¿Por dónde le entra el agua al coco?
Esta pregunta ocupa la mente de millones de personas que desde hace años disfrutan de la dulce agua del coco, fruto de la palmera más cultivada en el mundo: el cocotero, símbolo indiscutible de las playas tropicales.
“Coco” es palabra derivada del latín coccus y esta del griego kokkos, en esas lenguas significó “semilla” o “grano”. El coco tiene su originen milenario en las costas del sur de la India y en el archipiélago Malayo. Desde estas regiones viajó por las corrientes marinas y los movimientos migratorios a todos los lugares del planeta con climas tropicales, fundamentalmente en la parte occidental de África y en las costas del Caribe bañadas por el océano Pacífico.
En las primeras islas descubiertas por Cristóbal Colón, incluyendo Santo Domingo, no existían cocoteros en el litoral de sus mares. El primer registro de este árbol en América lo señala el historiador Gonzalo Fernández de Oviedo, al indicar que, “para el año de 1514, pude apreciar matas de coco en las costas -de las que hoy son- Panamá y Costa Rica.
Pero en apenas 25 años la palma de coco hizo presencia en las riberas de los pueblos caribeños. Su consumo desde la época colonial, con el arribo de los esclavos, ha estado presente en la gastronomía del nuevo mundo. En pocos espacios de América los cocoteros están ausentes a la hora de preparar una rica comida.
Si la naturaleza tiene magias este árbol constituye una de sus más asombrosas magias, pues el coco lo suministra todo: medicina, techo, comida y bebida. Además de la suave brisa que provocan los movimientos de sus ramas, o la sombra del tejido de las pencas y la hermosura del paisaje de sus plantaciones en los litorales playeros, valles y montañas.
Con las hojas y su tronco se pueden construir casas, puentes, puertas y empalizadas. Cuando lo cosechamos su fruto nos abastece de aceite, leche, licor, jabón, ungüento para la piel y agua dulce. Sumemos que con la concha del coco se fabrican platos, vasos, cucharas, jarrones, lámparas, maracas y una amplia variedad de artesanía.
Pero eso no es todo, con sus fibras y otros desperdicios se hace el fuego para cocer los alimentos o el material para fregar los utensilios, o la escoba para barrer y hasta los palillos para limpiar los dientes. Quiénes han olvidado las uvas de playa en su propia hoja como envase, atravesada por una varilla de penca de coco. En pocas palabras, el coco es una planta de provecho total, quizás una de las más completas.
Su presencia en la cocina dominicana y caribeña es imponente. El contenido nutricional es inmenso, pero subrayamos más su sabor. Nada como un buen moro con coco, o unos guandules verdes guisados en leche de coco. ¿Qué decir de un pescado en escabeche de coco? La utilización del coco en otras áreas culinarias es amplia, desde dulces, helados, bizcochos, galletas, asimismo en el clásico majarete o en las habichuelas con dulce.
Pero ningunas de estas exquisiteces son comparables a un coco de agua en tiempo de calor. Su puede decir que es refrescante, sabroso y delicioso.
¿Por dónde le entra el agua al coco?
La respuesta es sencilla. No le entra, va creciendo con el fruto durante un período de más de seis meses. Poco a poco el coco aumenta en tamaño y también en la cantidad de agua de su interior, como sucede con casi todas las frutas. Las plantas sacan sus nutrientes de la tierra con sus raíces y también por otros mecanismos incorporan nutrientes al interior de las frutas. El agua no le entra al coco, nace y crece con él.
https://www.youtube.com/watch?v=7-bsEmbG0YM
jpm
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