OPINION: Votar en EE.UU. ¡Qué bueno es votar así!

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El autor es periodista. Reside en Nueva York.

Recién depositamos nuestro voto durante las elecciones primarias de Estados Unidos, y lo hicimos sin ningún temor, totalmente despejados, y sobre todo sin la incertidumbre de que desperdiciábamos nuestro sufragio para que, en una acción de gatopardo, todo siga igual y ratificar la inequidad; contribuir al crecimiento de más desesperanzas.
 
Quizás en Nueva York, donde residimos, tampoco se genere ningún cambio trascendental, pero, al menos no tenemos la preocupación de que algún funcionario malverse lo que nos pertenece y sólo se circunscriba a desviaciones inconstitucionales que incrementen la desigualdad.
 
Con estas aseveraciones, y luego de varias décadas, dejamos establecido que gozamos de la doble nacionalidad, obviamente, nos hemos naturalizado como estadounidenses. Luego de sopesar esa decisión no nos sentimos “traidores”; al contrario, somos tal vez más apegados a nuestras costumbres, hábitos y nuestra prístinas ideologías políticas que los que, por ese paso, osen detractar nuestra decisión.
 
Lo cierto es, si no sufrimos de amnesia relativamente inmediata, que no votábamos desde 1978, cuando había necesidad de desplazar a Joaquín Balaguer como presidente de la República Dominicana.
 
Sin embargo, podemos decir que todavía potencialmente nos sentimos simpatizantes de la izquierda; aquí también los hay. Es decir, no estamos totalmente de acuerdo con el sistema en que vivimos. Y en este país, eso no es delito. No estamos de acuerdo con ciertas políticas públicas, y del exterior.
 
Pero no somos migrantes indignos ni significamos carga alguna para el Estado de Nueva York. Y todavía más, no hemos incurrido en ilícitos de ninguna especie ni como miembros de esta sociedad, ni profesionalmente. Podríamos decir, sin jactancia alguna, que las autoridades de Estados Unidos deberían enorgullecerse de tener ciudadanos como nosotros.
 
Podríamos señalar con certeza que lo importante es que no somos terroristas ni dado a las felonías. Pero algo más, como profesionales del periodismo, si bien rechazamos a ciertos sectores nefastos, tampoco hemos chantajeado, ni “tumbado” a nadie.
 
En resumen, somos legítimos y dignos naturalizados. Podría decirse que somos auténticos patriotas porque aunque nos mantengamos aislados, no hemos sido afrenta para la patria ni aquí ni allá.
 
Y si hablamos de patriotismo, término muy vapuleado en República Dominicana, es porque en los últimos tiempos hemos visto que cualquier político es un prócer de la República Dominicana, aunque haya incurrido en corrupción. Porque lo trascendente no es ser serio ni coherente, sino estar con el que está cual que sea el partido que represente.
 
Tal vez por esas inconsistencias en la que ahora hasta los que han delinquido son patriotas, hemos optados por naturalizarnos. Además sería una política de doble moral el haber tenido hijos y nietos nacidos en estos lares y, a su pedido, resistirse a ser naturalizado.
 
Lo cierto es, que nos estrenamos como votantes de los Estados Unidos. Sufragamos cerca de nuestro hogar en Manhattan; no hubo dislocaciones de padrones ni otros inconvenientes. Pero además, nadie nos llamó insistentemente por vía telefónica para conminarnos a votar por tal o cual candidato;  nadie nos dijo que nos iba a despojar de ningún beneficio si no sufragábamos a su favor.
 
En consecuencia, fue un placer votar en Nueva York; una chulería como dicen algunos. Sobre todo cuando no hemos sido cómplices de ningún abuso o corruptelas y tenemos la garantía de que los beneficios ganados, nadie no los va a regatear y/o conculcar. Por lo menos nuestros hijos y nietos seguirán con su cotidianidad sin mayores contratiempos.  Y nosotros claro está, conservamos la doble nacionalidad, y no somos menos dominicanos que otros. Tanto de aquí como de allá.
jpm
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