Un adiós a Domingo Porfirio Rojas Nina

imagen
EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.

 

«A veces en la vida no hay tiempo suficiente para decir todas las cosas que tenemos que decir,  cuando todo lo único que podemos decir es adiós.«. Paulo Coelho                 

 

Le conocí a través de Cándido Gerón, hace de este encuentro muchos años. Nos invitó una tarde a degustar unos sabrosos pasteles en hojas preparados por las manos prodigiosas de doña Chichita, frente al parque de su natal San Cristóbal.

 

De entrada me pareció que estaba ante un ser humano sumamente cordial, distanciado de la hipocresía, sustantivo conocido en la antigua Grecia como una astucia para expresar lo que otro quería oír y de esta manera lograr lo deseado.

 

El personaje de este trabajo, fenecido recientemente, nunca recurrió al ardid, cualidad que tanto complace al hipócrita en su drama artificioso empleado por aquellos famosos personajes de la obra clásica griega La Odisea, poemas que fueron escritos en dialecto homérico y también aparecen en el drama de Medea.

 

Recién había terminado de escribir un trabajo de ponderación a otro amigo fallecido, Juan Arístides Taveras Guzmán, recibí el soplo de una brisa apacible que me susurró el fallecimiento del distinguido abogado sancristobalense Domingo Porfirio Rojas Nina, abnegado defensor de los derechos humanos.

 

Si fuera por su perenne vía crucis por los derechos inherentes a todos los seres humanos, el sepelio de Rojas Nina debió haber sido más tumultuoso de lo que fue porque han sido muchas las personas de todo el país que durante la consagración de sus grandes lides recibieron de este jurista y soldado universal su esfuerzo y dedicación, haciendo que los gobiernos tomaran medidas en determinadas situaciones o se abstuvieran de actuar de determinada forma, a fin de proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos.

 

No obstante a ello, pienso que sobre su mausoleo, adornado, en mi imaginación, con incrustaciones de nácares, deberá aparecer una inscripción que resalte su alma noble y el ángel divino que llevaba en su interior. Quienes conocieron a Domingo Porfirio Rojas Nina más de cerca que este articulista saben que su espíritu va a Dios para estar inconsciente hasta la resurrección.

 

Rojas Nina fue en vida un ser humano de carácter mesurado, virtud que abunda en las personas sabias y reflexivas que no varían sus juicios para acomodarlos a intereses superficiales y egoístas. Siempre mostró un rumbo de ideales transparentes y combatió para afirmarlos en el lugar y en la circunstancia que fuere.

 

Mantuvo hasta su último hálito de vida un amor indómito por su patria chica, San  Cristóbal.

 

Durante su paso por la legislatura nacional se distinguió por ser un diputado coherente, susceptible a las cuestiones que tuvieran que ver con el bienestar de los seres humanos y, sobre todo, con el avance de las leyes. Fue, además, celoso guardián de la Constitución de la República, de la democracia y de la seguridad jurídica, cuyos instrumentos protegió con honestidad y gran entereza.

 

Sus sueños siempre estuvieron por lo alto. El sabía, como expresara la escritora y filósofa estadounidense Sarah Ban Breathnach, que «el mundo necesita soñadores y el mundo necesita hacedores. Pero sobre todo, el mundo necesita soñadores que hacen». 

Domingo Porfirio Rojas Nina tuvo en su interior la fuerza, la paciencia y la pasión para alcanzar las estrellas, como manifestara Harriet Tubman, la luchadora estadounidense por la libertad de los afroamericanos esclavizados en los Estados Unidos.

 

Este grandioso ciudadano de la patria que fue Domingo Porfirio Rojas Nina, cuyos restos acaban de ser despedidos por un pueblo con el corazón apenado por la fuerza destructora de los males sociales contra los cuales combatió y sobre los que al parecer le resultaba difícil escribir, olvidando y desoyendo los clamores de sus conciudadanos en estos tiempos de inseguridad y de irracionalidad.

 

Recuerdo en aquella ocasión que nos reunimos en el corazón de su pueblo, San Cristóbal, que nos expresó a Gerón y a este columnista lo que era la tarea grandiosa que había asumido: «Necesito creer en el espíritu transformador de Dios, que no abandona a ningún ser humano, dador de vida y defensor de todos los pobres en estos tiempos de tanta indefensión y desvalimiento». 

 

«Creo en la fortaleza de mi pueblo, por lo que necesito dejarme alentar de Dios para no caer en la desesperanza», continuó diciéndonos con extremada fe.

 

Después de recordar sus palabras, tengo la creencia de que Rojas Nina asumió la defensa de los derechos humanos como si fuese un sacerdocio al que debía dedicarle tiempo, esfuerzos e inteligencia porque nunca cayó en la desesperanza y porque vivió agarrado de Dios, sobre todo, en estos tiempos de tanta confusión en que nos quieren engañar de tantas maneras.

JPM

Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
1 Comment
Nuevos
Viejos Mas votados
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios
Dalton
Dalton
6 Años hace

Excelente reflexion e historial de nuestro fenecido Sancristobalense y maestro Don Porfirio Rojas Nina, que en paz descanse.