Sin asomo de sensibilidad

Cada vez que ocurre un accidente a un menor o es víctima de criminales, llegan a acompañar el dolor de la familia las críticas por  dejarlo solo, por no estar pendientes y muchos etcéteras más.

Nos erigimos en jueces despiadados y ensanchamos más la herida para que absorba la sal de nuestros comentarios.

Que tengamos o no razón no es la cuestión a discutir. A veces no es siquiera lo que decimos, ni cómo sino cuándo.

Descuidado  o no, es muy probable que  ningún padre o madre quiera perder a un hijo. Pero a veces la tragedia llega vestida de pobreza y les arrebata ese bien irremplazable.

Así como tocó la puerta de aquella pobre mujer de Hato  Mayor que debió decidir entre quedarse a cuidar a sus niños que no habían comido en todo el día o salir a trabajar a un sembradío ajeno.

Optó por lo último y pidió a su suegra, vecina y abuela de los pequeños que les “echara un ojo” mientras dormían.  La señora lo hizo sin descuidar su casa, pero en una situación inexplicable la humilde vivienda cogió fuego con sus nietos dentro.

Murieron porque el esconderse debajo de la cama imposibilitó su rescate.

La lluvia de reproches contra la infeliz madre duró días. Igual que las críticas a aquella pareja cuyo hijo murió atropellado tras salir a carrera de un club.

Ahora la avalancha es para la familia de la pequeña cuyo cuerpo fue hallado acuchillado en unos matorrales de la Otra Banda, Higüey.

¿Cuál es la ganancia obtenida de mortificar a gente que ya está destrozada?. ¿Por qué es tan fácil  levantarnos contra otros sin ir más allá? .

¿Es que acaso nos inunda la sensación de que somos perfectos hasta nublarnos la sensibilidad?

JPM

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