano, que eso es lo que pretende.

Última edición 3 Años hace by JOSE FLANDEZ
Lo dice un mortal
Lo dice un mortal
Responder a  JOSE FLANDEZ
3 Años hace

Y tu maldito mono viviendo del lavado de la coca colombiana.

Luis de New York
Luis de New York
Responder a  JOSE FLANDEZ
3 Años hace

Flandez.Los que menos pueden hablar de arrebatar políticamente,son ustedes los reaccionarios cubriendoses con la llamada democracia. Empecemos,países donde ustedes han arrebatado,RD 1963,Chile 1973, Argentina 1980,Brasil 1964, Bolivia 2000.Fraudes,USA, Gold, Clinton,y a tu líder Trump.

Juan Antonio Ramírez
Juan Antonio Ramírez
Responder a  Luis de New York
3 Años hace

Pobre Luis, siempre confundido y tratando de justificar los crímenes de sus socios comunistas.

Maruja Pérez
Maruja Pérez
3 Años hace

Excelente artículo de Luis R. Decamps, eminente intelectual y elegante jurista.
El comunismo es un fracaso donde quiera

Luis de New York
Luis de New York
3 Años hace

Dr. Decamps. Su articulo topa realidades de los dirigentes venezolanos. Pero lamentablemente con el sello reaccionario de un Morato cualquiera. Dr. Decamps. Ni Maduro, ni ninguno de su gobierno, niegan la situación de necesidades que esta viviendo el pueblo venezolano. Hablar de la inflación, la falta de medicina, comida sin citar la causa de dichas necesidades, no es justo. Sabemos que sobre Venezuela pesa una sanción económica impuesta por Sig

Luis de New York
Luis de New York
Responder a  Luis de New York
3 Años hace

los imperios. Una inflación inducida a través del dolar y un sabotage constante mantenido por la reacción venezolana.

Prudencio
Prudencio
3 Años hace

Buen artículo. Demasiado equilibrado para el gusto de los fanáticos que pululan a ambos lados del espectro político.

Arturo Morató B.
Arturo Morató B.
3 Años hace

Dime si tu puedes cagar ENCIMA de un fogon CHINO CON LA LLAMA ARDIENTE y Luego limpiarte.

ENTONCES NO LE ECHE LA CULPA AL CULO.

Última edición 3 Años hace by Arturo Morató B.
MAGA
MAGA
Responder a  Arturo Morató B.
3 Años hace

Rosita igor la **** mateo. ****a degenerado y vieja transexual, se me olvido ayer felicitarte por el dia de la mujer. Dime ****a te dieron duro celebrando o bebiste mucho romo con varios machos? DE seguro hoy no puede sentarte bien o caminar muy rapido

Maggot
Maggot
Responder a  MAGA
3 Años hace

Tu hablas por experiencia propia.

Demóstenes Rivas
Demóstenes Rivas
Responder a  Arturo Morató B.
3 Años hace

Exelente vocabulario, muy digno de un intelectualoide de pacotilla.

Julio
Julio
Responder a  Demóstenes Rivas
3 Años hace

Usted parece que es nuevo aqui que no sabe reconocer que esa es la tal Rosita Igor. Mateo que vive delirando con Morato

Última edición 3 Años hace by Julio
*Jo Kgao
*Jo Kgao
Responder a  Julio
3 Años hace

Oh ahora te llamas Julio?. Pero la peste a tuerto tisico ni la puedes cambiar.

Galleno
Galleno
Responder a  Arturo Morató B.
3 Años hace

Igor Rosa Fernández tu léxico te delata y tu defensa a tus amos confirma tu identidad una vez más. claro tu frustración es doble pues aún lloras la pérdida de tu PLD

Colombo
Colombo
3 Años hace

Muchas palabrería y se te olvido el bloqueo. Canalla.