Un voto de pueblo, un voto escarmiento

 
 
Cuando depositamos  nuestros votos en las urnas  debemos  tener  plena conciencia  de lo que hacemos, dar a ese  momento, la sobriedad, la calidad, la importancia y sobre todo la responsabilidad    que asumimos   en ese  acto tan sencillo, pero de  singular valor , porque no solo comprometemos nuestra propia suerte, sino la de todo un pueblo  que pudiera padecer las consecuencias  de nuestra ligereza y poco juicio. 
 
Y es  que cuando votamos delegamos  y otorgamos derechos, nos hacemos representar. Hasta cedemos la palabra
 Cuando votamos, damos poder, relevancia, nombradías  y acreditamos  autoridad. Es un gran acto de confianza.
 
Con nuestros votos  elegimos al primero entre nuestros iguales y lo sentamos  en  el Palacio Nacional,  con la encomienda  de dirigir  los destinos  del país,  para ello, le confiamos las arcas  públicas, el erario nacional, el tesoro de la Nación, y tan solo le exigimos el juramento de velar,  respetar y  hacer cumplir la Constitución de la  República.
 
Con nuestros votos  le permitimos designar  hombres  y mujeres en las diferentes  instituciones del Estado, en aras de que haya un buen manejos de nuestros recursos, con la finalidad de que el bienestar y desarrollo esté al alcance de toda la población  para satisfacer  sus necesidades  y carencias, en lo que concierne a servicios de salud, educación, alimentación, seguridad y todo aquello que redunde  en una vida digna y decorosa.
 
Con nuestros votos, elegimos también a los legisladores, quienes tienen el deber de representarnos  y crear las leyes  y ordenanzas  que contribuyan a que nuestro diario vivir cuente con  las disposiciones legales que normen nuestro desenvolvimiento como seres humanos, en procura del respeto mutuo que debe primar en toda sociedad civilizada, que ame  la paz y la convivencia.
 
Con nuestros votos escogemos, por igual, a los  Alcaldes, Concejales  y encargados de Distritos,  para  que trabajen    dinamicen la vida en los municipios, para que haya orden, limpieza   y sobre todo que sean pulcros y honestos en el manejo administrativo de los recursos  puestos a su disposición, para que avancemos  y echemos adelante nuestras  comunidades, nuestra gente.
 
Con nuestros votos, por desgracia, también nos equivocamos y elegimos  a gentes que una vez en  los cargos  se creen  predestinadas,  señaladas  por la divinidad celestial, y solo ellos, y nadie más que ellos, tienen derechos consignados y toman los votos  que les hemos conferido para  negociarlos  e imponernos su voluntad no importa nuestro parecer, porque están más que convencidos  de que somos unos tontos útiles  y  siempre estaremos a su merced. 
 
Se necesita por lo tanto,  un voto que surja de la reflexión,  para que no  nos vendan, ni nos compren por libra  y sabrá Dios a qué precio, es tiempo de  un voto sensato, un voto  de pueblo,  un voto de escarmiento, si queremos que se nos respete tal y como lo merecemos, un pueblo digno de mejor suerte.
 
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