Profanadores del periodismo

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El AUTOR es periodista. Reside en Nueva York.

Por ALEJANDRO ALMANZAR

Quienes fuimos a la universidad a estudiar Comunicación Social, vimos cómo mediocres que no salían con la carrera escogida, terminaban en la nuestra, Derecho, o Magisterio, algo que nos desagradaba, pues de eso nada tenían.

Pero estos, a pesar de su ambivalencia intelectual, por lo menos, terminaban logrando el objetivo de graduarse como tales, aunque en el camino se dieran cuenta del grave error cometido, estudiar lo que no se lleva dentro.

Pero más atrevidos resultan aquellos, que transitaron el largo camino de lo académico, sin descubrir que estaban en la carrera equivocada, para luego asaltar el periodismo, y hacer el ridículo en el mejor oficio del mundo, al decir de El Gabo.

Por eso no entienden, que este jamás debe ser usado en favor de facinerosos de la política, el narcotráfico o el crimen organizado, y que buscando fortunas por esa vía, profanan nuestro quehacer profesional.

Esta carrera debe ser revisada, para alcanzar un periodismo de calidad, objetivo y verás, que obre a favor de la sociedad. La Ley 10-91, que crea el Colegio Dominicano de Periodistas, por igual demanda una profunda revisión, donde se establezcan parámetros entre profanos e íntegros.

Por eso tenemos los medios repletos de mercenarios y aventureros, que explotan el periodismo para fines particulares, mientras los periodistas apegados al Código de Ética mueren en la miseria, por denunciar males sociales.

En esta ciudad de New York, como en todo el país, quienes se dedicaron a ejercerlo por vocación y preocupación social, están terminando de la manera más indigna que ningún ser humano quisiera experimentar.

Puedo citar a Disraelís Guillén, a quien el presidente Medina otorgó recientemente una pensión, pero que llega en el peor momento, porque aunque yo desencarne antes de publicarse esta Columna, el colega está en condiciones deplorables de salud.

En tanto que, esos profanadores del oficio, cebándose de la ignorancia del pueblo, viven bien remunerados, con Villas en lugares exclusivos, y residencias que un periodismo decente nunca proporcionaría.

La libertad de expresión y difusión del pensamiento es inherente a todos, al igual que derechos constitucionales, pero el periodismo debe estar reservado para quienes sacrificaron su tiempo en el aula estudiando dicha carrera.

Es una burda profanación a la profesión que abrazamos los comunicadores profesionales, escoger estos espacios para intentar convertir en verdad la vileza de cualquier delincuente del narcotráfico y el crimen organizado.

Pretender convertir en luz, la sombra de un pasado que todavía gravita en la conciencia nacional, con la bochornosa actuación de los que fueron al Estado a corromperlo todo, apadrinando la corrupción y la perversidad.

No es periodismo, utilizar una tribuna para defender lo indefendible, pensando sólo en intereses particulares, al tiempo que hunden a la sociedad en la desinformación, el desconocimiento y la ignorancia.

Únicamente quienes desconocen la función social del periodista pueden cometer semejante atropello en nombre de la libertad de prensa. El periodismo es para defender a los que no tienen voz, y sufren injusticias, nos enseñaron.

 

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