Seguridad Alimentaria
Durante esta semana, el país acoge la reunión de trabajo para el Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), como parte de las actividades coordinadas durante la Presidencia pro témpore que ejerció la República Dominicana ante dicho organismo.
Decía John Stuart Mill que “no existe una mejor prueba del progreso de una civilización que la del progreso de la cooperación”, afirmación que cada día se hace más actual, en un mundo que ahora se divide entre quienes aspiran a abrir puertas y quienes quieren cerrarlas. El caso Brexit y la arenga negativa de Donald Trump, han dado nuevos bríos a quienes aspiran al aislacionismo como política de Estado.
La evidencia demuestra que todos somos interdependientes y que si queremos combatir el triángulo perverso de la miseria, la pobreza y la exclusión evidenciadas en el hambre y la desnutrición, es necesario que exista cooperación entre los países de nuestra región.
Proveer a nuestros ciudadanos de una alimentación abundante y correcta, es un gran reto, en un mundo amenazado por la inequidad, la inseguridad y las consecuencias del cambio climático y los daños al medio ambiente.
El hambre y la desnutrición son injusticias que resultan de la falta de solidaridad, de la insensibilidad, del egoísmo y de la deshumanización. Es un problema ético que avergüenza y lacera la misma dignidad humana.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a cerca de 1,300 millones de toneladas al año; más que suficientes para alimentar a quienes viven en la hambruna.
Un problema a gran escala, como lo es el hambre y la desnutrición, requiere de la colaboración técnica y política de los países que conforman la región de América Latina y El Caribe. Nuestros países tienen que transitar hacia un nuevo paradigma de producción de alimentos sostenibles y la inversión responsable en materia de alimentación.
El cambio climático y sus efectos, nos obligan a replantear las políticas públicas en materia agropecuaria. Por igual, estamos llamados a promover con mayor ahínco la agricultura familiar y comunitaria, como alternativa para el combate al hambre y la malnutrición en comunidades con limitado acceso a los mercados productivos.
Simón Bolívar, el gran libertador de América, afirmó que en la unión está la fuerza. Para que la ciudadanía tenga la oportunidad de trabajar por un mejor país, requiere de salud y bienestar, iniciando por el acceso a los nutrientes necesarios para toda la familia.
Una alimentación digna es un derecho básico del ser humano, sin el cual no puede nunca desarrollar su potencial y construir su propio futuro. Para que este derecho sea efectivo, como plantean los organismos internacionales, se requiere que el alimento sea suficiente, sea accesible, sea estable y duradero y sea salubre. Esos son los ámbitos desde donde se debe trabajar la seguridad alimentaria de nuestros ciudadanos, a través de acciones impulsadas por el Estado y ejecutadas de común acuerdo con los sectores productivos.
El marco de la CELAC es un espacio propicio para la discusión al más alto nivel, donde podamos abordar la desigualdad en la distribución de los recursos y la crisis alimentaria en la que viven millones de personas en nuestra región.