Parto humanizado, respeto por la dignidad ajena
La Biblia y otros libros orientales religiosos conciben la sexualidad como una forma de preservar la especie. No va ser esa teoría objeto de discusión en este artículo.
No obstante, si la asumimos como verdad absoluta, no podemos negar que ese acto de “mantener poblada la tierra” implica el disfrute pleno del sexo, uno de los goces más sublimes y nobles que puede tener un humano.
Sin embargo, al momento del parto, fruto de esa relación sexual en cumplimiento o no del mandato de llenar la tierra, todavía muchas mujeres son sometidas en hospitales públicos a la denigrante actitud de médicos que les ordenan ahogar sus gritos de dolor.
Una de las frases más usadas por esos profesionales alejados de la ética, es esa que les recuerda a las féminas que cuando se embarazaron gritaron y “aullaron”, pero no porque sufrían. Lo peor es que la emplean incluso sus propias congéneres.
Claro, esa falta de respeto inconcebible solo es posible en hospitales públicos, donde todavía el personal asume que hace un favor a las mujeres pobres cuando las atiende. Porque olvida o su ignorancia no le permite aceptar que ellas pagan sus sueldos.
¿Por qué debe llevarse al plano de la salud ese maltrato, ese malestar, esa negación a asumir que la mujer puede ser sujeto de goce en el acto sexual?.
¿Acaso la finalidad del sexo no es provocar deleite? ¿Por qué debe la hembra sentirse culpable de disfrutar , como si ese fuese un privilegio exclusivo para el varón, al que sí tiene que satisfacer?.
Una de las cosas que espero abarque la jornada de Salud Pública de sensibilización acerca de la importancia de la práctica del parto humanizado, es el respeto del personal médico a la parturienta, que lleve a erradicar esas frases grotescas que aumentan su impotencia.
Que cambie ese modelo atroz por la comprensión de su dolor en esos momentos y la solidaridad expresada en palabras y gestos de aliento.