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Para no salir del asombro: niños recurren al suicidio
Y como si fuese un río incontenible, vuelve a correr la tinta sobre el mismo tema.
La violencia con sus múltiples caras que viene a recordarnos que no estamos exentos de caer en sus garras.
Al azote de la delincuencia, de la violencia intrafamiliar y de la callejera, hay que sumar ahora algo tan espeluznante como una niña de nueve años que recurre al suicidio.
Así, de golpe, como si esa a edad pudiéramos razonar que las cargas que nos agobian son tan grandes que ya no vale la pena sostenerlas.
Aunque las estadísticas mundiales de salud mental arrojan que la tasa de suicidios en adolescentes y jóvenes va en aumento, un hecho de esa naturaleza alarma y qué bueno que así sea, que no lo veamos como una fría cifra más.
Consignado en los registros de las autoridades, este es el segundo caso en tres años en los que un niño atenta contra su vida y logra su propósito. La otra tragedia impactó a uno de 10 años.
Ojalá que en este país de números atrasados esta vez no haya subregistros y esa sea la cantidad real y ojalá que jamás vuelva a ocurrir una desgracia semejante.
En medio de su cuadro de pobreza, en su casita de Cenoví, provincia Duarte, la familia de la niña espera por ayuda sicológica, en una reacción muy acertada y admirable, que impide el entierro del tema hasta que esté abierta la herida.
El Ministerio de Salud Pública sabe bien que ante una situación semejante no solo los parientes de la víctima urgen de apoyo. Toda la comunidad queda impactada.
Pero para rematar, en la escuela a la que asistía la chiquilla, cuyo suicidio estaría vinculado a que no pudo acudir a clases, no hay un profesional de la conducta que escuche.
Un especialista que oriente, que guíe a estudiantes atormentados por problemas que oídos por terceros pierden la gravedad y por tanto, no llevan a la desesperación que concluye con finalizar la vida.
En esta parte, el llamado de atención es para otro ministerio, el de Educación.